El Santo del día
26 de agosto
San José de Calasanz

Oración a San José de Calasanz
Oh San José de Calasanz, padre y guía de la educación, Escucha nuestras súplicas con amor y devoción. Tú que con sabiduría y paciencia enseñaste a los más pequeños, Intercede por nosotros ante Dios, con tus ruegos. Modelo de entrega y caridad sin igual, Tu legado de servicio es un ejemplo divinal. A los niños y jóvenes diste tu corazón, Para que encontraran en el saber su verdadera razón. Oh protector de los estudiantes y maestros en la labor, Concede tu amparo en cada paso y cada labor. Inspira en nosotros la pasión por el conocimiento, Y que en cada enseñanza haya amor y crecimiento. San José de Calasanz, modelo de fe y humildad, Acompáñanos en este camino con serenidad. Ilumina nuestros pasos en la búsqueda del saber, Y que cada enseñanza nos ayude a crecer. Oh amado Santo, escucha nuestra oración, Bendice a todos los que en la educación ponen su dedicación. Danos fuerza y valentía para enfrentar los desafíos, Y que siempre sigamos el camino de los valores y principios.
Amén.
El padre José de Calasanz ya llevaba varios años en Roma trabajando en la Cofradía de la Doctrina Cristiana, que se dedicaba a atender a los pobres y a enseñar catecismo a los niños, pero no veía claro su futuro que lo tenía cifrado en una canonjía que se le había prometido, la cual seguramente le abriría las puertas a una ambiciosa carrera eclesiástica y de paso le aseguraría su futuro económico. En ello meditaba ese día, cuando transitaba por una de las calles más atestadas de Roma y de pronto le llamó la atención una pelea callejera entre dos adolescentes que esgrimían armas y se insultaban con una procacidad que jamás había escuchado. Entonces resueltamente se metió en la riña, los apaciguó y tras conversar con ellos durante un buen rato logró reconciliarlos. A continuación retomó su rumbo hacia la casa del cardenal Colonna en donde se hospedaba y mientras caminaba, repasaba lo que acababa de ver. De pronto, su corazón empezó a palpitar de prisa al recordar una visión en la que –hacía tiempo– El Señor, le había dicho: “José, entrégate a los pobres. Enseña a estos niños y cuida de ellos”. El olvidado mensaje cobró sentido y decidió que desde ese momento se dedicaría a rescatar y educar a esos muchachos que vivían, sin Dios ni ley.
José de Calasanz (nacido en Aragón, España, el 11 de septiembre de 1557), se destacó desde muy pequeño por su devoción a la Santísima Virgen y porque concluyó con honores la educación básica de humanidades en el colegio de la población de Estadilla. Dada su indeclinable vocación religiosa (aunque su padre se opuso en principio), terminó sus estudios de filosofía y derecho canónico en la Universidad de Lérida, luego avanzó su preparación teológica en la Universidad de Valencia y la Universidad de Alcalá de Henares le otorgó el grado de doctor en teología, tras lo cual el obispo de Urgel, Hugo Ambrosio de Moncada, que presidió su ordenación sacerdotal en 1583, lo retuvo a su lado como confesor, teólogo, secretario y vicario general, empleo del que salió hacia Roma en 1592, con la idea de obtener un buen cargo en la Curia. Mientras esperaba la oportunidad soñada, se dedicó a trabajar en las calles romanas con los más necesitados; en esas estaba cuando ocurrió el incidente con los dos adolescentes.
Tocando puertas, en 1597, José de Calasanz llegó a la iglesia de Santa Dorotea del Trastévere, en la que el padre Antonio Brendani le cedió dos salones parroquiales y allí abrió la primera escuela pública, gratuita y popular de Italia, y se encartó, porque en cuestión de dos años ya contaba con más de mil alumnos, por lo que se vio impelido a trasladarse a un enorme caserón en San Andrea della Valle y en 1612, inauguró la que sería la matriz de las Escuelas Pías –como ya se les conocía– en San Pantaleón. El entusiasmo despertado por su proyecto, lo indujo a crear la Congregación Paulina de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías –los escolapios–, que fue elevada a la condición de orden regular por el papa Gregorio XV, en 1621. A pasos agigantados se expandieron las Escuelas Pías por toda Italia, gracias a que José de Calasanz sentó las bases de la pedagogía moderna: sistematizó la educación distribuyendo el pensum por materias y cursos que debían ser superados para pasar al siguiente nivel; toda la enseñanza en lengua vernácula, pero aparejada al latín; los maestros –de tiempo completo–, debían preparar con antelación sus clases, llevar registros de asistencia y calificar a sus alumnos.
Como era de suponer, el éxito de su obra generó muchas envidias y José de Calasanz fue vituperado, separado de su cargo de superior general y la orden reducida –por el papa–, a su más mínima expresión, por intrigas de varios de sus más cercanos colaboradores, pero José de Calasanz, en obediencia, con humildad y paciencia, depositó toda su confianza en Dios y murió a los 92 años, el 26 de agosto de 1648, sin ver la reivindicación de la orden, que hoy cuenta con más de mil 600 religiosos en 222 casas en cinco continentes. Fue canonizado por el papa Clemente XIII, en 1767. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san José de Calasanz, que les dé sabiduría a los maestros de todo el mundo, para educar a los jóvenes.