El Santo del día
11 de marzo
San Eulogio de Córdoba
Como las restricciones para que los cristianos pudieran practicar su fe eran cada vez más opresivas en el califato de Córdoba, España, muchos optaban por renegar de ella o en el mejor de los casos miraban hacia otro lado, cuando a los monjes o sacerdotes que transitaban por sus calles los apedreaban, ridiculizaban o torturaban. Como respuesta a esa laxitud de los seudo cristianos, surgió de la mano del sacerdote Eulogio de Córdoba (teólogo, humanista, escritor y excelso orador sagrado) un vigoroso movimiento de auténticos seguidores de Cristo que espontáneamente empezaron a manifestarse en las plazas con intrepidez y valentía proclamando su fe y desafiando al represivo califa Muhammad I, que como respuesta desató una feroz persecución contra los cristianos.
Eulogio, nacido, en el año 800 en el seno de una prestante familia cristiana de Córdoba, que por varias generaciones se había mantenido fiel a su fe, creció en un ambiente piadoso, pues su abuelo –que tenía su mismo nombre– lo paseaba desde muy pequeño por la Biblia, y lo detenía especialmente en los salmos, de donde extrajo la convicción y fortaleza suficientes, para convertirse en sacerdote a los 25 años. Su elocuencia y la simpleza genial de sus escritos, convirtieron en poco tiempo a Eulogio de Córdoba, en el clérigo más respetado y acatado de la ciudad. Por esa causa fue encarcelado largo tiempo, que aprovechó para escribir sus mejores obras: Memorial de los mártires, el Documento martirial y el Apologético, libros en los que consignaba la vida de los mártires e instaba a los creyentes a no temerle al martirio, porque la recompensa era superior a los sufrimientos que debían padecerse.
El influjo de los escritos de Eulogio fue de tal talante, que desde el año 852 niños, doncellas, hombres jóvenes, monjas, monjes, ermitaños, sacerdotes, matronas aristócratas, comerciantes, ancianos y soldados, proclamaban su fe a los cuatro vientos y mansamente aceptaban el martirio cantando himnos de alabanza a Dios. El río de sangre mártir que fluyó durante varios años por las calles de Córdoba, puso en jaque a las autoridades, que temerosas de un levantamiento popular, decidieron acabar con el movimiento cortándole la cabeza. Y esa cabeza era la de Eulogio.
Aprovecharon la coyuntura de que Eulogio protegía e instruía en su casa a Lucrecia, una joven de origen musulmán, que contra el parecer de sus padres se había convertido al cristianismo y los apresaron a ambos. Durante el juicio le pidieron que abjurara de su fe y Eulogio les respondió temerariamente que quienes debían renegar de la suya eran los jueces, pues –según él–, Mahoma era un impostor. Los magistrados consideraron que estaba blasfemando contra el profeta y a causa de ello lo decapitaron el 11 de marzo del año 859. Por eso hoy, día de su festividad, debemos invocar a san Eulogio de Córdoba, para que nos ayude a mantenernos firmes en la defensa de nuestra fe.