Del maestro de coro. De David. En Yahveh me cobijo; ¿cómo decís a mi alma: «Huye, pájaro, a tu monte? «He aquí que los impíos tensan su arco, ajustan a la cuerda su saeta, para tirar en la sombra a los de recto corazón. Si están en ruinas los cimientos, ¿que puede hacer el justo?» Yahveh en su Templo santo, Yahveh, su trono está en los cielos; ven sus ojos el mundo, sus párpados exploran a los hijos de Adán. Yahveh explora al justo y al impío; su alma odia a quien ama la violencia. ¡Llueva sobre los impíos brasas y azufre, y un viento abrasador por porción de su copa! Que es justo Yahveh y lo justo ama, los rectos contemplarán su rostro.