El Santo del día
24 de julio
Santa Verónica Giuliani
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Oración a Santa Verónica Giuliani
Santa Verónica Giuliani, tú que fuiste una ferviente seguidora de Cristo y experimentaste profundamente su amor y sufrimiento, te ruego que intercedas por mí ante nuestro Señor. Dame la gracia de vivir con fe y amor en medio de las pruebas y dificultades de la vida. Ayúdame a confiar en la providencia divina y a aceptar con humildad la voluntad de Dios en mi camino. Santa Verónica, tú que llevaste la cruz con valentía y paciencia, ayúdame a cargar mis propias cruces con fortaleza y esperanza. Enséñame a encontrar consuelo en la oración y en la unión con Jesús. Te pido que intercedas ante Dios por mis necesidades y las de aquellos a quienes amo. (Menciona aquí tus intenciones personales). Santa Verónica, mujer de profunda contemplación y adoración eucarística, guíame en mi búsqueda de intimidad con Jesús en la Eucaristía. Ayúdame a valorar y recibir dignamente este gran regalo de amor que Él nos dejó. Te encomiendo mi vida, mis sueños y mis esperanzas. Ayúdame a vivir de acuerdo con la voluntad de Dios y a alcanzar la santidad en mi camino terrenal. Santa Verónica Giuliani, ruega por nosotros y por todos los necesitados.
Amén.
Las noticias sobre la aparición en su cuerpo de la corona de espinas y de las cinco llagas de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo (el Viernes Santo, 5 de abril de 1697), puso el nombre de la hermana capuchina Verónica Giuliani, en boca de todos. Como los estigmas no desaparecían y sus raptos místicos eran más frecuentes, la abadesa y el alarmado obispo de Citá di Castello, la denunciaron ante el Santo Oficio, tribunal que inmediatamente ordenó una severa investigación y para el efecto envió a varios avezados inquisidores que pusieron en cuarentena a la monja. Desde ese momento la hermana Verónica Giuliani quedó suspendida de toda actividad conventual: debía permanecer aislada, en absoluto silencio, no podía elegir ni ser elegida para ningún cargo dentro de la comunidad; la sometieron a un régimen especial de comidas, a rigurosos exámenes médicos, a dolorosas curaciones, sus heridas fueron firmemente vendadas, le pusieron en sus manos guantes especiales que estaban lacrados con el sello obispal y le impusieron una estrecha vigilancia las 24 horas. Ella aceptó humildemente tales restricciones y con mayor ahínco se sumergió en la oración y la penitencia y al cabo de varios años sus persecutores tuvieron que archivar el agobiante proceso porque quedó demostrada hasta la saciedad, la santidad de la hermana Verónica Giuliani.
Úrsula Giuliani (nacida en Mercatello, Italia, el 27 de diciembre de 1660), por ser la hija menor y la más vivaracha, era la mimada de su padre, Francisco, y con mayor razón ese lazo se fortificó luego del fallecimiento de su madre sucedido cuando ella apenas contaba siete años, edad en la que ya rezumaba amor por la Santísima Virgen y particularmente por la llaga del costado de Jesús, a la que había sido encomendada especialmente por su progenitora en el lecho de muerte. En sus largos períodos de oración experimentaba frecuentes raptos místicos en los que se le aparecían el Niño Dios, la Virgen María y Jesús flagelado, lo que contribuyó a reforzar su deseo de abrazar la vida religiosa como sus cuatro hermanas mayores, pero por ser su consentida, el papá se opuso rotundamente hasta que la niña enfermó y a regañadientes tuvo que darle la bendición el 28 de octubre de 1677, cuando por fin Úrsula, a los 17 años, vistió el hábito de las capuchinas y adoptó el nombre de Verónica.
Desde ese momento su vida se convirtió en oración, ayuno, obediencia, penitencia y severas prácticas de mortificación corporal que fueron limando sus imperfecciones y al mismo tiempo, destilaba misericordia, paciencia y amor para con sus novicias de las cuales fue su maestra durante 34 años y paralelamente, se mantenía en un diálogo continuo con Jesús Crucificado y con la Santísima Virgen a la que convirtió en la verdadera abadesa del convento, cuando ella fue elegida superiora –tras ser absuelta por la Inquisición– y a partir de ahí, la Madre de Dios se encargó de proveer el monasterio y de dictarle lo que debía hacer y decir.
Las vivencias de Verónica Giuliani eran tan reales, que su confesor le ordenó transcribir sus conversaciones con Nuestro Señor Jesucristo y con la Virgen María, tarea que comenzó en 1693 y llenó 22 mil páginas, (compiladas en 42 volúmenes), hasta que un ataque de apoplejía le puso punto final a su vida y a sus apuntes, el 9 de julio de 1727. Dado que meses antes de morir, santa Verónica Giuliani, había dicho que tenía tatuados en su corazón los instrumentos de la pasión, el obispo Alejandro Codebó ordenó su autopsia a la que él mismo asistió acompañado de un notario, del gobernador Torrigliani (de Citá di Castello) y de su confesor Guelfi; en efecto, al sacar su corazón constataron que allí estaban impresos, como en alto relieve: un martillo, clavos, una escalera, una cruz y la lanza. Santa Verónica Guliani, fue canonizada el 26 de mayo de 1839, por el papa Gregorio XVI. Por eso hoy, 24 de julio, día de su festividad, pidámosle a santa Verónica Giuliani, que imprima en nuestros corazones los signos de la salvación.