El Santo del día
28 de marzo
Beato Enrique Susso
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Después de muchas semanas de cristiana paciencia, por fin el padre Enrique Susso respiraba tranquilo porque aquella mujer a la que había recuperado de la calle y rescatado de la prostitución, transitaba por los caminos de la oración y su gozo era aún mayor porque sus gestos, actitudes y palabras le indicaban que abrazaría la vida religiosa; pero cuál no sería su sorpresa al comprobar que fingía su piedad, con el fin de no perder la ayuda económica que el clérigo recogía entre algunas familias pudientes para ella y su hijo e inmediatamente le retiró el auxilio económico y su protección espiritual. Entonces la malvada mujer quiso desquitarse del padre Enrique Susso, acusándolo en 1347, de impúdico y de ser el padre de su criatura; la denuncia fue tomada muy en serio por sus superiores dominicos que lo suspendieron de todas sus funciones, lo confinaron en una celda e iniciaron una severa investigación, que pasado el tiempo continuaba en un limbo, pero al cabo de un año, la mujer arrepentida confesó que había urdido la calumnia para desacreditar al piadoso sacerdote movida por el deseo de vengarse. Convencidos los jueces de su inocencia, lo exoneraron de todos los cargos y aunque macilento, regresó alegremente a sus tareas y cuando su acusadora le pidió perdón, sin decir palabra, la abrazó y juntos lloraron de felicidad.
Enrique Susso (nacido en Überlingen, Alemania, el 21 de marzo de 1295) era hijo de un belicoso noble de Suabia, por eso su madre lo mantuvo al margen de su influencia y lo crió tan piadosamente, que desde muy temprana edad se inclinó por la vida religiosa a la cual accedió –mediante una dispensa especial– a los 13 años, cuando fue admitido en el convento dominico de Constanza, en el que adelantó los estudios básicos y luego los fundamentos de filosofía. Mientras se especializaba –entre 1324 y 1327–, en la escuela teológica de Colonia, conoció al maestro dominico Johan Eckart, que ejercería una decisiva influencia en su misticismo y sus escritos, lo cual le generaría muchísimos problemas, dado que los innovadores conceptos teológicos de su mentor, eran altamente sospechosos a los ojos de la ortodoxia doctrinal. Una vez ordenado sacerdote, fue enviado a Constanza y allí escribió su primera obra: El libro de la verdad, en el que reivindicaba el pensamiento de Eckart, cuyas tesis habían sido condenadas tras su muerte, por el papa Juan XXII. Esta osadía le costó al padre Enrique Susso, un proceso en el que fue acusado de herético, pero como sus puntos de vista se ajustaban a la doctrina de la Iglesia, fue absuelto, en 1330.
No obstante el fantasma de la sospecha lo persiguió sin descanso, pues de su cargo de lector y predicador del convento de Constanza, fue removido el beato Enrique Susso, sin justificación alguna y entonces aprovechó para dedicarse a predicar en Suabia, Suiza y Países Bajos y aunque cosechó muchas vocaciones y conversiones, ganó más respeto entre los eruditos por la profundidad de su elocuencia, el peso teológico de sus textos y la vehemencia de sus llamados a la reforma de la vida conventual que había caído en una deplorable laxitud moral. Justamente para enderezar esa situación, al beato Enrique Susso le fue encomendada la dirección espiritual de varios conventos dominicos femeninos, entre los cuales el de Katherinenthal, al que transformó en una importante escuela mística en la que descolló la monja Elstbeth Stagel, como su mejor exponente además de ser su biógrafa.
En ese tiempo, el beato Enrique Susso publicó: El libro de la eterna sabiduría, que es un manual de oración (comparable a La imitación de Cristo de Tomás de Kempis), considerada su obra cumbre y a decir de los estudiosos de la época: “El más bello fruto del misticismo alemán”. Los últimos años de su vida transcurrieron en el convento dominico de Ulm, dedicado a la oración, meditación, ayuno, mortificación corporal y escribiendo sobre sus experiencias místicas que en ese lapso se multiplicaron y por eso no era extraño ver su rostro luminoso al celebrar la eucaristía o cuando se sumía en constantes éxtasis; estas experiencias plasmadas en su epistolario se convirtieron en materia de estudio en todos los monasterios de la Europa medieval, después de su muerte ocurrida el 25 de enero de 1366. Fue beatificado por el papa Gregorio XVI, en 1831. Por eso hoy, 28 de marzo, día de su festividad, pidámosle al beato Enrique Susso, que nos dé la entereza suficiente, para aceptar la maledicencia, en el nombre de Dios.