El Santo del día
17 de agosto
San Roque
Oración a San Roque
Oh San Roque, santo patrono de los enfermos y protector contra las enfermedades, te imploro con humildad y fe en este momento de necesidad. Te ruego que intercedas ante Dios para que alivies el sufrimiento de aquellos que están enfermos, y que concedas fortaleza y esperanza a quienes cuidan de ellos. Te pido también que protejas a todos aquellos que viajan, que guíes sus pasos y los libres de peligros. Amado San Roque, modelo de caridad y compasión, te confío mis peticiones y necesidades, sabiendo que siempre escuchas nuestras súplicas con amor y misericordia.
Amén.
Los apestados que tenían el privilegio de que Roque les hiciera la señal de la cruz sobre la frente retornaban sanos a sus casas, pero a los que no podía atender y morían, los enterraba con sus propias manos; por eso los habitantes de Piacenza, le daban gracias a Dios por haberles enviado a ese santo ante el que la peste negra se rendía. Pero cuando corrió la voz de que también Roque había contraído la enfermedad, los mismos que pocos días antes le agradecían las curaciones y lo ensalzaban, comenzaron a evitarlo, e incluso algunos de ellos, intentaron expulsarlo de la ciudad; entonces en silencio, el enfermero –como también lo llamaban– abandonó la población, se refugió en una cueva de un bosque cercano y sin agua ni comida, su único alimento era la oración. Una tarde cuando estaba a punto de desfallecer escuchó un torrente y al salir de su gruta pudo constatar que milagrosamente de una roca cercana, estaba manando un grueso chorro de agua cristalina con la que calmó su sed y mientras daba gracias a Dios y lavaba las bubas que infectaban su cuerpo, llegó un hermoso perro con un pan entre sus fauces, depositó la hogaza a sus pies, se echó a su lado y empezó a lamer sus llagas. A partir de ese día, el gozque llegaba puntualmente todas las mañanas con la ración, pero un día su amo, Gotardo Pallastrelli, intrigado sobre el destino de ese pan, llegó tras él y al reconocer a Roque y ver las deplorables condiciones en las que se encontraba, se lo llevó a su casa y lo cuidó con devoción y esmero hasta que Roque se alivió.
Roque (nacido en Montpellier, Francia, a principios del siglo 14), era hijo del gobernador de la ciudad y comenzó a estudiar en la afamada academia de medicina de Montpellier, pero al quedar huérfano, abandonó la carrera, repartió entre los pobres su cuantiosa fortuna, vistió un crudo sayal y emprendió a pie una larga peregrinación por todos los santuarios europeos con la decisión de terminar su recorrido en Roma, pero al entrar a Toscana, en Italia, se encontró con que la peste negra recientemente llegada de Asia, estaba arrasando la población y entonces se dedicó a asistir a los enfermos, a curar a muchos de ellos simplemente haciéndoles la señal de la cruz sobre la frente y a enterrar a los muertos con sus propias manos, porque nadie quería tocar a los infectados. Así, de pueblo en pueblo, se fue sanando a los apestados hasta que llegó a Roma, en donde calladamente realizó una labor admirable, pero cuando el brote empezó a ceder y su fama a extenderse por toda la urbe, se escabulló discretamente de la ciudad.
Sin tener un rumbo definido Roque se fue por entre los pueblos, asistiendo, sanando y enterrando a los muertos y por donde pasaba dejaba un amplio rastro de milagros, de rostros sonrientes y la sensación de que Dios no abandona a sus hijos, porque siempre tenía en sus labios la oración, el ejemplo y la catequesis de la acción. En ese largo viaje llegó a Piacenza, en donde contrajo la enfermedad y luego de sanar, Roque se encaminó hacia su ciudad natal, Montpellier, pero de paso por Angera, (una convulsionada región que se la peleaban varios señores feudales) a orillas del río Magiore, fue confundido con un espía y recluido en una sofocante y lóbrega mazmorra en la que permaneció varios años sin que nadie se acordara de él, pero en ese lapso Roque se convirtió en el bálsamo para los demás presos. Como era lógico, Roque se fue apagando silenciosamente y de acuerdo con la tradición murió más o menos en 1378. Fue canonizado por el papa Gregorio XIII, en 1584. Por eso hoy, 17 de agosto, día de su festividad, pidámosle a san Roque que fomente en nosotros la misericordia para con nuestros hermanos.