El Santo del día
3 de abril
San Juan de Britto
![](https://televid.tv/wp-content/uploads/2021/03/3-SAN-JUAN-DE-BRITTO-286x300.jpg)
Al doblar el Cabo de la Buena Esperanza, una violenta tempestad comenzó a zarandear el barco que parecía una cáscara de huevo a merced de las olas, pero el padre Juan de Britto se paró en la proa y con un crucifijo en la mano invocó la asistencia y protección de Dios y a continuación, entonó la novena de san Francisco Javier y antes de concluirla, el turbulento océano ya se había calmado; entonces el buque pudo deslizarse sin sobresaltos al otro lado de este extremo sur de África y el padre Juan de Britto, como si no hubiera ocurrido nada, continuó atendiendo a los marineros y a sus compañeros jesuitas, víctimas del escorbuto. Era su primer viaje a India, país al que había escogido para su labor evangelizadora, pues quería seguir los pasos de san Francisco Javier, santo al que su madre lo había encomendado en su niñez, cuando estuvo a punto de morir por culpa de una misteriosa enfermedad que los médicos de la corte de Portugal, no supieron diagnosticar.
Nacido el 1° de marzo de 1647, en Lisboa, Juan de Britto creció como paje y compañero de juegos del infante Don Pedro, heredero del trono de Portugal, porque su padre, que era amigo íntimo de Juan IV, había muerto mientras ejercía –por decisión del rey–, el cargo de gobernador de Brasil y por eso el soberano se encargó de su crianza, como si se tratara de su propio hijo y confió su educación a los Jesuitas, con los que descubrió su inclinación religiosa y a pesar de la oposición del monarca y de su madre, Juan de Britto decidió ingresar a la Compañía de Jesús y nadie pudo detener su ardiente vocación.
Dos meses después de haber sido ordenado sacerdote y aceptado para las misiones de India, el padre Juan De Britto se escondió en un barco (para evitar que su madre y el rey Pedro, lo detuvieran) y al día siguiente 25 de marzo de 1673, zarpó con 16 compañeros, pero solo llegó a suelo indio, con tres, porque los otros 13, murieron en la travesía a causa del escorbuto. Para penetrar el férreo sistema de clases, se volvió vegetariano, aprendió a hablar tamil y otros dialectos, vistió el hábito azafrán de los Pandaram –penitentes de las castas inferiores–, se dejó crecer la barba, adoptó el turbante que los distinguía, se mimetizó entre los parias y desde allí comenzó una sutil acción misionera que en poco tiempo arrojó excelentes resultados y le abrió las puertas de las castas superiores, en las que la cosecha, fue más abundante; así recorrió durante 20 años, buena parte del territorio indio, dejando a su paso cientos de miles de conversiones.
Ni las torturas a las que fue sometido en varias provincias, detuvieron al padre Juan de Britto. Al contrario lo motivaban para proseguir, con tal denuedo, que hubo jornadas en las que sus ayudantes tenían que sostenerle las manos en alto, para que pudiera continuar bautizando; cuenta la tradición, que en una semana, administró este sacramento a más de mil personas. Pero cayó en desgracia cuando bautizó al príncipe Teriadeven y a toda su corte, lo que despertó la ira de su padre, el rey Rauganadevén, que lo condenó a muerte e hizo que lo degollaran en 1693. Fue canonizado por el papa Pío XII, en 1947. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Juan de Britto, que reconforte y ayude a todos los misioneros del mundo, en su labor evangelizadora.