El Santo del día
23 de marzo
Santo Toribio de Mogrovejo
Después de adentrarse en la espesa selva amazónica, vadear peligrosos ríos, atravesar caños y ciénagas infestadas de pirañas y serpientes, encontró por fin a los indios Panatahuas que estaban en pie de guerra contra una tribu vecina y lo recibieron apuntándole con sus flechas envenenadas, pero Toribio de Mogrovejo no se arredró, los encaró con una rústica cruz y un suave discurso en castellano (aunque no conocían el idioma, los nativos entendían lo que les decía), en el que con autoritaria dulzura los instaba a deponer las armas; a continuación celebró la eucaristía en la lengua de los nativos –de la que no tenía ni idea– y luego de la misa, más de un centenar de guerreros fue bautizado y confirmado. En otra ocasión, para catequizar a un grupo indígena que estaba aislado en una hondonada, a la que no había acceso, se hizo bajar colgado de un bejuco y adoctrinó en su propia lengua, a unas cien familias. Y a su paso siempre quedaban huellas de sus milagros, como el de San Luis de Macate, pueblo al que una larga sequía lo tenía en ruinas y entonces Toribio golpeó tres veces una roca y de ella salieron tres manantiales que aún hoy irrigan todo el valle.
Toribio de Mogrovejo había nacido el 16 de noviembre de 1538, en Mayorga, España, en el seno de una familia que pertenecía a la nobleza española y por eso fue enviado a estudiar derecho en la Universidad de Salamanca, en la que también fue profesor, hasta que el rey Felipe II (por su probidad e intachable hoja de vida como magistrado canónigo), le pidió a Gregorio XIII, que lo nombrara Arzobispo de Lima; el papa accedió y como era laico, a sus 42 años, recibió de una vez todas las órdenes, en 1579. Ya consagrado como arzobispo, llegó al puerto de Paita a principios de 1581, y desde allí se fue evangelizando a pie limpio hasta Lima. Inmediatamente fundó el primer seminario conciliar de América; se enfrentó a los encomenderos españoles por el trato inhumano al que sometían a los indios y los metió en cintura, so pena de ser excomulgados.
En adelante no paró de catequizar: no se le escapó ningún pueblo, caserío, aldea, encomienda o asentamiento. Aún se dice, que nadie ha conocido a Perú, tan bien, como Toribio de Mogrovejo. Poco estuvo en su sede, porque 17, de los 25 años que ejerció como arzobispo de Lima, fueron una permanente visita pastoral, durante la cual recorrió 40 mil kilómetros –en tres etapas–, la mayor parte a pie limpio; y de acuerdo con los anales de la arquidiócesis limeña, confirmó a más de 600 mil personas, entre ellas a santa Rosa de Lima, san Martín de Porres, san Francisco Solano y san Juan Masías.
Justamente la muerte lo sorprendió mientras predicaba en el poblado de Zaña, a 400 kilómetros de Lima, el 23 de marzo de 1606, que era Jueves Santo. Fue canonizado por el papa Benedicto XIII en 1726 y declarado por san Juan Pablo II, Patrono de los Obispos de América. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a santo Toribio de Mogrovejo, que guíe al episcopado, para consolidar la nueva evangelización que proclama la iglesia.