El Santo del día
26 de abril
San Tarsicio

Como de costumbre, ese domingo del año 258, se reunieron los fieles para celebrar la Eucaristía a pesar de que sus verdugos rodeaban la zona y en su homilía el papa san Sixto II (que al poco tiempo sería ejecutado allí mismo mientras oficiaba misa), pidió a los feligreses que fueran valientes en la defensa de la fe, que hicieran de la comunión el escudo que habría de fortalecerlos ante las persecuciones, y a propósito de ello, recordó a los hermanos cautivos que gemían por la falta de este alimento espiritual y preguntó si alguno de los presentes se arriesgaría a llevarles la comunión; de entre la concurrencia levantó su mano el monaguillo Tarsicio, que para despejar las dudas sobre si era el más idóneo, afirmó que gracias a su juventud pasaría inadvertido en las calles y al llegar a la cárcel diría que era hijo de uno de los presos, entonces todos aprobaron su designación.
Mientras Tarsicio caminaba hacia el reclusorio, recordaba que cuando celebraban la misa dominical –una semana antes, en el interior de las Catacumbas de San Calixto–, los esbirros del emperador Valeriano habían irrumpido en el recinto y decapitado a muchos fieles sin que ninguno de ellos opusiera resistencia; capturaron a los demás, los exhibieron encadenados por las calles romanas y luego los confinaron en las oscuras mazmorras imperiales, a la espera de ser lanzados a las fieras en el anfiteatro.
Cavilando en el suplicio que les esperaba a sus hermanos, Tarsicio, apuró el paso para llegar con el anhelado consuelo espiritual y no se percató de que, desde la salida de la catacumba, lo seguía un piquete de guardias que varias cuadras más adelante le dio alcance y le exigió que descubriera lo que con tanto celo llevaba bajo su manto. Tarsicio, en vez de mostrar su tesoro, apretó contra su pecho el relicario en el que llevaba las sagradas formas y por más que la soldadesca lo intentó, no pudo quitárselo. Entonces los perseguidores la emprendieron contra Tarsicio, a garrotazos, patadas y pedradas, hasta que cayó exánime y ni así aflojó los brazos. Al fin se rindieron los esbirros al ver que no soltaba la preciosa prenda y vociferando se alejaron, mientras el joven Tarsicio agonizaba.
Al rato, Cuadrato, un militar catecúmeno (persona que se prepara para ser bautizada) pasaba por allí, lo recogió piadosamente y con él a cuestas, se dirigió a las Catacumbas de San Calixto. En el camino, Tarsicio le entregó el cofrecillo al militar y le pidió que completara su misión y a continuación, expiró. Tarsicio, que fue enterrado dentro de la misma catacumba junto al papa san Ceferino, se convirtió en uno de los mártires más populares de los primeros tiempos del cristianismo y por lo singular de su acción, la Iglesia lo ha reconocido como el “Protomártir de la Eucaristía”. Por eso hoy, 26 de abril, día de su festividad, pidámosle a san Tarsicio, que nos conceda la suficiente valentía para defender y apropiarnos del cuerpo y la sangre de Cristo, aunque nos cueste la vida.
Oración San Tarsicio
Oh San Tarsicio, mártir y protector de los servidores del altar, te pedimos que intercedas por nosotros ante Dios en nuestra búsqueda por vivir una vida santa y pura. Ayúdanos a ser fieles en nuestro compromiso con la Iglesia ya llevar a Cristo a los demás con valentía y amor. Fortalécenos en nuestra fe para que podamos resistir las tentaciones del mundo y ser verdaderos discípulos de Jesús. San Tarsicio, quien te ofreciste a llevar los objetos sagrados con devoción y amor, ayúdanos a ser dignos de servir en la liturgia ya llevar la Eucaristía a los enfermos y necesitados. Te pedimos que nos cubras con tu manto protector y que nos guíes en el camino de la santidad, para que podamos algún día unirnos a ti ya todos los santos en la gloria eterna de Dios. Amén.