El Santo del día
21 de junio
San Luis Gonzaga
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Oración a San Luis Gonzaga
Oh glorioso San Luis Gonzaga, joven y valiente en tu entrega al servicio de Dios, intercesor poderoso ante el trono divino, acudo a ti con humildad y devoción. Tú, que renunciaste a las vanidades del mundo, para abrazar la cruz y seguir a Cristo, te ruego que intercedas por mí ante el Padre Celestial, para que me conceda la gracia de una fe fuerte y valiente. San Luis Gonzaga, modelo de pureza y castidad, enséñame a vivir una vida santa y libre de pecado, ayúdame a resistir las tentaciones del mundo, y a mantener mi corazón y mente limpios y puros. Tú, que experimentaste la fragilidad de la salud, y enfrentaste la muerte con fortaleza y confianza en Dios, te suplico que intercedas por aquellos que sufren enfermedades, y les concedas consuelo, fortaleza y sanación. Patrono de la juventud y de los estudiantes, te encomiendo a los jóvenes de todo el mundo, para que encuentren en ti un ejemplo de entrega generosa, y se esfuercen por crecer en sabiduría y virtud. San Luis Gonzaga, noble hijo de la Compañía de Jesús, intercede por todos los religiosos y religiosas, para que sean fieles a su vocación y ardientes en su servicio a Dios, y obtengan la gracia de la perseverancia final. Te ruego, querido San Luis Gonzaga, que escuches mis súplicas y las presentes ante el trono de Dios, confiando en tu intercesión poderosa y amorosa.
Amén.
Por culpa de las malas cosechas del año anterior, los campesinos y habitantes de las aldeas cercanas invadieron a Roma y deambulaban por sus calles, sin pausa ni destino, en busca de alimento y cobijo y a su paso dejaban una estela de humores, olores y detritus, que despertó una peste inmisericorde que en cuestión de semanas diezmó a la población y como las autoridades se sentían impotentes para enterrar los cadáveres y evacuar a los moribundos que yacían en las calles a la buena de Dios, la iglesia habilitó sus templos, monasterios y hospicios para recibir a los enfermos y uno de los albergues con mayor capacidad, fue el que acondicionó la Compañía de Jesús, que era atendido por sus miembros entre los que se destacaba Luis Gonzaga, quien -sin descuidar sus estudios de teología y filosofía en el Colegio Romano, actual Universidad Gregoriana-, atendía a los contagiados purulentos: lavaba sus ropas, llagas y pies, les daba de comer, consolaba a los agonizantes, sepultaba a los muertos y recorría las calles recolectando ropas, comida y dinero para atender a esos desheredados y precisamente el 3 de marzo de 1591, cuando Luis Gonzaga, retornaba a su convento después de una extenuante jornada, descubrió a un hombre inerte, pero aún con señales de vida y sin pensarlo, trató de reanimarlo masajeándolo y como no reaccionaba, se lo echó al hombro y con el infectado a cuestas llegó al distante hospital de la Consolación, se quedó a su lado, pero comenzó a sentir los síntomas de la enfermedad; al amanecer, era otro contagiado más y su situación se agravó hasta el punto de recibir la extremaunción y aunque se recuperó lentamente y siguió con sus ingentes actividades, la fiebre y las dificultades respiratorias no le dieron tregua y tres meses más tarde, anunció su muerte.
Luis Gonzaga (nacido en Castiglione, Italia, el 9 de marzo de 1568), pertenecía a una de las familias más prominentes de Italia, cuyo padre un prestigioso militar, estaba emparentado con varias estirpes reales y este hecho, más su condición de héroe de la batalla de Lepanto, le permitió criar y educar con esmero a Luis, su primogénito, que debía sucederlo como conde de Castiglione, pero el infante no mostraba ambición alguna y solo se interesaba en la oración, en la vida de los santos y en la veneración a la Santísima Virgen, devociones que le habían sido inculcadas por su piadosa madre. A pesar de que su padre lo paseó por las principales cortes europeas (incluso llegó a ser paje, es decir, compañero permanente del príncipe de Asturias, Don Diego, hijo de Felipe II de España), siempre daba ejemplo de piedad en todas partes y aún en medio de los pesados ambientes cortesanos, llevaba una vida austera, ayunaba constantemente, dormía en el suelo y hacía penitencia constante, pero paradójicamente aprovechó todos estos viajes para perfeccionar sus conocimientos de: latín, lengua castellana, retórica, literatura, matemáticas, biología y filosofía. Aunque su padre se opuso rotundamente durante varios años a su fervoroso anhelo de abrazar la vida religiosa, al fin tuvo que dar su brazo a torcer y entonces san Luis Gonzaga, renunció -en favor de su hermano menor, Rodolfo-, a la primogenitura que incluía todas las propiedades de la familia y el título de Conde de Castiglione, se enfundó un tosco sayal e ingresó en Roma, a la Compañía de Jesús, en noviembre de 1585.
Durante su noviciado se distinguió por su acendrada piedad, obediencia, penitencia, ayuno y por sus extenuantes jornadas de oración en las que permanecía de rodillas; alarmados ante estos excesos, sus superiores le ordenaron suavizar sus rigurosas prácticas ascéticas, pues su salud se resintió pero ello no fue óbice para que desempeñara los oficios más humildes: trabajar en la cocina, servir la mesa, realizar el aseo del convento y pedir limosna en las calles romanas para atender las necesidades de los más pobres, asistir a los enfermos en los hospitales y mientras realizaba todas estas actividades, continuaba ejemplarmente con sus estudios de filosofía y teología y a principios de 1588, recibió las órdenes menores. Mas la consagración de san Luis Gonzaga, se vio interrumpida cuando tras la muerte de su padre, a petición de su madre, tuvo que retornar a Castiglione para ser mediador en el pleito que su hermano Rodolfo sostenía con el duque de Mantua, por la posesión del casillo de Solferino y actuó con tal prudencia y tino, que ambas partes además de llegar a un acuerdo, firmaron un tratado de paz que estuvo vigente varios siglos.
Al regresar a Roma, san Luis Gonzaga, se encontró a la ciudad invadida de campesinos y aldeanos que huían del hambre y la miseria, pero la peste los perseguía y entonces se dedicó con abnegación a ayudar a los enfermos, asistir a los moribundos a recoger y enterrar muertos; en esas circunstancias, san Luis Gonzaga, encontró yerto al infectado que lo contagió y aunque mejoró y pudo reanudar su apostolado, la fiebre y los problemas respiratorios lo fueron minando hasta que tres meses más tarde, tal como lo había predicho, expiró a los 23 años, el 21 de junio de 1591, en presencia de su guía y confesor san Roberto Belarmino. Fue canonizado por el papa Benedicto XIII, en 1726 y el papa Pío XI, lo proclamó Patrono de la Juventud. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Luis Gonzaga, que ilumine a los jóvenes para ser fieles a nuestro Señor Jesucristo.