El Santo del día
7 de junio
San Marcelino Champagnat
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Oración a San Marcelino Champagnat
Oh San Marcelino Champagnat, padre y fundador, Tu entrega y dedicación por la educación de la juventud, Nos inspira a seguir tus pasos y vivir con fervor, Imploramos tu intercesión y protección con gratitud. Tú, que con amor y ternura formaste a los más pequeños, Enseñándoles el camino de la fe y el conocimiento, Ayúdanos a ser guías y maestros sabios y bondadosos, Para que podamos influir positivamente en su crecimiento. Oh San Marcelino Champagnat, patrón de los educadores, Ruega por nosotros ante el trono del Altísimo, Ilumina nuestras mentes con la sabiduría divina, Y fortalece nuestros corazones con el fuego del Espíritu Santo. Te pedimos que bendigas a todos los estudiantes, Acompáñalos en su camino de aprendizaje y formación, Ayúdales a descubrir sus dones y vocaciones, Y a ser constructores de un mundo más justo y en comunión.
Amén.
Llevaba varias horas orando absorto en la penumbra de su habitación y cuando se acercaba la medianoche tocaron la puerta y el sobresaltado padre Marcelino Champagnat, al abrirla, se encontró con el rostro angustiado de una madre que le pedía asistencia espiritual para su hijo moribundo; en el acto se puso su capa y salió raudo hasta un humilde rancho de los arrabales de la población en el que yacía Francisco Montaigne e inmediatamente el sacerdote comenzó a orar por él, pero se sorprendió porque el enfermo, aunque ponía mucha atención, no respondía a sus plegarias, entonces le preguntó sobre el porqué de su mutismo y el avergonzado adolescente le replicó que no conocía a Dios y por ende no se sabía ninguna oración.
Así las cosas, el padre Champagnat se dedicó a catequizarlo y al cabo de dos largos y extenuantes días en los que no se separó de su cabecera, el joven agonizante recibió el bautismo, la extremaunción y luego expiró en paz. Pensando en los cientos de muchachos que seguramente atravesaban por una situación similar a la del recién fallecido, retornó a su parroquia con el firme propósito de entregar su vida a la educación y formación religiosa de los niños desamparados y los adolescentes huérfanos.
Marcelino Champagnat (nacido el 20 de mayo de 1789, en Marlhes, Francia), era hijo de un respetable comerciante de profunda raigambre cristiana y en ese ambiente creció Marcelino, pero debido a los malos tratos que le infligió un profesor, abandonó la escuela en su primer año y entonces su tía, la monja Luisa Champagnat –que estaba refugiada allí a causa de la revolución francesa– se encargó de su educación básica que no fue suficiente, pues al ingresar al seminario en 1805, a sus 16 años, estuvo a punto de ser retirado por su bajo rendimiento, pero gracias a su piedad, su devoción mariana, su sentido de la obediencia y su tenacidad, pudo continuar y con esfuerzos notables logró superar el seminario menor, su primer escollo, y en 1813, pasó al seminario mayor en el que compartió pupitre e ideales con Juan María Vianney –el futuro santo Cura de Ars– y Juan Claudio Colin, con quienes fue ordenado sacerdote en julio de 1816.
Al poco tiempo fue nombrado coadjutor de la parroquia de la población de La Valla, en donde dio rienda suelta a su celo apostólico: asistía a los enfermos, predicaba con unción, catequizaba con deleite a los niños, se desvivía por los desvalidos, combatía las malas costumbres de los lugareños, consolaba a las viudas, a los ancianos, a los moribundos y en una de esas ocasiones fue cuando ayudó al joven que agonizaba, hecho lamentable del que surgió la idea de crear una congregación que se encargaría de educar e impartir una provechosa formación religiosa a los huérfanos, a los adolescentes abandonados y a los jóvenes que deambulaban sin Dios ni ley.
En 1817, con dos abnegados voluntarios: Juan María Granjon y Juan Bautista Audras, fundó la orden de los Hermanitos de María –más conocidos como Hermanos Maristas– a la que se agregó en poco tiempo una buena cantidad de aplicados voluntarios –casi todos de origen campesino– que luego de ser instruidos suficientemente por Marcelino Champagnat, partían en distintas direcciones con la consigna de instruir sin castigo físico e interactuando con los alumnos, para que ellos fueran los protagonistas de su formación.
Este revolucionario método multiplicó las vocaciones y como la casa de La Valla no daba abasto para recibir a los postulantes, Marcelino Champagnat se vio obligado a construir en las afueras del pueblo, con sus propias manos, una amplia casona que fue adoptada como sede principal de la orden de los Hermanos Maristas y abrió sus puertas en 1825, con el nombre de Nuestra Señora del Hermitage, desde la que Marcelino Champagnat –ya liberado de su función como coadjutor– gobernó a su congregación, que se fue ampliando con la apertura de escuelas –por solicitud de los párrocos– en muchos pueblos de Francia. Tras ser aprobada por la Santa Sede en 1836, tuvo vía libre para expandirse por todo el mundo y a pesar de que Marcelino Champagnat padecía desde hacía muchos años de una dolorosa úlcera estomacal, continuó preparando a sus Hermanos Maristas, hasta que fue atacado por un cáncer que lo llevó a la tumba el 6 de junio de 1840, a los 51 años. Fue canonizado por el papa san Juan Pablo II, en 1999. Actualmente, hay 8 mil 500 Hermanos Maristas, que educan a más de 250 mil jóvenes, en 700 colegios de 52 países. Por eso hoy, 7 de junio, día de su festividad, pidámosle a san Marcelino de Champagnat que nos enseñe a difundir el evangelio, entre los que no conocen a Dios.