El Santo del día
16 de marzo
San Clemente María Hofbauer
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En 1795, estaba oficiando una misa solemne en la iglesia de san Beno, en Varsovia, cuando varias balas de cañón impactaron contra el templo, pero los feligreses permanecieron impertérritos porque san Clemente Hofbauer, que continuó con su predicación, les dijo que nada sucedería porque Dios los protegía y en efecto, la ermita y sus ocupantes salieron indemnes de ese lance. Ese fue el único hecho sobrenatural que le ocurrió a este santo, cuya vida siempre estuvo signada por los obstáculos, pero jamás se arredró ante las contingencias, las que por el contrario lo revestían de bríos para continuar con su labor apostólica y evangélica. Meses antes, cuatro de sus sacerdotes habían muerto envenenados por un jamón, que aviesamente les hicieron llegar como donativo, pero ni eso detuvo su ímpetu misional.
Huérfano de padre, Clemente Hofbauer (nacido el 26 de diciembre de 1751), empezó a trabajar a los siete años para ayudar a la manutención de sus once hermanos, y a los 14, entró como ayudante de panadería en la abadía de Klosterbruck; aprovechó esa coyuntura para estudiar latín, pero la temprana muerte de su preceptor frustró su deseo de ser sacerdote. Después de muchos años de luchar infructuosamente (vivió como ermitaño, realizó varias peregrinaciones a Roma, pidió ayuda en todas partes), se radicó en Viena y mientras trabajaba como panadero y ayudaba en una iglesia cercana, dos damas de la alta sociedad, sorprendidas por su evidente vocación, lo patrocinaron y por fin pudo concluir sus estudios de teología en Roma y fue recibido en la Congregación de los Padre Redentoristas.
En 1785, tras ser ordenado sacerdote a los 34 años, Clemente Hofbauer fue enviado a la desvencijada iglesia de san Beno, en Polonia, y la reconstruyó en tiempo récord. En cuestión de meses, ya no cabían en el templo los feligreses y eso que celebraba cinco eucaristías diarias y confesaba de la mañana a la noche. Muy pronto abrió dos orfanatos en los que vivían –separados–, 300 niños y 200 niñas. Las conversiones fueron de tal alcance, que en un solo año repartió 104 mil comuniones, pero sus enemigos (incluso fue encarcelado varias veces por el gobierno anticlerical), no le daban tregua; después de 20 años de encomiable labor apostólica, fue expulsado de Polonia. En 1808, Clemente Hofbauer volvió a Viena –que a la sazón era el centro cultural de Europa– y en los últimos 12 años de su vida, devolvió al seno de la Iglesia al pueblo liso y llano, pero también a los más encopetados intelectuales, filósofos, escritores, músicos y políticos de la ciudad; inclusive, muchos de ellos, ingresaron a la Orden de los Redentoristas.
Al morir el 16 de marzo de 1820, a punto de cumplir setenta años, los vieneses se volcaron a las calles y durante varias semanas estuvo la ciudad de luto. Fue canonizado en 1888 por el papa León XIII y en 1914, el papa Pío X, le concedió el título de Apóstol y Santo Patrón de Viena. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a Dios, que por la intercesión de san Clemente Hofbauer, seamos capaces de enfrentarnos a las dificultades con fe y alegría.