El Santo del día
23 de agosto
Santa Rosa de Lima
![](https://televid.tv/wp-content/uploads/2021/08/23.-Santa-rosa-de-lima-286x300.jpg)
Oración a Santa Rosa de Lima
Oh Santa Rosa de Lima, celestial guía, Intercesora fiel ante el trono divino, Con fervor y amor, a ti me confío, Ardiente devoción en mi alma aviva. Eres rosa hermosa, en jardín de pureza, Modelo de virtud y caridad sincera, Tu vida ejemplar, mi alma desvela, Inspira en mí la fe, la paz y fortaleza. Con humilde plegaria, hoy te imploro, Santa mía, Escucha mis ruegos con oídos amorosos, En tus manos, confío mis anhelos ansiosos, Oh Santa Rosa de Lima, protege mi vida. Por tu intercesión, alcanza al cielo amado, Que en gracia y bendición, mi sendero se ilumine, Concede tu dulce auxilio, en cada instante y rincón, Y en mi corazón, tu luz divina germine. Amada patrona, guía y estrella, A ti elevo mi voz en esta oración, En tus manos, pongo mi esperanza eterna, Santa Rosa de Lima, mi eterna protección.
Amén.
A principios de 1942, los japoneses ya se habían tomado a buena parte de Filipinas, tanto que el comandante en jefe de las fuerzas aliadas, general Douglas MacArthur, se vio forzado a abandonar el país y entonces los indefensos habitantes de Manila, que quedaron a merced de los invasores, empezaron a salir en desbandada hacia las montañas o buscaban refugio en pueblos más pequeños en los que –suponían– estarían a salvo y así fue. Pero era cuestión de tiempo, porque las hordas niponas avanzaban como enjambres de langostas arrasándolo todo a su paso y con esa voracidad llegaron a la población de Santa Rosa Laguna, (llamada así en honor de santa Rosa de Lima y por estar ubicada en las inmediaciones de la Laguna de Bay, el lago más grande del país), en la que cientos de filipinos, provenientes de la capital, estaban resguardados y sin saber qué hacer ante el embate de los conquistadores, corrían en todas las direcciones. De pronto, en medio del caos, surgió una hermosa y diligente monja vestida de hábito blanco con manto negro, que con pasmosa serenidad, iba de un lado a otro calmándolos e invitándolos a una iglesia cercana en la que –aseguraba–, encontrarían comida abundante, abrigo y seguridad.
En cuestión de minutos, el templo se atiborró y los últimos colados, cerraron apresuradamente las entradas. En ese instante, llegaron las furiosas tropas que arremetieron con arietes contra las frágiles puertas, pero por más que lo intentaron no pudieron abatirlas, mientras que en el interior todos se arrodillaron, comenzaron a orar fervientemente y de repente se quedaron callados y estupefactos al caer en la cuenta de que desde el altar principal los observaba con benevolencia la imagen de santa Rosa de Lima, que era la misma vigorosa monja terciaria dominica, que poco antes los había rescatado de las garras japonesas en las calles de la ciudad.
Isabel Flores de Oliva (nacida el 20 de abril de 1586, en Lima, Perú), era la cuarta de 13 hermanos criados dentro de los más estrictos lineamientos católicos, pero de entre ellos sobresalía Rosa (apelativo cariñoso conocido y usado únicamente por sus familiares y con el cual, sin previa información, la rebautizó el arzobispo limeño Toribio de Mogrovejo, en su ceremonia de confirmación, en 1597), por su profunda piedad religiosa, su evidente inclinación a la mortificación, el ayuno, la oración, la meditación e indeclinable devoción a Jesús Crucificado y a la virgen María. Además, recibió la educación usual para las mujeres de su época: costura, bordado, pintura y música, destrezas que en su juventud, fueron determinantes para el sostenimiento de la familia, tras el fracaso económico de su padre, que cifró las esperanzas de su redención económica en Rosa, cuya hermosura y delicadeza atraían a los mejores partidos de la sociedad limeña, pero ella no quiso aceptar ningún pretendiente porque ya le había entregado su virginidad y su vida a Jesús crucificado.
Al cabo de diez años, su padre se tuvo que dar por vencido y aceptó que Rosa abrazara la vida religiosa, pero como en Lima no había convento dominico femenino, recibió autorización de los sacerdotes dominicos, en 1606, para vestir el hábito de las terciarias dominicas, religiosas que observaban las rigurosas reglas de esa congregación, pero permanecían en sus casas y eso fue lo que hizo Rosa de Santa María (nombre que adoptó al profesar sus votos, pero que no trascendió para el mundo), al construir en el solar de su casa, una austera celda de la que ya sólo salía a los oficios religiosos en el templo de Nuestra Señora del Rosario y para ayudar a los menesterosos y curar a los enfermos, que en muy poco tiempo se multiplicaron y por eso se vio obligada a habilitar un lugar aledaño a su diminuto oratorio, para atenderlos las 24 horas del día.
Rosa de Lima, inspirada en la vida de Santa Catalina de Siena –cuyos escritos eran su lectura de cabecera–, reprodujo fielmente su riguroso ascetismo que incluía oración continua y de rodillas; mortificaciones corporales: se ataba a la cintura una rugosa cadena de hierro y sobre ella se ponía un tosco sayal blanco con un áspero manto negro, ceñía sobre su cabeza una corona erizada de púas metálicas que cubría con rosas o una burda cinta, dormía sobre un lecho de vidrios, piedras y arena, usaba como almohada un rústico tronco; ayunaba constantemente y el alimento que ingería aparte de la comunión, consistía usualmente en tragos de hiel mezclados con hierbas amargas. Aún así, Rosa de Lima tenía fortaleza para socorrer a los desvalidos, asistir a los moribundos, curar milagrosamente a los enfermos y defender la ciudad, como ocurrió en 1615, cuando la población limeña entró en pánico al avistar la flota pirata del temible corsario holandés Joris Spilbergen, lo que presagiaba un brutal ataque y el subsecuente saqueo de la rica capital virreinal y entonces Rosa de Lima se concentró con un numeroso grupo de valerosas mujeres en la iglesia de Nuestra Señora del Rosario y permaneció largo tiempo orando con ellas. Ante la noticia de que ya se acercaban al puerto del Callao, se arremangó el hábito y con su cuerpo protegió el sagrario. En ese momento se desató una inusual tormenta que obligó a los confundidos bucaneros a abortar la invasión y mientras se alejaban de las costas peruanas, su capitán falleció en extrañas circunstancias.
Este prodigio atribuido a santa Rosa de Lima, fue uno de los principales argumentos esgrimidos después de su muerte ocurrida el 24 de agosto de 1617 (tras una penosa hemiplejía que la postró en cama durante varios meses), para proclamarla santa patrona y protectora de Perú, de Lima y de su Policía Nacional. Al ser canonizada en 1671 por el papa Clemente X, santa Rosa de Lima se convirtió en la primera persona nacida en América, que fue elevada a los altares. Por eso hoy 23 de agosto, día de su festividad, pidámosle a santa Rosa de Lima, que nos conceda el coraje suficiente para entregarnos a Jesús Crucificado, incondicionalmente.
1 comentario