El Santo del día
28 de febrero
San Leandro
![](https://televid.tv/wp-content/uploads/2021/02/28-SAN-LEANDRO-286x300.jpg)
Muerto el rey visigodo, Leovigildo, que había impuesto un férreo molde arriano a la Iglesia de la España medieval, su hijo Recaredo, que lo sucedió en el trono, decidió enfrentar con firmeza esa herejía que se aferraba como sanguijuela a sus privilegios obtenidos durante el reinado de su padre y para el efecto acudió a su mentor, Leandro, arzobispo de Sevilla, que lo había catequizado pero no bautizado, para evitar que corriera la misma suerte de Hermenegildo, su hermano mayor, al que Leovigildo había ejecutado por haberse convertido al catolicismo. Entonces, Leandro le propuso la realización de un concilio, al que por orden del soberano (en aquella época los reyes tenían la prerrogativa de convocar a los prelados), tuvieron que asistir todos los obispos del reino.
Presidido por el arzobispo Leandro y por Mausona –obispo de Mérida y el de mayor antigüedad–, comenzaron las deliberaciones del III Concilio de Toledo, el 4 de mayo del año 589 y, aunque la facción arriana era mayoría y quería dar la pelea, tras varios días de acaloradas discusiones dogmáticas en las que Leandro había permanecido callado, por fin tomó la palabra y su exhortación fue tan sentida, brillante, elocuente y profunda que los asistentes –entre quienes también se contaban los nobles y dignatarios de la corte–, prorrumpieron en llanto. Al terminar su intervención el rey Recaredo se levantó, abjuró de la confesión arriana, oficialmente abrazó la fe católica, juró lealtad al papa y, tras él, todos los presentes –incluidos los obispos arrianos más recalcitrantes–, hicieron lo propio. En cuestión de semanas, todo el pueblo instruido por sus pastores volvió al seno de la Iglesia católica y desde entonces, España se transformó en el bastión de la cristiandad.
Leandro (nacido en Cartagena, España, en el año 535), era hijo de Severino, alto dignatario del imperio romano, que por exigencias de su cargo, tuvo que emigrar a Sevilla, ciudad en la que Leandro adelantó sus estudios formales y en ellos se destacó por su aguda inteligencia, don de gentes y liderazgo, cualidades que aprovechó –tras la temprana muerte de su padre–, para educar a sus hermanos menores, que hoy forman parte del santoral católico: Fulgencio, que llegó a ser obispo de Ecija; Florentina, que fue abadesa benedictina, y el gran Isidoro de Sevilla, que lo sucedió a él, en el arzobispado sevillano. Una vez liberado de esa obligación ingresó a un monasterio, con la idea de dedicarse a la oración, la meditación y el ayuno, pero incapaz de callarse ante los arrianos, escribió contundentes argumentos para demostrar la falsedad de sus ideas, lo que derivó en su elección como obispo de Sevilla, en el año 578.
Dado que el Arrianismo había permeado todos los ámbitos del reino, el arzobispo Leandro creó una escuela en la que además de enseñar las materias habituales (latín, retórica, gramática, matemáticas, filosofía, etc.), desplegó una eficaz defensa de la fe católica mediante brillantes escritos teológicos contra la herejía arriana y realizó una convincente evangelización que logró sus mayores frutos con la conversión del príncipe Hermenegildo –gobernador de Sevilla, en ese momento–, que resueltamente desafió la autoridad de su padre el rey Leovigildo, que era un arriano convencido y por eso lo condenó a muerte y de paso desterró a Leandro, al que acusó de ser el instigador de la sublevación de su hijo. Durante su exilio en Constantinopla, Leandro trabó una profunda amistad con el futuro papa Gregorio Magno (que actuaba como embajador del papa Pelagio, en la corte bizantina), relación de la que se nutrieron doctrinalmente estos dos colosos, indiscutibles puntales de la Iglesia, en la edad media.
En el 585, Leandro volvió a Sevilla, cuando el carácter del irascible Leovigildo se había atemperado y de hecho el mismo monarca, le pidió que se encargara de la educación del nuevo delfín, el príncipe Recaredo, al que moldeó espiritualmente de tal forma, que cuando ascendió al trono tras la muerte de su padre y con la ayuda de Leandro, recuperó a todo el pueblo español para la fe católica. A continuación Leandro se dedicó a reforzar su escuela teológica y en ella formó una notable generación de sacerdotes y obispos, construyó parroquias, monasterios y diferentes obras sociales concebidas para ayudar a los pobres; a la par con esa intensa actividad pastoral, Leandro mantenía sus costumbres de monje y observaba estrictamente las reglas monacales basadas en la intensa oración, ayuno, penitencia y disciplina corporal, excesos que al final menguaron su salud y el 13 de marzo del año 601, murió en olor de santidad en su amada Sevilla. Fue canonizado por el papa Sixto V, en 1585. Por eso hoy, 28 de febrero, día de su festividad, pidámosle a san Leandro, que nos muestre el camino de la verdadera conversión.