El Santo del día
13 de febrero
Santa Catalina de Ricci
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Oración a Santa Catalina de Ricci
Oh Santa Catalina de Ricci, modelo de vida contemplativa y entrega total a Dios, te invocamos con humildad y devoción. Admiramos tu profunda unión con el Señor y tu ejemplo de amor y servicio a los demás. Santa Catalina de Ricci, intercede por nosotros ante el trono divino. Te pedimos especialmente por [menciona tus intenciones y necesidades personales], confiando en tu poderosa intercesión. Inspíranos a buscar la presencia de Dios en nuestra vida diaria y a entregarnos completamente a Su voluntad, al igual que lo hiciste tú. Oh Santa Catalina, testigo de la paz y la paciencia en medio de las adversidades, ruega por nosotros para que podamos vivir con serenidad y confianza en el amor de Dios. Por tu intercesión, confiamos en la gracia y misericordia divinas.
Amén.
El domingo de Resurrección de 1542, Catalina de Ricci, como todos los días, meditaba en su austera celda, sobre la pasión de Cristo, cuando descendió en medio de una luz fulgurante Nuestro Señor Jesucristo –según cuenta san Felipe Neri– y le puso en el índice de su mano izquierda, un rutilante anillo de oro con un diamante y le dijo: “Hija mía, recibe este anillo como prueba de que ahora y siempre me pertenecerás”. Tal anillo pudieron verlo y palparlo sus compañeras durante tres días y de ahí en adelante, solo percibían en su índice, –pero enquistado en la piel– un círculo rojo protuberante coronado por un rombo.
Desde ese momento, Catalina Ricci (nacida en Florencia, el 23 de abril de 1522), comenzó a padecer los estigmas: las llagas de Cristo en las manos, los pies, el costado y la corona de espinas. Este fenómeno se repetía semanalmente, desde los jueves a mediodía hasta el viernes a las cuatro de la tarde, momento en el que recuperaba su conciencia luego de permanecer esas 28 horas en completo éxtasis.
Ya convertida en la abadesa de la Orden Dominica de San Vicente de Pratto, la santidad de Catalina de Ricci atrajo a peregrinos de toda Italia a los que atendía y curaba, pero como todos querían ver sus estigmas, oró para que se desvanecieran y en efecto ello ocurrió en 1554. Eso sí, los dolores causados por este fenómeno jamás desaparecieron; sufriéndolos, pero dándole gracias a Dios por el privilegio de sentirlos, santa Catalina de Ricci, expiró en 1590. Al mismo Próspero Lambertini que en su proceso de beatificación fue el encargado de examinar rigurosamente toda su vida, le tocó, luego de ser elegido papa con el nombre de Benedicto XIV, canonizarla en 1746 y decidir que su festividad se celebrara el 13 de febrero.
Por eso hoy, por intermedio de santa Catalina de Ricci –que tradicionalmente es invocada para mitigar los dolores físicos– los enfermos y nosotros con ellos, debemos pedirle a Dios que erradique el dolor físico en el mundo y alivie a cada uno de sus padecimientos espirituales.