El Santo del día
4 de marzo
San Casimiro de Polonia
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La familia compungida por la muerte de Úrsula, su única hija, fue en peregrinación a la catedral de Vilna (Lituania) y ante su sepulcro le pidió a san Casimiro, que por su intercesión, le fuera devuelta la vida y cuando retornó a casa, encontró a la joven sentada en su cama comiendo copiosamente. Y es que san Casimiro, tercer hijo del rey de Polonia y de la reina Isabel de Hungría, nacido el 5 de octubre de 1458, se dedicó desde pequeño a la oración –de la mano de sus preceptores, el padre Juan Dlugosz y el profesor Calímaco, exsecretario de Pío II– y se entregó a la devoción mariana con entusiasmo, celo y humildad; y a pesar de ser príncipe, siempre dormía en el suelo, ayunaba constantemente y ni por curiosidad participaba de la vida mundana de la corte.
A los 14 años, por derecho de sucesión, quisieron coronarlo rey de Hungría, pero él declinó tal honor, porque aceptarlo podría desencadenar una guerra civil. Sin embargo por su sensatez, mesura y precoz sabiduría, el rey Casimiro IV, de Polonia, lo convirtió –cuando contaba quince años–, en su principal consejero, cargo que usó para ayudar a su padre a gobernar con probidad y ecuanimidad; desde allí auxiliaba y defendía a los más desvalidos, (que lo llamaban “El defensor de los pobres”) y con ellos oraba ante las puertas cerradas de las iglesias de Cracovia, durante las noches y hasta el amanecer, sin importar el clima.
Cuando ya estaba en edad de casarse, a sus 18 años, concertaron su matrimonio con una princesa alemana, pero Casimiro no aceptó porque había hecho votos de castidad y de entrega absoluta de su vida a la Virgen. Con todo y ello continuó participando de la administración del estado y cuando su padre viajó a Lituania, en 1479, a resolver los graves problemas que padecía ese distrito de su reino, le encomendó la administración de Polonia con plenos poderes y durante tres años, el príncipe Casimiro, gobernó a su pueblo con admirable honradez, prudencia y justicia y como esta labor le ocupaba todo el día, en las noches oraba, ayunaba y meditaba hasta antes del amanecer y luego de dormir una hora, asistía a misa, comulgaba y volvía renovado a trabajar sin descanso y le alcanzaba el tiempo para salir a la calle a recibir las peticiones y quejas de los más pobres y solucionarlas al instante.
Pero ese ritmo tan febril, le cobró de contado, pues luego de entregarle el poder a su padre y mientras viajaba a Lituania en misión oficial, el príncipe Casimiro contrajo tuberculosis y murió en la población de Grodno, a los 26 años, el 4 de marzo de 1484; por petición expresa de Casimiro, fue enterrado en la catedral de Vilna, en donde al exhumar su cadáver 120 años después, encontraron su cuerpo incorrupto y como si estuviera estrenando vestimentas. Canonizado por el papa Clemente VIII, en 1602, fue proclamado Santo Patrono de Polonia y Lituania. Por eso hoy, día de su festividad, es bueno encomendarle nuestros mandatarios a san Casimiro, para que les enseñe a gobernar con honestidad, transparencia y en función de los más necesitados.