El Santo del día
3 de agosto
Santa Juana de Chantal
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Oración a Santa Juana de Chantal
Santa Juana de Chantal, discípula fiel de Cristo y dulce consoladora de los afligidos, te invocamos con devoción y humildad. Intercede por nosotros ante el trono del Altísimo, para que sintamos tu abrazo materno y experimentemos el consuelo y fortaleza que encuentran aquellos que se acercan a ti en busca de ayuda. Oh Santa Juana de Chantal, tú que conociste el peso de las pruebas y adversidades, concédenos tu valentía para enfrentar las dificultades de la vida con fe inquebrantable. Ayúdanos a perseverar en el camino de la virtud, a amar al prójimo como a nosotros mismos y a confiar plenamente en la voluntad de Dios. Intercede, oh Santa Juana de Chantal, por nuestros seres queridos, por aquellos que sufren y por todas nuestras necesidades y preocupaciones. Acompáñanos en nuestro peregrinar terrenal y ayúdanos a seguir los pasos de Cristo con amor y entrega total. Santa Juana de Chantal, esposa espiritual de Jesús y modelo de entrega y sacrificio, rogad por nosotros ante nuestro amado Padre celestial. Que tu ejemplo de caridad y compasión sea luz en nuestro camino y encuentro consuelo y esperanza en tu intercesión.
Amén.
Francisco de Sales, que venía acariciando la idea de fundar una orden contemplativa-activa (es decir, que las monjas llevaran una vida de aislamiento y oración, pero al mismo tiempo asistieran a los pobres y desvalidos en la calle), concluyó que el barbecho estaba listo para ser sembrado, porque la medida de ese proyecto era la viuda, Juana Francisca de Chantal –de la que era su director espiritual– y al proponerle el asunto, la baronesa aceptó de todo corazón ponerse al frente del ambicioso sueño, pero aún se sentía atada a sus hijos a los que desde la muerte de su esposo, cuidaba, educaba con esmero y como buena madre pensaba que solos no podrían salir adelante. Tres años después en 1610, el fruto estaba maduro y Juana Francisca de Chantal aceptó el reto. Vistió un sayal, repartió sus joyas y en el momento de abandonar el palacio, su padre arrodillado le suplicó que no se fuera y su hijo Celso Benigno –de 14 años– se tendió atravesado en la puerta para no dejarla ir, pero ella levantó a su progenitor que por fin le dio la bendición, pasó por encima del cuerpo de su vástago y enjugando sus lágrimas se alejó sin mirar atrás. La providencia se encargó del resto: Celso comprendió su deseo y se quedó con el abuelo, la hija mayor contrajo matrimonio con el hermano menor de Francisco de Sales, la segunda murió al poco tiempo y la más pequeña que marchó con ella al convento, se desposó más adelante con el señor de Toulonjon.
Juana Francisca Fremyot (nacida en Dijón, Francia, el 23 de enero de 1572), era hija del presidente del ayuntamiento de Dijon, quien al morir su esposa cuando ella tenía 18 meses, se hizo cargo de la situación y como católico convencido la educó amorosamente con las formas y reglas de una noble discreta, cuya elegancia y belleza cautivaba a todos, pero dentro de la más rigurosa piedad cristiana, que se reflejaba en la preocupación de Juana Francisca, por los pobres y desamparados, a los que auxiliaba con magnanimidad y esa actitud la enfilaba hacia la vida religiosa, pero a los 20 años se enamoró perdidamente de Christophe de Rabutin, Barón de Chantal, con quien se desposó y tuvo cuatro hijos.
Después de diez años de feliz y cristiano matrimonio, su esposo murió en un accidente de cacería y la baronesa de Chantal, agobiada por el dolor se refugió en la oración y en su corazón reverdeció la vocación religiosa que fue perfilándose con mayor claridad, cuando Francisco de Sales la tomó como su director espiritual y decidió fundar con ella la Orden de las Hermanas de la Visitación de la Santísima Virgen, con la idea de asistir, atender y curar a los pobres y desvalidos del mundo, pero luego de abrir la primera casa en Annecy (y otras más, que pronto se llenaron porque no existían restricciones para recibir a las postulantes), al pretender inaugurar la de Lyon, el arzobispo de esa ciudad exigió que fuera de clausura rigurosa y los fundadores, Francisco de Sales y la madre Juana de Chantal, aceptaron y le cambiaron el rumbo a la congregación.
De ahí en adelante Juana de Chantal, (sin descuidar su ascetismo, el ayuno, la penitencia y las extenuantes jornadas de oración) se dedicó a expandir la orden y erigió conventos en las principales ciudades de Francia, incluida París. Tras la muerte de su mentor y director espiritual, Francisco de Sales, en 1622, Juana de Chantal asumió completamente el destino de la congregación y como superiora la gobernó 19 años más, en cuyo transcurso abrió 83 monasterios y supo morigerar con amorosa firmeza un movimiento que se gestó en sus claustros y que pretendía relajar las rigurosas reglas concebidas por Francisco de Sales, las mismas que aún hoy son el espíritu de su obra. Luego de visitar todos sus conventos (periplo en el que se gastó los últimos cinco años de su vida), enfermó en Moulins y allí murió el 13 de diciembre de 1641. Fue canonizada por el papa Clemente XIII, en 1767. Por eso, hoy 3 de agosto, día de su festividad, pidámosle a santa Juana de Chantal, que nos enseñe a reconocer el camino que Dios nos traza.