El Santo del día
16 de octubre
Santa Margarita María Alacoque
Oración a Santa Margarita María Alacoque
Oh Santa Margarita María Alacoque, Apóstol del Sagrado Corazón, tan dulce, En tu visión celestial, un regalo, La devoción al Corazón de Cristo es tu antorcha. Con humildes súplicas, te imploramos hoy, Que intercedas por nosotros, en oración, Para amar al Señor, con corazón sincero, Siguiendo tu ejemplo, tan verdadero. Santa Margarita María, llena de gracia, Tu fe y devoción son nuestra fortaleza, Guíanos por el camino de la salvación, Con el amor al Corazón de nuestro Redentor.
Amén.
Ese 27 de diciembre de 1673, fiel a la promesa que le había hecho de adorarlo todos los jueves entre las 9 y las 12 de la noche, la hermana Margarita María Alacoque ya llevaba dos horas arrodillada en la semipenumbra de la capilla del convento, orando y meditando sobre la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní; de pronto, la puerta del sagrario se abrió y de su interior surgió en medio de una inefable luminosidad, Nuestro Señor Jesucristo, que señalando su pecho le mostraba su radiante corazón rodeado de llamas, circuido por la corona de espinas, una cruz enclavada en su parte superior y de la herida causada por el lanzazo vertían gotas de sangre. Ella, estupefacta, se frotó los ojos para descartar una alucinación y el Señor despejó sus dudas diciéndole: “He Aquí el corazón que tanto ha amado a la humanidad y en cambio recibe ingratitud y olvido. Tú debes procurar desagraviarme” y le explicó que la mejor manera de hacerlo era fomentando la devoción del Sagrado Corazón de Jesús e instituyendo una fiesta en su honor el viernes siguiente a Corpus Christi. Al preguntarle ella, que siendo tan pequeña e indigna cómo podría hacerlo, el Señor, la miró con ternura y de su corazón surgió un rayo que fue a clavarse en el de la hermana Margarita María Alacoque y a continuación le dijo que con esa llama símbolo de su amor lo conseguiría, y luego se desvaneció.
Margarita Alacoque (nacida el 22 de julio de 1647, en Borgoña, Francia), a los cuatro años –sin que nadie se lo recomendara–, hizo votos de castidad perpetua y tras la muerte de su padre –cuando ella contaba ocho años–, la internaron en la escuela de las Clarisas Pobres de Charolles, en donde reforzó su vocación religiosa. Infortunadamente dos años después tuvo que regresar a su casa debido a una enfermedad que la paralizó y la ató a la cama hasta los 15 años, pero luego de prometerle a la Santísima Virgen, que si le devolvía la salud, le entregaría su vida, se recuperó milagrosamente. A pesar de que en varias oportunidades trataron de convencerla para que se casara y estuvo tentada a hacerlo (por la precaria situación económica de la familia), su determinación fue más fuerte y el 20 de junio de 1671, ingresó al convento de la Visitación de Paray-le-Monial y a su nombre, le agregó el de María, en homenaje a la Santísima Virgen.
La hermana Margarita María Alacoque era de todas, la monja más obediente y dispuesta para aceptar cualquier trabajo que le encargaran, por humilde o rudo que fuera, pero su arrobamiento la arrebataba y no podía dejar de orar constantemente, por lo cual se distraía y ello le mereció reprimendas y castigos constantes de sus superioras, que consideraban su desbordamiento místico como una ilusión o patraña para llamar la atención o en última instancia, era un engaño del demonio, y por eso en muchas oportunidades sus compañeras la asperjaban con agua bendita e iban tras ella rociando el piso para alejar al maligno. No obstante, su piedad era incuestionable: los coloquios con Jesús se convirtieron en algo cotidiano y desde aquella noche en la que el Señor le mostró su corazón coronado de espinas, la propagación de su devoción se convirtió en su misión principal.
Aunque en principio sus superioras se opusieron, con el respaldo del padre Claudio Colombiere (nuevo director espiritual del monasterio, a quien en una visión el Señor le mostró que tal devoción era obra suya), aceptaron ponerla en práctica y pronto se popularizó en todos los conventos de la Visitación. Sin embargo, fuera de esos claustros, la devoción del Sagrado Corazón de Jesús encontró resistencia y aunque santa Margarita María Alacoque continuó luchando tenazmente para difundirla en todo el planeta, murió a los 43 años el 16 de octubre de 1690, sin lograr su cometido. Fue canonizada en 1920, por el papa Benedicto XV. Para entonces, ya la advocación del Sagrado Corazón se había expandido por todo el mundo, luego de que en 1856, el papa Pío IX, la convirtiera en fiesta universal de la Iglesia. Por eso hoy, día de su festividad, nos apropiamos de la promesa que el Señor le hizo a santa Margarita María Alacoque, según la cual: “El Sagrado Corazón de Jesús bendecirá y protegerá a todos los hogares en los que sea expuesto y alabado”.