El Santo del día
16 de febrero
San Macario El Viejo
Oración a San Macario el Viejo
Oh San Macario el Viejo, anacoreta y padre espiritual, te invocamos con devoción y humildad. Admiramos tu vida de oración, penitencia y sabiduría en el camino de la fe.
Inspíranos a buscar la santidad en la soledad y en la comunión con Dios, al igual que lo hiciste tú. Que podamos encontrar la fuerza espiritual para superar las tentaciones y seguir el camino de la virtud.
Oh San Macario el Viejo, maestro de la vida ascética y ejemplo de humildad, ruega por nosotros para que podamos vivir conforme a la voluntad de Dios en cada momento de nuestras vidas.
Por tu intercesión, confiamos en la gracia y misericordia divinas.
Amén.
Mientras su rebaño pacía apaciblemente, Macario –nacido en Egipto, en el año 300– se dedicaba en la campiña a recitar salmos y a cantar alabanzas a Dios; al caer la tarde y sin buscarlas, las ovejas se apiñaban mansamente a su alrededor; entretanto, él continuaba durante toda la noche sumido en la más profunda oración y los depredadores que merodeaban alrededor del aprisco, nunca se acercaban a los corderos. En la aldea se maravillaban ante este niño al que seguía dócilmente su manada, a todas partes.
Sorprendía a los lugareños su carácter dulce y reservado que crecía a la par con su estatura y eso fue generando una envidia tal, que una joven rechazada por Macario, esparció el rumor de que el hijo que esperaba era de él y los habitantes de la población lo apalearon pero no protestó, hasta que en vista de que el trabajo de parto ya llevaba varios días, la muchacha desesperada, confesó quien era el verdadero padre y al fin pudo nacer la criatura. Una vez demostrada su inocencia se refugió en el desierto y se dedicó a la penitencia, a la oración y al ayuno.
Muchos se fueron tras Macario y en menos de diez años ya se habían levantado varios templos y entonces la Iglesia tuvo que ordenarlo sacerdote para impartir la eucaristía a su creciente discipulado. Durante sesenta años enseñó a varias generaciones de monjes a vivir en silencio, en ayuno, penitencia y oración. Cuando ocurrió su muerte el 16 de febrero del año 390, ya florecía un vigoroso movimiento monacal del que se derivó la construcción de muchos monasterios en ese yermo, al que todavía se le llama: “Desierto Macario”. Por eso hoy –fecha oficial de su festividad– es el momento justo para pedirle a Dios que disponga nuestras vidas para acercarnos a Él –como predicaba san Macario– orando “más con el corazón que con palabras pomposas y repetidas”.