El Santo del día
28 de abril
San Luis María Grignion De Montfort

A medianoche, en medio de la penumbra de la luna menguante, empezó a perfilarse una magra figura que con un cuerpo a cuestas avanzaba hacia el convento de los dominicos y al llegar a la portería, la voz estentórea del individuo dijo: “Hermano portero: ábrale a Jesucristo”. Mientras el eco retumbaba en toda la aldea de Dinán, las puertas del monasterio se entreabrieron y asomó un monje que al reconocerlo, lo dejó entrar. Una vez en el interior, el padre Luis María Grignion de Montfort, que aún jadeaba encorvado bajo el peso del sujeto que reposaba inconsciente sobre sus espaldas, le pidió al fraile que le ayudara a llevarlo a su celda, en la que con mucho cuidado, lo depositaron en su propia cama. A continuación el padre comenzó a limpiar las llagas de ese leproso que había recogido de la calle y mientras lo curaba, rezaba el rosario; al otro día, el enfermo salió sano y con la piel tan tersa, como la de un bebé.
Pero eso no era extraño en la vida del padre Luis María Grignion de Montfort (nacido en Montfort, Francia, el 31 de marzo de 1673), porque desde muy niño se entregó a la Virgen, ante la que pasaba días enteros orando, lo que desencadenó la ira de su padre, un abogado de temperamento volátil que pretendía encaminarlo hacia su profesión. Pero el pequeño se salió con la suya y con la bendición de sus padres, un caballo, diez escudos e indumentaria nueva, emprendió su viaje a París, para ingresar al seminario de san Sulpicio. En el camino regaló el caballo, el dinero y canjeó su ropa nueva con un mendigo; descalzo, harapiento y pidiendo limosna, caminó los 300 kilómetros restantes. Por su deplorable aspecto no querían recibirlo en el seminario, pero logró convencer al rector y se convirtió en el más aventajado y piadoso de los alumnos. Invariablemente al término de las clases, se recogía en la capilla para orar ante la imagen de la Virgen María, hasta muy entrada la noche.
Con 27 años, el 5 de junio de 1700, Luis María Grignion de Monfort se ordenó sacerdote y a pesar de que su más ferviente deseo era ser misionero, fue enviado como capellán al hospital de los pobres de Poitiers y aunque dejó una huella profunda entre los enfermos y marginados por su abnegación y entrega incondicional, algunos curas envidiosos lo hicieron echar, pero antes de salir fundó con María Luisa Trichet –una muchacha de alta alcurnia– la Congregación de las Hijas de la Sabiduría y marchó a pie limpio a Roma, en donde el papa Clemente XI, en 1706, le confirió el título de Misionero Apostólico y lo envió de regreso a Francia, país que a la sazón pasaba por una aguda crisis religiosa. Entonces Luis María Grignion de Montfort se dedicó a recorrer el país y por donde pasaba dejaba una enorme cantidad de devotos de la Virgen y del santo rosario y una luminosa estela de milagros, pues –por ejemplo–, las despensas de las casas en donde le daban de comer a su séquito de pobres, amanecían llenas al otro día.
Mientras tanto, impelido por el incontenible amor a la Virgen María, iba escribiendo El tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen (texto fundamental de la devoción mariana) y creó además, la Compañía de María, conocida también como la Legión de María. Después de realizar más de 200 misiones evangelizadoras a cuyo término siempre sembraba cruces en caminos y plazas, empezó a menguar su salud y el 28 de abril de 1716, san Luis María Grignion de Montfort, murió a los 43 años. Fue canonizado, el 20 de julio de 1947, por el papa Pío XII. Por eso, hoy 28 de abril, día de su festividad, pidámosle a san Luis María Grignion de Montfort, que nos enseñe a amar a la Santísima Virgen, como él la amó.
Oración San Luis María Grignion De Montfort
Oh Santa Zita, patrona de las sirvientas y ejemplo de humildad y servicio, te pedimos que intercedas por nosotros ante Dios. Tu vida dedicada al trabajo ya la caridad es un testimonio de amor y servicio a los demás. Ayúdanos a vivir con humildad ya encontrar la alegría en las tareas cotidianas que se nos presentan. Que podamos hacer todo con amor y ofrecerlo a Dios como un acto de adoración. Santa Zita, quien en tu servicio en la casa de los Fatinelli, diste testimonio de tu amor a Cristo ya tus hermanos, danos la gracia de ser testigos del Evangelio dondequiera que estemos. Te pedimos que nos protejas y nos guíes en nuestro camino diario y que nos des la fortaleza para perseverar en la fe y en la caridad, incluso en tiempos difíciles. Que nuestro servicio a los demás sea una expresión de nuestro amor por Dios. Amén.