El Santo del día
28 de junio
San Ireneo, Obispo y Escritor

Oración a San Ireneo
Oh, Santo San Ireneo, obispo y escritor, hoy elevamos nuestras plegarias a ti y te pedimos que intercedas por nosotros ante el Señor. Tú, que fuiste un defensor de la fe y un gran maestro de la Iglesia, danos la sabiduría y el conocimiento necesario para comprender y transmitir la riqueza de nuestra fe católica. Ayúdanos a ser testigos auténticos de Cristo ya vivir en unidad y fraternidad con nuestros hermanos. Inspíranos con tu amor por la Iglesia y tu celo apostólico. ¡Ay, San Ireneo, ruega por nosotros!
Amén.
Llevaba poco tiempo en Lyon, aunque suficiente para forjarse una sólida reputación de sacerdote sin mácula, de enérgico defensor de la pureza del mensaje original de los apóstoles (que su maestro san Policarpo, había recibido directamente del apóstol Juan), de predicador erudito y confesor misericordioso que atacaba al pecado, pero –como en la parábola del hijo pródigo– acogía al pecador con los brazos abiertos. Justamente por esa condición, Ireneo fue escogido por el obispo Potino, para interceder ante el papa san Eleuterio, a favor de un grupo de arrepentidos montanistas (herejía fundamentalista que entre otras cosas, no aceptaba el perdón de los pecados mortales cometidos después del bautismo y prohibía las segundas nupcias de viudos o viudas), a los que solamente el papa podía absolver y admitir de nuevo en la iglesia.
Sin dilación, Ireneo, emprendió el viaje hacia Roma en el año 177 y sus argumentos ante el pontífice fueron tan convincentes que san Eleuterio no dudó en indultar a los implicados y abrirles las puertas de la iglesia. Con la satisfacción del deber cumplido, Ireneo retornó y al llegar fue aclamado como nuevo obispo de Lyon, en reemplazo del anciano Potino, a quien con otros 48 cristianos lo martirizaron por orden de Marco Aurelio, emperador que durante su ausencia había desatado una brutal persecución contra los cristianos. Con esta providencial misión, Ireneo salvó su vida –pues de haber permanecido allí, también habría caído en la redada– y la Iglesia conservó al más conspicuo defensor de su ortodoxia frente al corrosivo gnosticismo que estaba socavando las bases doctrinales de la incipiente comunidad cristiana.
De la familia y niñez de Ireneo de Lyon (nacido entre los años 135 y 140 en Esmirna, hoy Izmir, Turquía), poco se sabe, pero sí existen registros de su vinculación desde muy joven con san Policarpo, quien lo formó aferrado al auténtico mensaje de Jesús, que a este obispo de Esmirna, le transmitió el apóstol san Juan, del que había sido su discípulo más aventajado e Ireneo quedó marcado por las enseñanzas, la bondad, el conocimiento y la sabiduría de san Policarpo, que lo envió como misionero a las Galias (actual Francia) y, tras ser ordenado sacerdote, comenzó a ejercer su ministerio en Lyon, ciudad que a la sazón era un hervidero comercial y cultural en el que convergían los mercaderes de Europa occidental y con ellos llegaban legiones de misioneros que convirtieron a este enclave en un vigoroso centro de la Iglesia, desde donde se irradió la evangelización por toda Francia, pero como era lógico, en esa época tan temprana del cristianismo no existía una ortodoxia sólida, lo que dejaba la puerta abierta a diferentes posturas que degeneraban en herejías y por eso tras ser nombrado obispo –a su regreso de Roma en el año 177–, dedicó su depurado conocimiento de las Sagradas Escrituras y su convicción sobre la pureza de la doctrina aprendida de san Policarpo, a combatirlas con denuedo pero especialmente al gnosticismo la más peligrosa de todas estas desviaciones.
A la par que dotaba a su clero de herramientas para enfrentar a los herejes, Ireneo de Lyon enviaba misioneros en todas las direcciones y se concentraba en el estudio profundo del gnosticismo, cuyas teorías llegó a dominar con tal perfección, que con sus mismas armas confundía a los gnósticos, lo que le permitió escribir una monumental obra llamada: Contra las herejías, compuesta por cinco libros en los que expuso, punto por punto, en qué consistía esta apostasía y en la segunda parte de la misma, destruyó todos sus argumentos y con maestría, sin dejar ninguna fisura, demostró la legitimidad y claridad del mensaje de los apóstoles; con ello erigió la columna vertebral de la doctrina eclesial que dos mil años después sigue resistiendo los embates de renegados de toda laya que han pretendido desdibujar el mensaje evangélico y para reforzar esos cimientos, Ireneo de Lyon, redactó La exposición de la predicación apostólica, texto que –según el papa Benedicto XVI– fue el primer catecismo de la doctrina cristiana y en Hitos de la Teología, sostuvo que las Sagradas Escrituras, son la fuente primordial de la fe y a través de ellas es como se puede interpretar correctamente el evangelio.
Por estos aportes –sostiene su santidad Benedicto XVI– a san Ireneo de Lyon, se le puede considerar como el Primer gran teólogo de la iglesia, el que creó la teología sistemática. Después de 25 años de prolífico magisterio apostólico, san Ireneo de Lyon, murió en el año 202 y con sobrados merecimientos recibió el título de Padre y Doctor de la Iglesia. Por eso hoy 28 de junio, día de su festividad, pidámosle a san Ireneo de Lyon, que nos enseñe a ser fieles defensores del auténtico mensaje de Cristo y sus apóstoles.