El Santo del día
28 de julio
Santa María Josefa Rossello
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Oración a Santa María Josefa Rossello
Padre celestial, te acercamos hoy nuestra oración en honor a Santa María Josefa Rossello, una sierva fiel de tu reino y modelo de caridad y entrega. Te pedimos que escuches nuestras súplicas y las presentes ante tu trono. Santa María Josefa Rossello, mujer de fe inquebrantable y corazón generoso, te recordamos como una luz brillante en medio de las tinieblas del sufrimiento y la necesidad. Tú dedicaste tu vida al servicio de los más necesitados, cuidando de los enfermos y de los niños abandonados, demostrando así el amor incondicional que brotaba de tu corazón. Te rogamos, Santa María Josefa Rossello, que intercedas por nosotros ante el Señor, para que seamos capaces de seguir tu ejemplo y responder con generosidad a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas más vulnerables. Ayúdanos a reconocer en cada rostro el reflejo de Cristo y a brindarles nuestro apoyo y compasión. Danos, Santa María Josefa Rossello, tu fortaleza y tu valentía para enfrentar las dificultades que se presenten en nuestro camino. Inspíranos a amar sin medida, a servir sin reservas y a confiar plenamente en la providencia divina. Que nuestras acciones reflejen el amor de Dios y se conviertan en un testimonio vivo de esperanza y caridad para el mundo. Te pedimos, Santa María Josefa Rossello, que protejas a todos los enfermos, especialmente a aquellos que sufren enfermedades graves o crónicas. Que tu intercesión les brinde consuelo, sanación y fortaleza en medio de sus pruebas. Ruega por los médicos, enfermeras y todos los profesionales de la salud, para que encuentren en su labor un camino de servicio y salvación. Santa María Josefa Rossello, te encomendamos nuestras necesidades y preocupaciones (menciona aquí tus intenciones personales). Escucha nuestras plegarias y preséntalas ante el trono de Dios, confiando en su amor y misericordia. Ayúdanos a caminar con fe y confianza en el camino que Dios ha trazado para cada uno de nosotros. Por último, te pedimos que nos concedas la gracia de seguir el ejemplo de Santa María Josefa Rossello en nuestra vida diaria, sirviendo a los demás con amor y humildad. Que su testimonio nos impulse a ser auténticos discípulos de Cristo y a vivir siempre en comunión con la voluntad del Padre.
Amén.
La señora Monleone desolada y con lágrimas en los ojos le insistía para que se quedara con ella y a cambio le ofrecía que a su muerte toda la herencia sería suya, pero Benedicta Rosello, que durante siete años había cuidado con especial devoción al esposo paralítico de la matrona, no estaba dispuesta a sacrificar su vocación religiosa con la que había soñado desde niña y ya libre, solicitó su ingreso al convento de las Hijas de Nuestra Señora de la Nieves –comunidad consagrada a la atención de los pobres y desvalidos, ideal que compartía plenamente–, pero fue rechazada porque no tenía dinero para pagar la dote que allí se exigía. De regreso hacia su casa, le sorprendió el creciente número de mujeres jóvenes que deambulaban o dormitaban en los umbrales y mientras pensaba sobre la suerte de ellas, se chocó con el obispo de Albissola, Agustín de Mari, que distraído también miraba el mismo espectáculo y entonces el prelado –que la conocía desde pequeña– a modo de excusa, le dijo que estaba sobrecogido por lo que le sucedía a esas niñas y lamentaba que las autoridades no hicieran nada al respecto. En ese momento Benedicta descubrió qué era lo que Dios quería para ella y le dijo que estaba dispuesta a encargarse de las muchachas; sin dudarlo el prelado aceptó y le ofreció una casa semiabandonada –propiedad de su diócesis– para albergarlas. Inmediatamente Benedicta puso manos a la obra.
Benedicta Rossello Dedone (nacida en Albissola, Italia el 27 de mayo de 1811), era la cuarta hija de una familia numerosa y no obstante su aguda inteligencia, apenas pudo recibir una educación básica, porque pasaba la mayor parte de su tiempo ayudándole a su madre en la atención y cuidado de sus hermanos menores, aunque ello no era obstáculo para cultivar su devoción a la Santísima Virgen y pasar prolongados períodos de oración ante Jesús Crucificado. Al cumplir 16 años, ingresó a la Orden Terciaria Franciscana, pero su vocación se vio truncada por la necesidad de que ella contribuyera a la economía familiar, por eso aceptó el puesto de enfermera y siete años después al morir su paciente, el señor Monleone, intentó en vano volver a la vida religiosa y ahí sucedió el providencial encuentro con el obispo Agustín de Mari, del que se derivó, el 10 de agosto de 1837, la fundación, de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, orden que se dedicó a rescatar de la calle a las jóvenes abandonadas y a las que habían caído en las garras de la prostitución.
Al hacer sus votos de castidad y pobreza adoptó el nombre de María Josefa y en su condición de superiora, no tardó en abrir varias casas, escuelas y hospitales y en 1846, tras serle aprobada la congregación por el gobierno eclesiástico, se fue extendiendo por toda Italia dejando como matriz a la Casa de la Providencia de Savona, desde la que amplió su radio de acción con la apertura de una hospedería para seminaristas pobres, luego un seminario y redondeó su labor con la liberación de jóvenes africanas esclavizadas, por las que pagaba crecidos rescates. Todo ello lo lograba, María Josefa Rosello, sin tener recursos.
A pesar de estar ahogada por las deudas, no dio su brazo a torcer y afortunadamente todo cambió cuando poco antes de morir, la señora Monleone le legó su apreciable fortuna, con la que pudo pagar todas las acreencias, fundar nuevos establecimientos y enviar a 15 monjas para abrir en Buenos Aires (Argentina), su primera casa en América. Tras cuarenta años de regentar la orden y con 66 hospicios funcionando, a María Josefa Rosello empezó a fallarle el corazón, se fue paralizando y murió en santa paz, el 7 de diciembre de 1880. Fue canonizada por el papa Pío XII, el 12 de junio de 1949. Por eso hoy, 28 de julio, día de su festividad, pidámosle a santa María Josefa Rossello que nos ayude a encontrar el camino para servirle a Dios.