El Santo del día
4 de agosto
San Juan Bautista María Vianney (Santo Cura de Ars)
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Oración a San Juan Bautista María Vianney
Oh San Juan Bautista María Vianney, modelo de celo apostólico y ardiente amor por las almas, acude en nuestra ayuda y escucha nuestras súplicas. Tú, que te entregaste plenamente al servicio de Dios en el ministerio sacerdotal, intercede por nosotros para ser verdaderos testigos de Cristo y anunciadores de su Evangelio. Oh amado Santo Cura de Ars, tú que dedicaste largas horas al confesionario y guiaste a innumerables almas hacia la reconciliación y el perdón de Dios, intercede para que encontremos un encuentro profundo con la gracia de la confesión y experimentemos la misericordia divina en nuestras vidas. Oh San Juan Bautista María Vianney, tú que viviste en una época de indiferencia religiosa y profundo deseo de materialismo, ayúdanos a superar los obstáculos que nos alejan de Dios y fortalece nuestra fe en medio de las adversidades. Te pedimos, oh Santo Cura de Ars, que intercedas ante el Señor, para que nuestros corazones sean transformados, nuestros pecados sean perdonados y nuestras almas sean renovadas en la gracia y el amor de Dios. San Juan Bautista María Vianney, patrón de los sacerdotes, ruega por aquellos que ejercen el ministerio sacerdotal y ayúdalos a ser fieles servidores del Evangelio. Inspíranos a todos a vivir una vida de santidad, buscando siempre la voluntad del Padre y llevando a otros hacia el camino de la salvación. Encomendamos nuestras peticiones a tu poderosa intercesión, confiando en tu bondad y amorosa atención. Que podamos seguir tu ejemplo de entrega total a Dios y al prójimo, y así alcanzar la eternidad junto a ti en la presencia de nuestro amado Padre celestial.
Amén.
El problema era que por su corto entendimiento, no figuraba en la lista oficial de los seminaristas (que estaban exentos del servicio militar) y por lo tanto, Juan Bautista María Vianney fue enrolado el 26 de octubre de 1809, en las huestes de Napoleón, que se preparaban para invadir a España. Al llegar a Lyon, con los demás reclutas, se enfermó y fue enviado al hospital. Una vez recuperado, no tuvo más alternativa que emprender el camino, solo, para alcanzar a sus compañeros, pero el recio invierno recrudeció sus dolencias y tuvo que refugiarse en un cobertizo en el que, en medio de la oscuridad, comenzó a rezar con toda su devoción el santo rosario; de pronto un extraño joven entró a la ramada y le pidió que lo siguiera hacia la casa de un labriego que lo cuidó devotamente; tras recobrarse, se presentó ante el alcalde del lugar, le contó que –aunque involuntariamente– era un desertor (delito que se penaba con la muerte), pero el indulgente funcionario, le cambió el nombre por el de Jerome Vincent, lo escondió, lo hizo pasar por maestro de la escuela del pueblo y allí permaneció, Juan Bautista María Vianney, hasta 1811, año en el que el emperador francés emitió un indulto para todos los desertores y por fin pudo regresar a su casa y a su sueño de ser sacerdote.
Juan Bautista María Vianney (nacido en Dardilly, Francia, el 8 de mayo de 1786), era el cuarto hijo de un piadoso matrimonio campesino y creció cuidando ovejas, observando cómo sus padres acogían y asistían a los pobres e indigentes y sufriendo en medio de la turbulencia de la Revolución Francesa la clandestinidad de las misas, pues quienes las oficiaran o asistieran a ellas, podían ser condenados a muerte. Aún así, se sostuvo en su indeclinable deseo de ser sacerdote. Para lograrlo, se puso a disposición del padre Balley, párroco de Ecully, quien siguiendo instrucciones del arzobispo de Lyon, abrió un seminario, allí recibió al joven Vianney y personalmente se propuso prepararlo (dada su evidente consagración a Dios), porque la incapacidad del alumno para memorizar y digerir el conocimiento le hacía más difícil el camino hacia el sacerdocio. No obstante, –luego de su deserción–, siempre con la ayuda del bondadoso cura, logró entrar al seminario mayor de Lyon, en donde completó sus estudios. El 13 de agosto de 1815 fue ordenado sacerdote y nombrado coadjutor del padre Balley, con quien terminó su preparación teológica.
Muerto su protector y mentor, el padre Juan Bautista María Vianney, más que un cura, era un encarte para la diócesis y por eso lo enviaron para el olvidado pueblo de Ars, un villorrio de menos de 400 habitantes, secularmente abandonado por la Iglesia y en donde la indiferencia religiosa se reforzaba con escándalos que atizados por el licor, siempre terminaban en reyertas. Como no se sentía preparado para enfrentar tal situación, el padre Vianney se dedicó a orar, a hacer penitencia y a ayunar, y se entregó de lleno a los pobres a los que catequizaba con verdadera unción. Sus oraciones, predicaciones y la enseñanza del catecismo ablandaron la apatía de los lugareños y la fila del confesionario –en el que permanecía, hasta 12 horas–, se fue alargando y cuando su fama de extraordinario confesor trascendió los límites de la aldea, comenzaron a llegar penitentes de los pueblos cercanos, luego de toda Francia y más adelante del resto de Europa.
Era tal la afluencia, que diariamente los visitantes igualaban al número de los pobladores de la aldea. Aunque varias veces intentaron trasladarlo, el pueblo jamás lo permitió y por eso se mantuvo 41 años al frente de su parroquia hasta el 29 de julio de 1859, día en el que al Santo Cura de Ars, después de recibir confesiones durante seis horas, lo sacaron desmayado; su salud se deterioró rápidamente y murió en santa paz, el 4 de agosto, en medio del llanto de miles de peregrinos que esperaban y oraban por él, en la plaza. Fue canonizado por el papa Pío XI, el 31 de mayo de 1925. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle al Santo Cura de Ars, que nos enseñe a vencer nuestras limitaciones, para servir a Dios.
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