El Santo del día
2 de abril
San Francisco de Paula
![](https://televid.tv/wp-content/uploads/2021/03/2-SAN-FRANCISCO-DE-PAULA-286x300.jpg)
Mientras los nobles, las damas encopetadas y hombres y mujeres de toda laya, subían acarreando piedras y material de diversa índole para la construcción del monasterio, una enorme roca que los obreros no habían podido apuntalar en la cima, comenzó a rodar y era inminente que a su paso aplastaría a todo el cortejo; entonces Francisco de Paula, que oraba y meditaba a la vera del camino, levantó su mano y con voz tonante, le ordenó al peñasco que se detuviera y el pedrusco obediente, paró en seco y quedó suspendido sobre la ladera. Y con este prodigio, toda la población de Paula se acabó de rendir a los pies de Francisco de Paula, un mozalbete que a sus 19 años, ya había recibido permiso del obispo para edificar un convento y entonces los habitantes del pueblo –con mayor razón, después de presenciar el prodigio–, se volcaron a erigirlo y para ello, todos contribuían con su trabajo y los más pudientes, a más de ponerse ropa de trabajo, aportaban herramientas, material, comida y salarios para los albañiles y sus ayudantes.
Este Francisco había nacido en Paula –región de Calabria, Italia– el 27 de marzo de 1416, como respuesta a una petición que sus padres –de edad avanzada–, le habían hecho a san Francisco de Asís, santo que posteriormente lo curó de una enfermedad que amenazaba con dejarlo ciego, y en agradecimiento, sus progenitores, cumplieron la promesa de enviarle un año al convento franciscano de Cosenza, en el que con solo 14 años se distinguió por su piedad y humildad. Al término del plazo, retornó a su casa y con permiso de sus padres se instaló en un lugar apartado y se dedicó a orar, ayunar, al silencio y a la contemplación. Muy pronto su fama de hombre de Dios se regó por el pueblo y entonces huyó hacia una cueva más lejana y aislada, pero hasta allá llegaron muchos jóvenes que querían imitarlo; no le quedó más remedio que aceptarlos y ahí fue cuando se levantó el convento y de hecho quedó fundada la Orden de los Frailes Mínimos.
Aunque analfabeto, su predicación inspirada por el Espíritu Santo, conmovía a su audiencia hasta las lágrimas y con mayor razón sacudía a los poderosos, a los que les increpaba su falta de caridad y misericordia como sucedió con el rey Fernando de Nápoles, que quiso ganárselo donándole una bandeja llena de monedas, pero Francisco, tomó una de las monedas, la partió –como si fuera una hostia– y de ella salió una profusa cantidad de sangre que salpicó al monarca. Entonces le dijo: “Esa es la sangre que tu pueblo derrama por tu opresión y Dios te pedirá cuentas” y a continuación le dio la espalda y se fue.
Francisco de Paula, definitivamente era un portento que por donde pasaba dejaba una estela de prodigios nunca vistos: resucitó a un ahorcado que llevaba tres días colgado de una encina; a Tomás de Ivre lo revivió dos veces (la primera tras ser aplastado por un árbol y la segunda cuando se cayó del campanario del convento). Una vez, porque no tenía dinero, le impidieron subir a un barco que debía llevarlo a Sicilia, entonces tendió su manto sobre el agua, se acostó sobre él y atravesó el embravecido estrecho de Messina, sin mojarse. Como su fama había trascendido las fronteras, Luis XI, pidió que lo curara de una enfermedad terminal, pero solo por orden del papa, Francisco de Paula aceptó ir a Francia y aunque al llegar el monarca se postró a sus pies, el santo le dijo que no venía a sanarlo sino a prepararlo para su salvación; el soberano mansamente aceptó su condición y falleció en brazos de Francisco de Paula, que no pudo volver a su entrañable monasterio de Paula, pues por pedido expreso del rey, debió quedarse como consejero y preceptor de su hijo Carlos VIII, y allí murió a los 91 años, el 2 de abril de 1507, que era Viernes Santo y fue canonizado doce años después, en 1519, por el papa León X. Por eso hoy día de su festividad, pidámosle a san Francisco de Paula, que nos ayude a comprender, que cada vida, por elemental que sea, es un milagro de Dios.