El Santo del día
8 de agosto
Santo Domingo de Guzmán
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Oración a Santo Domingo de Guzmán
Glorioso Santo Domingo de Guzmán, valiente predicador y fundador de la Orden de Predicadores, recurro a ti en busca de tu intercesión ante Dios. Tú, que dedicaste tu vida al servicio de la Iglesia y a la difusión de la Palabra de Dios, enséñame a ser un verdadero discípulo de Cristo, comprometido con la evangelización y la búsqueda de la verdad. Concede, Santo Domingo, que yo pueda imitar tu celo apostólico y tu amor por la verdad. Ayúdame a crecer en mi fe, a profundizar en el conocimiento de las Sagradas Escrituras y a encontrar formas efectivas de compartir el Evangelio con los demás. Te ruego, Santo Domingo, que intercedas ante Dios por mis necesidades y peticiones (menciona aquí tus intenciones personales). Confío plenamente en tu poderosa intercesión y en tu cercanía con el Padre Celestial. Guíame en mi camino espiritual, ayúdame a superar las dificultades y los obstáculos que encuentro en mi vida y fortalece mi vocación y misión en este mundo. Santo Domingo de Guzmán, modelo de santidad y entrega al servicio de Dios y de los demás, te suplico que me acompañes en cada paso de mi vida y que me concedas la gracia de ser un testimonio vivo de la bondad y el amor de Dios. Por tu intercesión, Santo Domingo, confío en la misericordia y la ternura de Dios, y en que me concederá aquello que sea más conveniente para mi salvación y la de aquellos por quienes oro. Te lo pido humildemente, en el nombre de Jesús, el Buen Pastor.
Amén.
Extenuado por el ajetreo de ese día en el que de puerta en puerta había recabado dinero y alimentos (para repartir entre los macilentos pobres y los desarraigados campesinos que deambulaban por toda la ciudad de Palencia, a causa de la terrible hambruna que asolaba la región), Domingo de Guzmán se arrodilló junto a su camastro, empezó a orar y en medio de su plegaria, le preguntaba a Dios, sobre qué más podría hacer para aliviar la penosa situación de sus hermanos y recordó las palabras de Jesús: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros como yo os he amado” y él lo interpretó como una orden divina para que se entregara completamente a los demás y al hacer un balance de lo que poseía se dio cuenta de que ya todo lo había repartido, excepto sus valiosos textos de estudio, los mismos que madrugó a vender y con lo que le dieron por ellos logró comprar una buena cantidad de víveres que distribuyó diligentemente y rebozando de alegría emprendió el regreso a casa. A mitad de camino, una adolorida mujer le salió al paso y llorando a raudales le pidió que le ayudara a rescatar a su hermano de las garras de los moros que lo tenían esclavizado y exigían una cuantiosa suma para devolverle la libertad; entonces el conmovido Domingo de Guzmán, la tomó de la mano, fue con ella hasta el campamento de los captores y se ofreció a cambio del prisionero. Con ese gesto desarmó a los sorprendidos raptores que liberaron al cautivo sin recibir nada a cambio.
Domingo de Guzmán Garcés (nacido en el año 1170 en Caleruega, España), fue formado en un fervoroso ambiente católico por su madre Juana de Aza –beatificada en 1828– y desde los siete años pasó al cuidado de su tío Gonzalo de Aza, arcipreste de la población de Gumiel de Izan, que se encargó de completar su aprendizaje moral y a los 14, lo envió a Palencia, en donde adelantó sus estudios superiores: matemáticas, gramática, retórica, literatura, humanidades, derecho, filosofía y teología. Al culminar este ciclo fue nombrado profesor del Estudio General de Palencia y mientras continuaba su preparación en Sagradas Escrituras, recibió la tonsura y con ella la designación de canónigo regular de la catedral de Osma (fue en esta época en la que se ofreció en canje por el prisionero de los moros). En 1194 alcanzó la ordenación sacerdotal y le asignaron la regencia de la cátedra de Sagradas Escrituras, en el Estudio de Palencia, de donde –por su virtuosismo e inteligencia–, el obispo se lo llevó como vicario general de la diócesis y luego en calidad de acompañante en la misión diplomática que debía concertar la boda del hijo de Alfonso VIII, de Castilla, con una princesa danesa. Durante ese viaje, Domingo de Guzmán pudo constatar que en Francia, Flandes y Renania, florecían las herejías cátara y valdense y por eso al terminar la encomienda, decidió quedarse en Languedoc –centro espiritual de los cátaros–, con el fin de convertir a los apóstatas.
En el comienzo de su misión en el sur de Francia, rescató a varias jóvenes cátaras y las congregó en un monasterio en la localidad de Prouille. Ellas constituyeron la primera comunidad dominica de la historia y su vida contemplativa fue el soporte espiritual y punto de partida de la evangelización que Domingo de Guzmán emprendió apoyado por el obispo de Osma, Diego de Acebes, a la que se unieron otros 16 voluntarios con los que abrió el primer convento dominico –masculino– en Tolouse, en 1215 e inmediatamente viajó a Roma y participó del cuarto Concilio de Letrán, en el que se ventiló la posibilidad de adelantar una cruzada contra los albigenses a lo que se opuso Domingo de Guzmán, quien sostenía que la predicación obtendría más frutos que la fuerza y aprovechó para pedirle al papa Inocencio III, la aprobación de su congregación de clérigos regulares, pero su solicitud solo fue certificada a finales de 1216, por el papa Honorio III (quien acababa de subir al trono de san Pedro), después de que el pontífice se reuniera con los monjes y ellos aceptaran la Regla de San Agustín, como fundamento de su vida monástica.
A principios del año siguiente una bula papal le asignó a la orden el título de Predicadores, lo que en adelante facilitó su labor y le permitió a Domingo de Guzmán enviar a sus hermanos a crear nuevas casas dominicas en París, Madrid, Bolonia y Roma, que recuperaron a muchos herejes y la fe católica se oxigenó aún más, después de que la Santísima Virgen se le apareciera a Domingo de Guzmán y le encomendara la difusión de la devoción al Santo Rosario, cuyo rezo se generalizó en sus cenobios y a través de sus predicadores, se esparció por toda Francia, España e Italia.
Tras realizar en Bolonia el primer capítulo general de la orden en 1220, (que se ocupó de concluir las constituciones de la congregación), lideró una ambiciosa campaña evangelizadora que abarcó todo el norte de Italia y de ella retornó a Bolonia, agotado y enfermo, pero aún tuvo fuerzas para presidir un segundo capítulo en el que la orden –para un mejor manejo administrativo–, fue dividida en ocho provincias con sesenta casas en funcionamiento. Al terminar las sesiones, con la convicción de que ya había cumplido su misión, se abandonó en los brazos de Dios y agobiado por una breve pero agresiva enfermedad, murió el 8 de agosto de 1221, a los 51 años. Fue canonizado por el papa Gregorio IX, en 1234. Por eso, hoy día de su festividad, pidámosle a santo Domingo de Guzmán, que nos muestre el verdadero camino de la salvación.
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