El Santo del día
19 de febrero
San Corrado Confalonieri
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Oración a San Corrado Confalinieri
Oh San Conrado Confalonieri, fiel servidor de Dios, Tu caridad y humildad, en nuestros corazones florezcan. En la búsqueda de los pobres y necesitados, destacaste, San Conrado, intercede por nosotros, humildemente te rogamos. Oh santo generoso, ejemplo de caridad divina, Inspíranos a amar como tú, en servicio sin ruina. Tu vida de sacrificio y entrega sin medida, San Conrado, ruega por nosotros, en esta vida tan querida. Que en la caridad y en la compasión, Encontremos a Cristo, nuestra única salvación. A los enfermos y desfavorecidos extendiste tu mano, San Conrado, ruega por nosotros, guíanos en este plano. En la oración y la humildad, encontraste tu poder, Que aprendamos de ti, en nuestro caminar por doquier. Que la gracia divina, por tu intercesión, Abunde en nuestras vidas, en cada corazón. San Conrado Confalonieri, modelo de bondad, Ruega por nosotros, en nuestra jornada de ansiedad. A imitar tu caridad, hoy nos comprometemos, En cada acción y palabra, a Cristo nos ofrecemos. En el amor a Dios y al prójimo, tu ejemplo brillante, San Conrado, intercede por nosotros, danos tu ayuda constante. Que en la paz del Señor, encontremos descanso, San Conrado, ruega por nosotros, ante todo contraste. En la generosidad y en el servicio desinteresado, Que nuestra vida refleje tu ejemplo tan sagrado. A través de tu intercesión, obtenemos gracia y favor, San Conrado, ruega por nosotros, con amor y fervor. En la devoción y en la entrega sin medida, San Conrado Confalonieri, ruega por nosotros en esta vida. Oh santo caritativo, protector de los pobres, Con gratitud y devoción, te invocamos en este día nobre. Por la intercesión de San Conrado Confalonieri, confiamos en la bondad y misericordia divinas.
Amén.
Casado con Eufrosina de Lodi –una de las mujeres más hermosas y acaudaladas de la ciudad–, Corrado Confalonieri, cuya familia dominaba a Piacenza, era el prototipo del noble ruidoso, bohemio, mujeriego, soldado valiente y cazador sin escrúpulos. Precisamente en medio de una farra que ya duraba varios días, decidió salir de cacería y al caer la tarde, aún no había podido cobrar ninguna presa. Para no regresar con las manos vacías, ordenó a sus criados hacer una fogata alrededor de una madriguera para que salieran los conejos, con tan mala suerte, que empujado por el viento, el incendio arrasó la mayoría de las granjas de la comarca, pero como él y su comitiva se escabulleron, las autoridades condenaron a muerte a un agricultor pobre de la zona que se declaró culpable, luego de ser torturado.
Cuando el infortunado hombre estaba a punto de ser ajusticiado, un arrepentido Confalonieri compareció en el sitio de la ejecución, confesó su culpabilidad y el gobernador de Piacenza, su amigo Galeazzo Visconti –en vista de su contrición–, apenas lo condenó a resarcir los daños causados; él mansamente indemnizó a los damnificados y quedó en la ruina. En vista de lo sucedido, Corrado y Eufrosina renunciaron a todo; ambos se dedicaron a mendigar y a hacer penitencia en las mismas calles que conocieron su opulencia. Al cabo de un tiempo, Eufrosina ingresó al convento de las Clarisas de Piacenza, y él, después de visitar muchos santuarios para expiar su culpa, fue admitido, en 1315, en la Orden de San Francisco.
Enviado por su prior a cuidar enfermos y a orar por ellos, muchos –especialmente los que sufrían de hernias–, se curaban; esto acrecentó su fama y entonces, huyendo de ella, Corrado Confalonieri (nacido en Piacenza, Italia, en 1290), se refugió en una gruta en Pizzoni, cerca de la ciudad de Noto Antica y allí permaneció por el resto de sus días en oración, pero su retiro fue en vano, porque a toda hora llegaban peregrinos en busca de sanación. Corrado Confalonieri, resignado pero alegre, los recibía a cualquier hora con un amor que trascendía el límite de sus fuerzas, de por sí, ya menguadas, debido a las penitencias y al ayuno permanente.
Y murió en su ley, la noche del 19 de febrero de 1351, cuando oraba por un enfermo, y éste, proclamaba que su hernia había desaparecido. En ese instante, san Corrado Confalonieri, suspiró profundamente y expiró diciendo Amén. Canonizado por el papa Urbano VIII, en 1625, se convirtió en el santo Patrono de Piacenza y desde entonces es invocado para aplacar los incendios y para curar –especialmente– a los que padecen de hernias. Por eso hoy, los que las sufren, deben encomendarse a san Corrado Confalonieri, con la seguridad de que sus ruegos serán atendidos.