El Santo del día
17 de febrero
Los Siete Santos Fundadores
![](https://televid.tv/wp-content/uploads/2021/02/17-LOS-SIETE-SANTOS-FUNDADORES-286x300.jpg)
Oración a los siete Santos Fundadores
Oh gloriosos Siervos de María, los Siete Santos Fundadores, Buenaventura, Bartolomé, Amadeo, Ricovero, Benedicto, Juan y Alejo, nos postramos ante ustedes con humildad y devoción. En la búsqueda de la santidad y el servicio a María, ustedes establecieron una orden dedicada al amor y la compasión. Rogamos su intercesión, oh santos bondadosos, para que obtengamos la gracia de vivir con devoción a Nuestra Madre Celestial. Inspírenos a seguir su ejemplo de servicio desinteresado y a propagar la devoción a la Virgen María. Que, como ustedes, podamos ser fieles servidores de nuestra Reina y Madre. Oh Siervos de María, rueguen por nosotros ante el trono de Dios, para que podamos recibir las bendiciones y la gracia divina.
Amén.
Hastiados de la febril vida bohemia de Florencia, los siete amigos: Bonfilio, Alejo, Maneto, Sóstenes, Buonayunta, Hugo y Amadeo –todos ellos jóvenes y acaudalados comerciantes–, se refugiaron en la oración y mientras rezaban el rosario, el 15 de agosto de 1233, día de la Asunción de la Santísima Virgen, ella se les apareció, recomendándoles que se alejaran del mundo y le dedicaran sus vidas a través de la oración y del servicio a los más desamparados. Entonces liquidaron sus asuntos, dejaron lo suficiente para la supervivencia de sus familias, el resto lo repartieron entre los pobres y sin más equipaje que el amor a la Virgen, se fueron a vivir en una ramada con oratorio, que construyeron en el Monte Senario y empezaron a llamarse Siervos de María.
Al cabo de algunos años, en vista de que muchos querían seguirlos y como los fundadores dudaban entre aceptarlos o no, una noche pusieron el asunto en manos de la Virgen y mientras oraban, observaron por la ventana que en medio de su pequeña huerta, abatida por una feroz helada, resplandecía rozagante y llena de racimos, una viña que horas antes estaba congelada. El milagro les hizo comprender que debían recoger frutos, entonces abrieron sus puertas a los postulantes y de nuevo la Virgen se les apareció y les entregó sus hábitos negros y las reglas de san Agustín. Lo demás fue coser y cantar porque en poco tiempo, la congregación echó raíces en toda Europa.
Los Santos Fundadores, ya ordenados sacerdotes (excepto Alejo que quiso permanecer como humilde hermano lego y fue el último de los Santos Fundadores en morir el 17 de febrero de 1310) se fueron sucediendo en la regencia de los Siervos de María, a cuál más humilde, santo, penitente, sabio y lleno de dones. Así como en vida estuvieron unidos en la amistad, la fraternidad y los ideales, después de muertos, todos fueron depositados en la misma tumba. Por eso al proclamarlos santos en 1888 y declarar al 17 de febrero como día de su festividad, el papa León XIII (al referirse a éste, como el único caso –en la historia de la iglesia–, de canonización colectiva en una sola causa), aseguró que la santidad también puede ser colectiva, si logramos que la oración tenga el mismo compás en todos los corazones.