El Santo del día
24 de agosto
San Bartolomé
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Oración a San Bartolomé
Oh San Bartolomé, santo y venerado, Intercesor fiel ante el trono de Dios, Escucha nuestra humilde oración, Llena de devoción y gratitud. Conocedor de los secretos del corazón, Tu sabiduría y amor son infinitos, Guíanos por el camino de la verdad, Y protégenos de todo mal y peligro. Oh valiente mártir de la fe, Que diste tu vida por el Evangelio, Danos fuerza para enfrentar las pruebas, Y perseverar con esperanza y consuelo. San Bartolomé, amigo de Cristo, Modelo de fe y entrega total, Ayúdanos a seguir sus pasos, Y a vivir con caridad y caridad fraternal. Ruega por nosotros ante el Señor, Para que podamos ser dignos de su gracia, Y alcanzar un día la eterna gloria, En la presencia divina que tanto anhelamos.
Amén.
Ni los médicos ni los hechiceros venidos de todas partes habían podido acertar y la condición de la princesa empeoraba sin que nadie pudiera hacer nada, por lo que su padre, el rey Polimio, de Armenia, estaba a punto de desfallecer al ver que su hija se tornaba cada vez más agresiva con todos y peor aún, con ella misma. Por eso cuando le informaron que en la ciudad se encontraba un tal Bartolomé que se proclamaba seguidor de Cristo y en su nombre le había devuelto la vista a un ciego de nacimiento y curado a varios leprosos, el rey decidió jugarse su última carta y envió por el apóstol, quien al ver a la enferma dijo que estaba poseída y luego de orar por ella y expulsar a los demonios que la habitaban, la joven se recuperó milagrosamente. Entonces Polimio, en señal de agradecimiento, le regaló una caravana de camellos cargados de oro, plata y piedras preciosas, pero el santo le devolvió las riquezas y le dijo que la única recompensa que esperaba era que el rey y su familia reconocieran a Jesucristo como el único Dios verdadero y le entregaran sus vidas. Y así ocurrió: el soberano, su esposa, su hija y buena parte de la corte se convirtieron y al poco tiempo fueron bautizados.
Bartolomé nacido en Caná, era uno de los jóvenes más respetados de la aldea por su seriedad y su capacidad para encarar a las autoridades romanas cuando sentía que se estaban cometiendo injusticias, especialmente en el cobro de la tributación y por eso todos acudían a él para que los representara en estos asuntos. Un día en el que su pueblo estaba alborotado porque acababa de llegar Jesús, su amigo de toda la vida, Felipe, llegó corriendo hasta él y le dijo: “Ese del que escribió Moisés en la ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: es Jesús de Nazaret, el hijo de José.” El pragmático Bartolomé le replicó: “¿De Nazaret, puede salir algo bueno?”. Felipe solo atinó a responderle: “Ven y verás”. Entonces ambos se fueron a buscarlo y al ver Jesús a Bartolomé, afirmó tajantemente: “Este es un israelita auténtico en el que no hay engaño”.
En efecto así era Bartolomé, que a partir de ese encuentro, dejó todo a un lado y siguió incondicionalmente a Jesús durante su vida pública y aunque mantuvo un bajo perfil, luego de la ascensión del Señor –en la que estuvo presente–, se convirtió en uno de los líderes más connotados del grupo y emprendió su evangelización por Asia Menor. Luego de visitar las ciudades de Lidia y Misia, recaló en Hierópolis, en donde fue torturado porque logró alejar al pueblo del culto de sus dioses paganos y acusado por los sacerdotes de la localidad, estuvo a punto de morir.
Bartolomé continuó su travesía por Mesopotamia y alcanzó a llegar a la India, país que por su conducto conoció el nombre de Jesús y su obra redentora. De allí retornó a Armenia para sanar a la hija del rey y obtener la conversión de toda su familia, excepto la de Astiages, hermano de Polimio, que gobernaba en la ciudad de Albano a la que llegó Bartolomé, para continuar con su proclamación del evangelio. Entonces el tirano aprovechó la coyuntura, lo apresó y después de azotarlo, apalearlo y desollarlo, y aun sin piel, continuaba proclamando el nombre de Nuestro Señor Jesucristo; fue crucificado cabeza abajo, pero como no se callaba, lo decapitaron. Por eso hoy 24 de agosto, día de su festividad, pidámosle a san Bartolomé, que nos dé fuerzas para seguir anunciando sin miedo la Buena Nueva del Evangelio.