El Santo del día
9 de marzo
Santa Francisca Romana
En 1413, debido a la encarnizada lucha por el poder, el caos reinaba en Roma: las ratas campeaban a sus anchas, los lobos merodeaban por las calles y la gente moría de hambre o por causa de la peste. En medio de ese dantesco panorama, Francisca Bussa (nacida en 1384, dama de la alta sociedad, casada con Lorenzo Ponziani, que pertenecía a una de las familias más ricas y poderosas de la ciudad) mendigaba en las plazas y recogía leña y alimentos para los más pobres. Preocupado su suegro porque ella abrió el granero de su palacio para repartir las existencias de grano que guardaba para épocas peores, le prohibió esa práctica. Angustiada porque no podía hacer más por los hambrientos, Francisca recordó un día, que en uno de los depósitos, quedaba un pajar de trigo: se fue a sacudirlo y logró rescatar unos pocos kilos del preciado cereal que inmediatamente distribuyó entre varias familias que esperaban afuera. Avisado de la situación, su esposo Lorenzo fue a buscarla y al entrar al almacén, no encontró a Francisca, pero sí, 40 sacos de cincuenta kilos –cada uno–, del mejor trigo dorado y maduro. Lo mismo pasó con un tonel al que extrajo un poco de vino que quedaba en el fondo y al instante el barril se llenó de un vino fino y exquisito.
Para entonces Francisca ya era famosa en la Ciudad Eterna, debido a los milagros suscitados a su paso, por su prodigalidad con los desvalidos a quienes curaba, lavaba y aplanchaba sus ropas y le sobraba tiempo para atender a su esposo y a sus hijos, dos de los cuales murieron a causa de la peste, de la que ella misma enfermó, pero fue curada milagrosamente. Su marido –hombre piadoso–, la apoyaba incondicionalmente y por eso Francisca pudo, con nueve compañeras, fundar en 1433, una asociación de religiosas seculares (aprobada por el papa Eugenio IV) llamada Congregación de Oblatas de la Santísima Virgen María, y eran según su regla de oro: “Religiosas sin votos, sin clausura, pero de vida austera y dedicadas a un auténtico apostolado social”. Tres años después, cuando murió Lorenzo su esposo, Francisca se presentó como postulante y de inmediato sus compañeras la elevaron a la condición de fundadora-superiora.
Francisca Romana –que ya era su nombre de religiosa–, sólo pudo estar tres años en el monasterio Tor de S’pecchi, –sede de la comunidad–, porque su último hijo enfermó y ella volvió al palacio Ponziani a cuidarlo, pero contrajo al mismo tiempo una pleuresía que la fue minando; sin embargo, ello no fue óbice para seguir ayudando a todos, sostenida, eso sí, por su ángel de la guarda, al que podía ver y conversar con él de tú a tú (desde su infancia) y que incluso le iluminaba las sórdidas callejuelas romanas frecuentadas por ella en extenuantes correrías nocturnas, como parte de su apostolado.
En la noche del 9 de marzo de 1440, mientras santa Francisca rezaba el rosario, una suave luz blanca bañó su pequeña estancia, su rostro resplandeciente se fue apagando y expiró dulcemente. Fue elevada a los altares en 1608, por el papa Paulo V. Por eso hoy, día de su festividad, pongamos bajo su protección a todas las esposas, madres y viudas, de las que es su santa patrona.