El Santo del día
10 de marzo
San Juan de Mata
Mientras el califa Saladino se tomaba a Jerusalén y los moros hacían de las suyas en España, Juan de Mata, –que había nacido en Provenza, Francia, más o menos en el año 1160– observaba en Marsella, donde vivía con su familia, cómo eran tratados los prisioneros cristianos que los musulmanes embarcaban hacia África, sentía su alma resquebrajada de dolor y no tenía claro qué debería hacer para paliar los tormentos de los cautivos; pero sí sabía que su camino era la vida religiosa, por lo que con el permiso y respaldo de sus piadosos padres, Eufemio y Marta, viajó a París y allí se doctoró en teología y fue profesor –de la que hoy es la Universidad de la Sorbona– antes de ordenarse sacerdote.
Precisamente durante la celebración de su primera misa, en 1193, le pidió con mucho fervor a Dios, que le indicara a cuál congregación debería ingresar, y en el momento de la elevación, se le apareció Jesús (de túnica blanca con una cruz roja y azul en el pecho), flanqueado por dos prisioneros que intercambiaban sus cadenas y supo en ese momento que su misión era liberar a los cautivos y como no existía ninguna comunidad de estas características decidió fundar una que respondiera a este anhelo. Para corroborar su idea, se retiró a orar junto al ermitaño Félix de Valois, con quien compartió su visión, y éste entusiasmado se convirtió en el cofundador de la Orden de la Santísima Trinidad en 1194, que fue aprobada por el papa Inocencio III, en 1198, después de que tuviera la misma visión de Juan de Mata, durante una eucaristía. Ni qué decir, que el hábito escogido era –y todavía, lo es– blanco con una cruz roja y azul en el pecho.
Desde ese momento Juan de Mata (reconocido por su magisterio como teólogo, por su santidad y humildad, por su ejemplo de ayuno y penitencia y por los milagros que obraba) se dedicó a cruzar el mediterráneo –con sus compañeros– y a traer de África a los cristianos esclavizados, por los cuales pagaba costosos rescates, que eran recolectados pidiendo limosnas en toda Europa; en promedio, cada año, repatriaba a más de 300 cautivos, los cuales antes de ser devueltos a sus familias, eran atendidos y curados en las más de 30 casas de los Trinitarios que funcionaban en España, Francia e Italia. Una vez un barco en el que traía 120 esclavos recién liberados fue asaltado por piratas que mataron al capitán y destrozaron el timón y las velas, entonces Juan de Mata improvisó un precario velamen con los mantos de sus compañeros, se arrodilló en la proa con un crucifijo, y sin capitán ni timón, pero con la protección y ayuda de Dios, el buque llegó sin novedad al puerto de Ostia, tres días después.
Juan de Mata extenuado por el intenso trajín para rescatar los secuestrados y por el constante ayuno y las severas penitencias a las que sometía su cuerpo, retornó a Santo Tomás in Formis en Roma –la casa matriz de la orden– y el 17 de diciembre de 1213, murió al término de la eucaristía. Fue elevado a los altares en 1666, por al papa Alejandro VII. Por eso hoy, día de su festividad, debemos pedirle a san Juan de Mata que proteja y dignifique a quienes sufren injustamente en la prisión o son víctimas del abominable secuestro.