El Santo del día
31 de agosto
San Ramón Nonato
Oración a San Ramón Nonato
Oh, glorioso San Ramón Nonato, patrono de las parturientas y de los que enfrentan dificultades en el habla, acudo humildemente a ti en busca de tu poderosa intercesión. Tú, que experimentaste el dolor del nacimiento antes de ver la luz del mundo, conoce las angustias y ansiedades que afligen a aquellos que esperan con amor la llegada de un hijo. Oh, Santo valiente y piadoso, te ruego que protejas a todas las madres embarazadas, que les brindes fuerza y consuelo en momentos de dolor y preocupación. Además, te suplico que asistas a aquellos que enfrentan dificultades en el habla, ayudándolos a encontrar la voz para expresar sus pensamientos y emociones. Oh, San Ramón Nonato, intercede por nosotros ante el Señor, para que podamos recibir las bendiciones y gracias que tanto necesitamos. Amado Santo, escucha mis súplicas y necesidades, y preséntalas ante el trono de la misericordia divina. Por tu bondad y compasión, ruega por nosotros y por todos los que buscan tu ayuda.
Amén.
Con el dinero recogido entre los feligreses logró la liberación de por lo menos cien esclavos y con la venta de sus pertenencias y algunos vasos sagrados que llevaba para celebrar la eucaristía, el padre Ramón Nonato, obtuvo otros recursos para rescatar unos cuantos más, pero todavía quedaban muchos en las mazmorras, que gemían bajo el látigo de los capataces musulmanes o languidecían en esas ardientes canteras de Argelia y al no tener más plata para negociar con los esclavistas, se ofreció como rehén a cambio de los enfermos y su propuesta fue aceptada porque los opresores sabían que por ese emisario sacarían una buena tajada. Desde ese momento el padre Ramón Nonato se dedicó a consolar a sus compañeros de presidio, curaba a los enfermos, asistía a los moribundos y dado que la menor falta se castigaba con latigazos y palizas, hubo casos en los que –cuando la vida del sancionado peligraba– él tomaba su lugar para recibir los azotes sin la menor queja. Además evangelizaba con tal celo, que al multiplicarse las conversiones de los prisioneros y los guardias, las autoridades del penal alarmadas –en vista de que no podían callarlo–, sellaron su boca con un freno de caballo que sólo le quitaban una vez al día para darle pan y agua. Ocho meses después un enviado de Pedro Nolasco pagó el jugoso rescate y el maltrecho Ramón Nonato, retornó a Barcelona en donde fue recibido como un héroe.
El 2 de febrero de 1200, en Cataluña, una mujer que estaba en avanzado estado de gravidez, volvía a su casa de la ermita de san Nicolás de Bari y tropezó, al caer, se golpeó la cabeza y murió en el acto. El señor del feudo de Cardona, Ramón de Folch, que andaba de cacería y casualmente pasaba por allí, se percató de lo que ocurría y sin pensarlo sacó el cuchillo, abrió su vientre, extrajo la criatura que se encontraba en perfectas condiciones e inmediatamente lo llevó a la iglesia y como conocía a la familia –que era vasalla suya–, se autonombró padrino, le puso su nombre pero le cambió el apellido, Sarroy, por el de Nonato, que significa: No-nacido. El pequeño creció al lado de su piadoso padre –que lo formó con acendrados principios cristianos– pero Ramón de Folch, su protector, se encargó de su educación básica y cuando el adolescente anunció que quería abrazar la vida religiosa, lo llevó adonde Pedro Nolasco, (fundador de la Orden de la Bienaventurada Virgen de la Merced, también llamados Mercedarios), que lo recibió con los brazos abiertos y lo preparó con tal fervor, que Ramón Nonato fue ordenado sacerdote en 1222, a los 22 años.
En poco tiempo se destacó en la comunidad mercedaria por su absoluta entrega a los desamparados, por su verbo elocuente y penetrante que atraía como un imán y lograba conversiones imposibles. Dado que uno de los principales objetivos de los Mercedarios era rescatar a los cristianos esclavizados por los moros, viajó en varias oportunidades al norte de África y salvó a muchos. En 1236 volvió a Argelia y en esa ocasión fue cuando se canjeó por los enfermos. Al retornar a Barcelona, los ecos de su heroica labor habían llegado a Roma y entonces el papa Gregorio IX lo premió con el capelo cardenalicio en 1239, pero Ramón Nonato no se sentía digno de tal exaltación y por eso se escondió en la oración y el ayuno, hasta que el pontífice le ordenó que fuera a la Ciudad Eterna. Al ver que no tenía más alternativa se puso su tosco sayal de peregrino y descalzo, emprendió el viaje, pero cuando había caminado no más de 20 kilómetros, de paso por Cardona –su tierra natal–, fue atacado por una repentina fiebre maligna que acabó con su vida, a los 36 años, el 31 de agosto de 1240 y fue inscrito en el Libro de los Santos en 1657 por el papa Alejandro VII. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Ramón Nonato, que nos enseñe a rescatar a los esclavos del pecado.