El Santo del día
5 de marzo
San José Oriol
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Decidido a convertirse en misionero, el padre José Oriol (nacido en España el 6 de mayo de 1650), dejó su parroquia de Santa María del Pino, en Barcelona –a pesar de que sus feligreses le imploraban que no los abandonara– y viajó para pedirle permiso al papa; como a mitad del camino, encontró un destacamento de soldados ateridos y con hambre, les dio sus ahorros y al llegar al puerto de Marsella, en donde debía embarcarse hacia Roma (aunque estaba ayunando, como era usual en él), se apiadó de su compañero Buenaventura Vallescá, –que tenía hambre– y lo llevó a comer a un hostal; al terminar la cena se percató de que no tenía con qué pagar, entonces tomó un rábano que había sobrado y lo partió en unas rodajas que se convirtieron en monedas. Así logró pagar la comida, pero no pudo continuar su travesía porque antes de que partiera el barco se enfermó y fue llevado al hospital, allí se le apareció la Virgen para curarlo y ordenarle que regresara a Barcelona, que era en donde Dios lo necesitaba.
Desde antes de viajar a Marsella, José Oriol ya era un apetecido pero temido confesor (que asignaba a quienes esperaban su absolución, rigurosas penitencias, arguyendo que sin el esfuerzo del penitente para cumplirlas, la confesión sería vana) y además tenía una bien ganada fama de taumaturgo, pues curaba diariamente a cientos de personas que hacían largas filas desde el amanecer hasta las tres de la tarde cuando se paraba del confesionario para impartirles la bendición a cada uno y con ello recuperaban la salud en el acto. Inclusive José Oriol sanaba a los enfermos, contra su voluntad, como ocurrió con un mendigo –al que le decían “Granuja” – y que permanecía con su pierna gangrenada junto a la puerta de la iglesia, pidiendo limosna. Un día José Oriol le preguntó si quería ser curado y el pordiosero le dijo que no, porque entonces de qué iba a vivir, si no sabía hacer nada más; inmediatamente el sacerdote le respondió: “Así no lo quieras, quedas curado”. Y en efecto quedó sano. A continuación José Oriol le dio trabajo como ayudante del sepulturero en el cementerio de su iglesia.
Su humildad contrastaba con la fama de su santidad, porque cuando le preguntaban por los prodigios que obraba, decía que él no era más que un instrumento de Dios y que “si tuviéramos fe en Jesucristo, podríamos curar, pues Él, al enviar a los apóstoles les dijo: pondrán las manos sobre los enfermos y curarán”. Minado por su rigurosa disciplina ascética, el “Doctor pan y agua”, –así lo llamaban cariñosamente sus feligreses– enfermó de pleuresía y como no tenía ni cama, un amigo se lo llevó para su casa y allí falleció san José Oriol, el 23 de marzo de 1702, la misma fecha que él había predicho para su muerte, años antes. Al canonizarlo Pio X, en 1909, dijo que difícilmente se puede encontrar en la historia de la Iglesia, a alguien con una fe más intrépida que la de san José Oriol. Por eso hoy, 5 de marzo, día de su festividad, pidámosle a san José Oriol, que así como la tuvo él, nos ayude a robustecer nuestra fe en Jesucristo.