El Santo del día
15 de febrero
San Claudio de la Colombiere
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Oración a San Claudio de la Colombiere
Oh San Claudio de la Colombière, siervo fiel y apóstol del Sagrado Corazón de Jesús, acudo a ti con humildad y devoción. Admiramos tu profundo amor por Cristo y tu valentía al anunciar Su mensaje de misericordia y redención.
San Claudio, intercede por nosotros ante el trono divino, confiando en tu poderosa intercesión.
Inspíranos a vivir con fervor la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y a llevar el amor de Cristo a todos los corazones que encontramos en nuestro camino.
Oh San Claudio de la Colombière, testigo de la fidelidad y la confianza en Dios, ruega por nosotros para que podamos seguir el camino de la santidad y la entrega total al amor divino.
Por tu intercesión, confiamos en la gracia y misericordia divinas.
Amén.
Furtivamente el padre Juan Wall se deslizó al amparo de la oscuridad por todo el palacio de Saint James, de Londres, hasta que llegó a la austera habitación y se quedó en silencio contemplando la escueta silueta del padre Claudio de la Colombiere, que ese momento estaba sumido en la oración. Respetuosa y pacientemente se arrodilló junto a la entrada, de inmediato se impregnó de la atmósfera mística que flotaba en la celda y se embebió en sus propias plegarias; al cabo de un rato, el padre de la Colombiere se incorporó y como si supiera de antemano que el franciscano esperaba desde hacía tiempo, avanzó hacia él y con delicadeza lo levantó y lo abrazó. Entonces el padre Wall le confió que había acudido a él porque temía por la vida de todos los sacerdotes –de los cuales, 30 eran jesuitas–, pues los cortesanos anglicanos estaban cocinando una persecución contra ellos con la excusa de que intentaban atentar contra el rey Carlos II y que ni siquiera el padre Claudio, en su condición de director espiritual y confesor de la Duquesa de York –esposa de Jacobo, hermano y heredero del monarca–, se salvaría.
El padre Claudio de la Colombiere, con la confianza de quien está en manos de Dios, lo tranquilizó y juntos, oraron hasta el amanecer. A raíz de esa reunión, varios meses después, –acusados de conspirar contra Carlos II–, ambos fueron detenidos: el padre Juan Wall (que era inglés y se rehusó a jurarle fidelidad al rey como cabeza de la Iglesia anglicana), fue ejecutado por traición a la patria; entretanto el padre Claudio de la Colombiere, que permaneció un año confinado, salvó su vida por ser francés, pero lo expulsaron del país, en diciembre de 1679.
Claudio de la Colombiere (nacido cerca de Lyon, Francia, el 2 de febrero de 1641), hijo de Bertrand de la Colombiere, notario del lugar, adelantó en el colegio jesuita de la Trinité su instrucción básica de gramática, matemáticas, humanidades, poética, retórica y filosofía; al cabo de cinco años en 1658, ingresó al noviciado jesuita y dos años después fue enviado a Avignon, en donde terminó sus estudios de filosofía e inmediatamente empezó a dictar esta cátedra en el mismo claustro, en el que fue declarado “filósofo eminente” y en 1666, lo mandaron al Colegio Clermont de París, en donde se especializó en teología. Una vez concluida su formación teológica, Claudio de la Colombiere fue ordenado sacerdote en 1669; aunque el ministro de finanzas de Luis XIV, Juan Bautista Colbert –de cuyos hijos era su preceptor–, insistió en que lo dejaran en la corte, sus superiores lo asignaron al colegio Trinité de Lyon, como profesor y predicador titular, con esas atribuciones enfrentó valientemente las herejías imperantes y, con el poder de su verbo, atrajo a muchos jóvenes hacia la Compañía de Jesús.
Cumplido este objetivo, le encomendaron al padre Claudio de la Colombiere, la pequeña casa jesuita de una minúscula población llamada Paray le Monial, en la que estaba asentado un monasterio de la Visitación, –al que pertenecía la futura santa– Margarita María Alacoque, cuyas visiones y raptos místicos eran interpretados como obra del demonio y entonces el padre Claudio de la Colombiere, al tomarla bajo su dirección espiritual, despejó todas las dudas, la encaminó a los altares y dada la vivacidad con la que el Señor –en sus apariciones–, apremiaba a la santa para que difundiera la devoción al Corazón de Jesús, Claudio de la Colombiere se consagró con ella a la propagación de esta advocación que recuperó a buena parte de los feligreses que se habían decantado hacia el Jansenismo, una peligrosa herejía que causaba estragos en las filas católicas.
Una vez ganada esta batalla, fue nombrado director espiritual y confesor de Beatriz de Este, Duquesa de York, que recién casada con el futuro rey de Inglaterra Jacobo II, se lo llevó a Londres, ciudad en la que los exacerbados anglicanos querían borrar todo vestigio de la fe católica y Claudio de la Colombiere, valientemente defendió la autoridad del papa y por eso fue encarcelado. Confinado en una húmeda, maloliente y oscura mazmorra, Claudio de la Colombiere contrajo tuberculosis; tras recobrar la libertad retornó en 1680 a Lyon, retomó la cátedra de filosofía y la dirección del noviciado, pero como el clima no contribuía a su mejoría, fue enviado a su entrañable Paray le Monial, en donde permaneció en silencio, oración y meditación durante el último año de su vida; allí murió el 15 de febrero de 1682 y fue canonizado por san Juan Pablo II, en 1992. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Claudio de la Colombiere, que nos abra la puerta del Corazón de Jesús.