El Santo del día
1 de febrero
Beato Andrés De Segni
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Oración al Beato San Andres Segni
Oh Beato Andrés de Segni, siervo fiel de Dios, te invocamos con humildad en busca de tu intercesión. Guíanos con tu ejemplo de virtud y devoción, y ruega por nosotros ante el trono divino. Concede, por la gracia de Dios, la fuerza y la sabiduría necesarias para superar las dificultades de la vida y seguir el camino de la santidad.
Amén.
El papa, sofocado por la pesadez de sus vestimentas sobre las que caía a plomo el sol del estío, avanzaba a paso cansino por la escabrosa montaña a lomo de su mansa mula y parecía que la ladera se estiraba porque mientras más caminaba, más lejana se percibía la cima, pero como tenía afán de regresar antes de la puesta del sol, continuó la marcha hasta que ya entrada la tarde alcanzó la cueva que buscaba en la antesala de la cumbre y dentro de ella, percibió la esquelética figura de Andrés de Segni, que ajeno a lo que ocurría, prosiguió con su meditación. Con evidente dificultad, el visitante se apeó de su montura y carraspeó respetuosamente para llamar la atención del ermitaño que al cabo de unos segundos, volteó a mirarlo y cuando se dio cuenta de que se trataba de su sobrino, Bonifacio VIII, se incorporó lentamente, fue a su encuentro y se prosternó ante él, a la par que le preguntaba a qué se debía el honor de su visita, a lo que el pontífice le respondió, que venía a imponerle el capelo cardenalicio y a llevárselo a Roma.
Andrés de Segni, visiblemente conmovido, le agradeció la distinción pero la rehusó con firmeza y agregó que con seguridad le era más útil a Dios y a la Iglesia, orando, ayunando, meditando y haciendo penitencia, en la soledad de su cubil, que predicando en las grandiosas basílicas romanas. El papa Bonifacio VIII no insistió, simplemente lo bendijo y con la ayuda del anacoreta montó en su mula y descendió a encontrarse con su comitiva que lo esperaba al pie de la montaña. Nunca más se vieron porque algunos meses después, tío y sobrino murieron con pocos días de diferencia.
Andrés (nacido en Agnani, Italia, en 1240), pertenecía a la poderosa y noble familia Conti, de la ciudad de Segni, de cuya prosapia surgieron varios papas (Inocencio III, Gregorio IX, entre sus antepasados) y era sobrino de Alejandro IV y tío de Bonifacio VIII, antecedentes que a todas luces le auguraban una brillante carrera eclesiástica, que además se apuntalaba en su sobresaliente inteligencia y en la esmerada educación que había recibido. Cuando contaba 22 años y ya todo estaba dado para que comenzara el ascenso, Andrés de Segni renunció abruptamente al mundo e ingresó al convento de los Frailes Menores Franciscanos de San Lorenzo de Agnani, en el que luego de concluir sus estudios fue ordenado sacerdote y con el permiso de sus superiores, se retiró al monasterio de Piglio, junto al monte Scalambra –que forma parte de los Apeninos– y aunque en esta comunidad se observaban rigurosamente las reglas originales de san Francisco, para el beato Andrés de Segni no fue suficiente y por eso se fue a vivir en la parte más alta de la montaña, en un agujero en el que apenas cabía de rodillas o sentado, siempre estaba expuesto a las inclemencias del tiempo y ayunaba constantemente, solo comía pan –que le enviaban desde el monasterio– dos veces a la semana y bebía nieve derretida y hasta allí fue el papa Bonifacio VIII, a ofrecerle el capelo cardenalicio.
Aunque celoso de su soledad, el beato Andrés de Segni siempre estaba dispuesto a interrumpirla, porque ricos, dignatarios, prelados, curas y desvalidos acudían de todas partes para obtener la curación de sus enfermedades, pedirle consejos, orientación espiritual y siempre regresaban a casa, renovados y sanos. Desgastado por su ascetismo, murió en silencio, el primero de febrero de 1302, a los 62 años, y fue beatificado en 1724 por el papa Benedicto XIII. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle al beato Andrés de Segni, que nos dé fuerzas para renunciar al mundo y entregarnos incondicionalmente a Dios.