El Santo del día
24 de abril
San Fidel De Sigmaringa, Mártir
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Diariamente el ejército austriaco (que por esa época dominaba a Suiza), molía a palos a los grisones –habitantes de un cantón suizo ubicado al norte del país–, por el solo hecho de ser protestantes. En una ocasión en que la paliza había rebasado los límites, el padre fray Fidel de Sigmaringa salió en defensa de los calvinistas: detuvo a los militares, curó a los heridos, les dijo a los demás que volvieran en paz a sus casas y les garantizó su seguridad poniendo su vida de por medio; a continuación, regañó con tal vehemencia a la sorprendida soldadesca católica, que los oficiales lo acusaron ante sus superiores de ser simpatizante del otro bando.
Así de justo era Marco Rey Rosemberg (de ascendencia española y nacido en Sigmaringa, Alemania, en 1577), cuyos piadosos padres se convirtieron en los adalides de la fe católica y con esa firmeza criaron a su hijo, en incontenible amor a Jesucristo e infinita devoción mariana. Como era de esperarse, desde pequeño fue vehemente defensor de la justicia y la rectitud moral, por eso estudió leyes con la idea de defender a los más pobres y con honores obtuvo –cuando apenas pasaba de los 25 años–, el título de doctor en derecho civil y en derecho canónigo, algo que ni los abogados más capaces habían logrado a esa edad. Entusiasmado abrió su bufete en Alsacia y al poco tiempo, con sobrados méritos, ya era llamado el “Abogado de los pobres”; pero un día, uno de sus colegas pretendió sobornarlo en un pleito y Marco se sintió tan asqueado, que renunció al mundo y luego de repartir toda su fortuna entre los pobres, se presentó en el convento de los capuchinos.
En 1612, a los 35 años, una vez terminados sus estudios de teología, Marco Rey fue ordenado sacerdote, adoptó el nombre de fray Fidel de Sigmaringa y se sometió a las duras reglas capuchinas con humildad, obediencia sin igual y ayunos permanentes. Sus superiores sabedores de sus dotes, muy pronto lo promovieron a predicador; afilando su suave pero acerada voz, comenzó su andadura misionera en Alemania, pasó por Austria y luego llegó a Suiza. Todos acudían a sus prédicas y mucho más, después de defender a los protestantes, de los abusivos militares austriacos. Claro que en la misma proporción en que su elocuencia restaba seguidores a Juan Calvino, le sumaba enemigos, pero el padre Fidel de Sigmaringa no se arredraba ante nada: a pie limpio, con un hábito raído y sin más equipaje que un crucifijo y un breviario, seguía recorriendo aldea tras aldea y rescatando ovejas extraviadas.
Llegó un momento en que la situación se hizo tan insostenible que sus detractores optaron por tenderle una trampa al invitarlo el 14 de abril de 1622, a predicar en el poblado de Sewis y aunque sospechó que algo tramaban, Fidel de Sigmaringa acudió sin miedo a la cita; en medio del sermón, una bala pasó rozando su cabeza, con calma bajó del púlpito y protegido por un calvinista amigo, Fidel de Sigmaringa salió por una puerta lateral pero la turba lo alcanzó, lo derribó y uno de ellos le asestó con la espada un mandoble que le abrió el cráneo, los demás lo acabaron de triturar con palos y mazas de hierro, hasta dejarlo irreconocible; luego de bendecirlos y perdonarlos, murió. Fue canonizado por el papa Benedicto XIV, en 1746. Por eso hoy, 24 de abril, día de su festividad, pidámosle a san Fidel de Sigmaringa, que nos dé valor para enfrentar a los enemigos de la fe católica.
Oración San Fidel De Sigmaringa
Oh San Fidel de Sigmaringa, valiente mártir de la fe, que defendiste con tu vida la verdad de Dios sin temer, hoy acudimos a ti con humildad y devoción, para pedir tu intercesión ante el Señor. Enséñanos a seguir tu ejemplo de amor y fidelidad, a pesar de las dificultades y la adversidad, a no ceder ante las tentaciones ni el miedo, ya estar siempre dispuesto a dar testimonio. San Fidel de Sigmaringa, abogado nuestro ante Dios, ruega por nosotros en esta hora de necesidad, para que seamos valientes en nuestra fe, y podamos vivirla con autenticidad y sencillez. Danos fuerza para luchar contra el mal y el pecado, y ayúdanos a perseverar hasta el fin, para que un día podamos contemplar el rostro de Dios, y gozar de la eternidad en su presencia. Amén.