El Santo del día
13 de marzo
San Humberto
La procesión que avanzaba por la campiña en medio de una sofocante tarde estival, se detuvo, porque a lo lejos, una columna de humo se levantaba de una humilde casa campesina y se escuchaban pedidos de auxilio, entonces Humberto (nacido en el año 657, en Francia), les ordenó a todos que permanecieran en su sitio y él salió corriendo hacia el rancho que era consumido por las llamas; al llegar, trató de entrar, pero a pesar de su forcejeo la puerta no cedió; entonces se arrodilló frente a ella y al cabo de unos minutos de ferviente oración, se descargó una corta pero torrencial lluvia y la conflagración fue extinguiéndose paulatinamente y de la choza emergió una mujer con su niño en brazos, ambos ilesos y con sus ropas intactas. Entretanto el cortejo detenido a poco más de doscientos metros permaneció seco y expectante, pues el fuerte aguacero que apagó el fuego solo empapó el área de la vivienda. Recogida la madre y su pequeño por el santo, el grupo continuó caminando, orando y cantando salmos, en un periplo que tardó varios meses para completar la visita pastoral de toda su diócesis (mediante la cual logró convertir a sus renuentes habitantes), tal como Humberto se lo había propuesto, al ser nombrado obispo de Lieja, en reemplazo de su mentor y padre espiritual, Lamberto, asesinado unos meses antes.
Este Lamberto –que también es santo y mártir– adoctrinó a Humberto, cazador impenitente (hijo del rey Bertrand de Aquitania, dedicado de tiempo completo a las fiestas), que continuaba estupefacto desde el instante en que –en pleno Viernes Santo– el imponente venado que perseguía se detuvo frente a él en el claro del bosque y entre sus cuernos resplandecía un crucifijo, a la par que una voz estentórea le pedía que abandonara su vida disipada, abrazara la carrera religiosa y que para ser instruido, se pusiera en manos del obispo Lamberto. Y así lo hizo, después de renunciar a sus derechos y propiedades en favor de su hermano y de entregarle a éste, la custodia de su hijo Floriberto.
Una vez instalado en la diócesis de Lieja, Humberto construyó una iglesia en honor del sacrificado Lamberto (depositó allí sus restos y la convirtió en su santuario) y se dedicó con celo inigualable a visitar y curar enfermos, asistir a las viudas, conseguir comida y ropa para los más desvalidos, hacer milagros a cada paso, ayunar permanentemente y orar todo el tiempo mientras atendía a su grey las 24 horas.
El poder de su oración llegó a ser tan solicitado, que gobernantes, funcionarios y acaudalados de todas partes lo buscaban para que intercediera por ellos antes de tomar decisiones cruciales. A principios del 727, sintiendo que flaqueaban sus fuerzas, Humberto les anunció a los feligreses su próximo deceso, –según una visión que había tenido– y luego de la eucaristía, se retiró a su habitación y en ella lo encontraron muerto y con el rosario en la mano. Por eso hoy, 13 de marzo, día de su festividad, pidámosle a san Humberto que, así como él, en el momento de orar, tengamos la suficiente seguridad en que el Padre responderá a nuestras necesidades, de acuerdo con su voluntad.
Buenas noches muy intersantes sus biografías de santos, gracias