El Santo del día
7 de agosto
San Cayetano
![](https://televid.tv/wp-content/uploads/2021/08/7.-San-Cayetano-286x300.jpg)
Oración a San Cayetano
Oh San Cayetano, bondadoso y generoso patrono del pan y del trabajo, acudo a ti en esta humilde oración con fe y confianza. Tú, que viviste entregado al servicio de los necesitados y que intercedes ante Dios por aquellos que buscan empleo, te ruego que dirijas tu mirada compasiva hacia mí y escuches mi súplica. Te presento mis preocupaciones y dificultades relacionadas con el sustento diario y con la búsqueda de un trabajo digno y estable. Con humildad, imploro tu intercesión para obtener un empleo que me brinde la oportunidad de proveer para mí y para mi familia, y que sea una fuente de satisfacción y realización personal. San Cayetano, protector de los desocupados y de aquellos que sufren penurias económicas, te ruego que, en tu infinita misericordia, intercedas ante el Altísimo para que mis peticiones sean escuchadas y se abran las puertas de oportunidad laboral. Ayúdame a perseverar en la confianza en la providencia divina, a mantener la esperanza en tiempos de incertidumbre y a ser paciente en la espera de respuestas. Concede, oh Santo Patrón, tu bendición y orientación para que pueda tomar decisiones sabias y acertadas en mi vida laboral y financiera. Te prometo, San Cayetano, al obtener un empleo, emplear mis talentos y dones en beneficio de los demás, y colaborar con generosidad en obras de caridad y solidaridad. Por tu intercesión, san Cayetano, confío en que el Señor escuchará mis súplicas y me concederá su gracia y ayuda en mis necesidades. Que así sea, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El diligente mensajero llevaba apuradamente el recado hacia el Hospital de los Incurables de Venecia y por la niebla baja y su premura, no vio la reja caída con las puntas aceradas en forma de flechas hacia arriba: pisó una de ellas y lanzó un agudo grito de dolor porque le había traspasado el pie, desagarrado la carne y como pudo, alcanzó a llegar al hospicio en donde lo atendieron rápidamente, pero la herida se infectó y con el paso de los días fue adquiriendo un color negruzco que a todas luces presagiaba una gangrena cuya única forma de detenerla –de acuerdo con el dictamen de los médicos–, era amputándole la pierna y decidieron hacer la operación, pero antes le pidieron autorización a su superior, el padre Cayetano, que les rogó que la aplazaran hasta el día siguiente, a lo cual accedieron los galenos. Entonces el sacerdote se quedó al lado del enfermo, empezó a orar fervorosamente, a secarle el sudor de la frente, a bajarle la fiebre aplicándole paños fríos y a consolarlo dulcemente cuando el dolor arreciaba. Al retirarse en la noche todo el personal del hospital, le desató la venda, besó su herida, trazó sobre ella la señal de la cruz, se lo encomendó a la Santísima Virgen, se sentó en el suelo y se durmió. Antes de que amaneciera se escabulló de la habitación y cuando los médicos llegaron a primera hora para comenzar la intervención, el pie estaba curado y no quedaban trazas de herida alguna.
Cayetano de Thiene (nacido el primero de octubre de 1480, en Vicenza, Italia), era hijo del conde Gasparo di Thiene, que murió en batalla cuando el niño contaba 12 años, por lo que su madre María da Porto se encargó de formarlo cristianamente y luego lo inscribió en la universidad de Padua de la cual egresó como doctor en teología, derecho civil y canónico; dada su inteligencia, conocimiento y diplomacia fue nombrado por el papa Julio II, como su secretario privado, protonotario apostólico y gracias a su gestión, se resolvió un enconado litigio que desde hacía varios años mantenía en vilo las relaciones políticas y religiosas de la Santa Sede con la República de Venecia.
Al morir el pontífice, renunció, retomó sus estudios y tres años después en 1516, recibió la ordenación sacerdotal. A continuación fundó la Cofradía del Amor Divino, una asociación de clérigos que pretendía renovar el carisma de los sacerdotes y prepararlos para enfrentar la reforma protestante. Luego viajó a Vicenza en donde abrió el Hospital de los Incurables, en el que asistía personalmente a los enfermos y en especial a los infectados por la lepra o las enfermedades venéreas. Dada la laxitud del clero volvió a Roma en 1523, para combatir esa lacra y empezó la lucha con la fundación de Los clérigos Regulares (en compañía del obispo Giampietro Caraffa, que más adelante fue elegido papa con el nombre de Pablo IV), congregación que desde ese momento se caracterizó por la observancia de unos votos estrictos de pobreza, castidad y el cumplimiento riguroso del sagrado precepto de no recibir donaciones ni dádivas ni pedir limosnas, aceptar solamente ayudas espontáneas y emplear su tiempo exclusivamente en la oración y el trabajo incondicional con los pobres y los enfermos. La orden fue aprobada por Clemente VII, en 1524.
Después de entregarle el gobierno de la congregación al obispo Caraffa, viajó a Nápoles, una ciudad caótica a la que poco a poco fue encausando hacia Cristo, con su austeridad ejemplar, su predicación penetrante y su incondicional servicio a los pobres, a quienes mediante la fundación de los Montes Piedad o Montepíos, les dio la oportunidad de acceder a préstamos (destinados a capital de trabajo), con mínimos intereses. En su condición de líder religioso trató de apaciguar al pueblo que se levantó contra el soberbio virrey Pedro de Toledo, y de hacer entrar en razón a éste, que quiso introducir la Inquisición para utilizarla contra sus opositores. En vista de que no logró nada, Cayetano ofreció su vida a Dios para salvar a Nápoles de la guerra, pero inmediatamente enfermó y en la tarde del 7 de agosto de 1547, a los 77 años, entregó su alma a Dios. Al día siguiente, mientras la multitud velaba a Cayetano, milagrosamente se firmó la paz entre el virrey y los representantes del pueblo. San Cayetano fue canonizado en 1671 por el papa Clemente X. Por eso hoy siete de agosto, día de su festividad, pidámosle a san Cayetano, que nos enseñe a entregarnos sin reservas, a la misericordia de Dios.