El Santo del día
29 de marzo
Santa Magdalena Sofía Barat

El 12 de diciembre de 1779, la familia dormía plácidamente en su morada de Joigny (Francia). De pronto, una densa cortina de humo empezó a invadir la casa y Jacques Barat despertó sobresaltado y al percatarse de que la primera planta de la vivienda era pasto de las llamas, de un salto estuvo en las habitaciones de sus pequeños hijos: Luis y María luisa, a quienes tomó en brazos y, envuelto con ellos en una gruesa manta, bajó a trancos la escalera y ganó la calle, los depositó y regresó jadeando al interior; para entonces su esposa Madeleine, con poco más de ocho meses de embarazo, intentaba bajar pesadamente pero como el fuego relamía el barandal y la humareda era cada vez más espesa se le dificultaba el avance, entonces Jacques se abrió paso por entre la flama, la recubrió con la cobija y con ella en vilo, se lanzó escalas abajo, logró rebasar la puerta, recorrió un centenar de metros y cuando la depositó suavemente en el suelo, el techo y las paredes comenzaron a desvencijarse. Al cabo de un rato, en el mismo sitio, la mujer dio a luz a una hermosa niña que –a primera hora de la mañana siguiente– fue bautizada en una iglesia cercana, con el nombre de Magdalena Sofía.
La niña, considerada un milagro, creció rodeada de amor en un ambiente piadoso que favoreció su aprendizaje, del cual, se encargó Luis, su hermano mayor, quien a sus 22 años, ya era diácono y profesor del colegio local, en el que le enseñó matemáticas, física, griego, latín, retórica, español, literatura, filosofía, Sagradas Escrituras y la familiarizó con las vidas de los santos, e inducida por ellos y dirigida por su tutor, Magdalena Sofía Barat, cultivó su espíritu con la oración, el ayuno, la meditación y la mortificación corporal, prácticas que influyeron profundamente –cuando contaba 15 años– en su decisión de permanecer virgen y abrazar la vida religiosa, para seguir el ejemplo de su hermano que enfrentó, con su ordenación sacerdotal, la persecución desatada por la revolución contra la Iglesia y en la clandestinidad ejerció su ministerio valientemente para mantener viva la fe de los atemorizados feligreses. Una vez levantadas las restricciones religiosas, el padre Luis Barat se la llevó a París, en donde, Magdalena Sofía Barat perfeccionó sus estudios teológicos, bíblicos y ahondó en la doctrina de los padres y los doctores de la iglesia.
Aunque seguía estudiando ávidamente, Magdalena Sofía Barat alimentaba el deseo de ingresar al convento de las carmelitas, pero su hermano, el padre Luis, le presentó al sacerdote Joseph Varín, que al conocerla, supo que era la persona que desde hacía tiempo buscaba para fundar una congregación religiosa (que impartiera una educación integral: humanística y espiritual –con énfasis en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús– a las niñas, que por su ignorancia, eran sometidas a toda clase de vejaciones) e inmediatamente le encomendó esa misión, que Magdalena Sofía Barat, aunque desconcertada, aceptó y con apenas 21 años y tres amigas, fundó el 21 de noviembre de 1800, la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús y antes de un año instituyó en Amiens, su primer convento y dos colegios: uno destinado a niñas acomodadas que podían pagar una pensión y otro gratuito –con internado–, para las más pobres y abandonadas. A medida que la obra cogía vuelo, ingresaban muchas jóvenes a la orden (de la que santa Magdalena Sofía Barat, al cumplir los 23 años, fue nombrada superiora general) y después del noviciado, las preparaba como maestras, porque le eran necesarias para atender las nacientes casas, colegios y conventos que iba abriendo como si desgranara una mazorca y todas florecían regadas y abonadas con su capacidad organizativa y su incuestionable bagaje intelectual y espiritual.
Por eso Magdalena Sofía Barat (siempre teniendo como brújula la devoción del Sagrado Corazón de Jesús) viajaba constantemente para crear nuevos establecimientos y supervisar los existentes y en los albergues escribía directrices administrativas, orientaciones para la conducción pedagógica de las escuelas, normas sobre el estricto comportamiento conventual que debían observar sus monjas y amorosas correcciones que en más de una ocasión generaron rebeliones que Magdalena Sofía Barat supo sofocar sabiamente. En sus 63 años como superiora de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús (aprobada oficialmente por el papa León XII, en 1826), alcanzó a erigir 111 conventos con sus respectivos colegios, se extendió por doce países de dos continentes y a pesar de su senectud, continuó al frente de la congregación hasta su muerte acaecida el 25 de mayo de 1865, cuando contaba 86 años. Fue canonizada por el papa Pío XI, en 1925. Por eso hoy, 29 de marzo, día de su festividad, pidámosle a santa Magdalena Sofía Barat, que nos muestre el camino hacia el Corazón de Jesús.