El Santo del día
18 de agosto
Santa Elena
Oración a Santa Elena
Oh Santa Elena, Gloriosa patrona y madre de la fe, Tú que encontraste la cruz de nuestro Señor, Guía mis pasos por el camino de la verdad. Intercede por mí ante el trono divino, Y ayúdame a superar los desafíos de la vida. Dame fortaleza en las pruebas, Y que nunca falte la esperanza en mi corazón. Santa Elena, protectora de los viajeros, Acompaña mis jornadas con tu amparo. Ilumina mi camino en la oscuridad, Y ayúdame a encontrar la paz en la tormenta. Te suplico, Santa Elena, Que intercedas por mis necesidades y deseos. Concede, si es la voluntad divina, La gracia especial que te pido en este momento (puedes mencionar tu petición personal). Que tu ejemplo de fe y perseverancia, Inspire mi vida y me acerque a Dios.
Amén.
Aunque Jerusalén había sido destruida por el general romano Tito, en el año 70, reductos de cristianos que merodeaban en la zona visitaban regularmente el sitio en el que –según indicaba la tradición–, había sido crucificado Jesús y una vez reconstruida la ciudad por orden del emperador Adriano en el año 131, las romerías se institucionalizaron los viernes. Con el correr de los años el flujo de peregrinos convirtió en santuario al Gólgota y por eso cuando en el año 326, la anciana santa Elena llegó allí, le fue fácil identificar el sitio exacto, hizo excavar y a varios metros de profundidad los obreros encontraron tres cruces, clavos y el letrero que proclamaba a Jesús, rey de los judíos. Como, no se podía aseverar cuál de las cruces era la del Salvador, hizo traer a un moribundo al que puso en contacto con los tres maderos y al tocar uno de ellos se alivió; entonces la emperatriz dio por descontado que esa era la Veracruz, o sea, la Verdadera Cruz. Inmediatamente ordenó la construcción de una iglesia que con el paso de los siglos se fue ampliando y enriqueciendo y hoy es la Basílica del Santo Sepulcro. A continuación hizo erigir la Basílica de la Natividad, otra en el Monte de los Olivos y retornó a Roma con buena parte de las preciadas reliquias.
Flavia Julia Elena (nacida en Drepanum, Turquía, en el año 250), era hija de un tabernero y creció trabajando en el establecimiento de su padre. Por eso le tocó en suerte atender –cuando contaba 20 años– a Constancio, general romano que quedó flechado por su belleza. Al poco tiempo se casaron y ella lo acompañó durante el resto de esa exitosa campaña militar que le abrió las puertas al círculo íntimo del emperador romano de occidente, Maximiano, que en agradecimiento lo nombró Jefe del Pretorio y luego en el año 292, lo elevó a la condición de César –lo que en la práctica significaba que era coemperador y sucesor suyo–, pero le exigió que se divorciara de Elena y se casara con su hija Teodora, lo que hizo con presteza y él se quedó con el hijo de ambos, Constantino, al que educó para gobernar. En los siguientes 14 años, Elena estuvo condenada al ostracismo; en esa época se convirtió al cristianismo y se entregó a Jesús incondicionalmente. Tras la muerte de Constancio en el año 306, Constantino accedió al trono e inmediatamente reivindicó a su adorada madre y le otorgó el título de emperatriz.
Con humildad y plena caridad cristiana, Elena asumió su nuevo rol y se convirtió en la defensora, protectora y proveedora de los ancianos, niños abandonados, enfermos, viudas y huérfanos, y con esa fecunda labor social se ganó el cariño del pueblo y el profundo respeto de su hijo, a quien convenció para que promulgara el Edicto de Milán, mediante el cual convirtió al cristianismo en la religión del Estado y con ello, por supuesto, cesaron las persecuciones religiosas. Así mismo, Elena recibió carta blanca de su hijo para promover la construcción de muchas iglesias en Roma, Constantinopla y en el resto del imperio, labor que intensificó a su regreso de Tierra Santa, hasta que sus fuerzas la abandonaron y a mediados del año 329, falleció en olor de santidad y con la satisfacción del deber cumplido. Por eso hoy, 18 de agosto, día de su festividad, pidámosle a santa Elena, que nos indique cómo y en dónde buscar a Nuestro Señor Jesucristo.