El Santo del día
22 de julio
Santa María Magdalena
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Oración a Santa María Magdalena
Santa María Magdalena, Tú que fuiste testigo de la vida y la pasión de nuestro Señor Jesucristo, Te pedimos que intercedas por nosotros ante Dios Padre. Tú que experimentaste el poder de su amor y su misericordia, Ayúdanos a abrir nuestros corazones a su gracia redentora. Santa María Magdalena, Modelo de conversión y arrepentimiento, Danos la fuerza para abandonar nuestros pecados y seguir a Jesús con fervor. Tú que lavaste los pies de nuestro Salvador con tus lágrimas, Enséñanos a humillarnos ante él y a buscar siempre su perdón. Santa María Magdalena, Apóstol de la esperanza y el gozo, Inspíranos a llevar el mensaje de la resurrección a todos los que encontramos. Tú que anunciaste con valentía la buena noticia de la victoria de Cristo sobre la muerte, Ayúdanos a ser testigos vivos de su amor y su poder salvador. Santa María Magdalena, Amiga fiel de Jesús y compañera de su cruz, Acompáñanos en nuestras propias pruebas y sufrimientos. Tú que permaneciste al pie de la cruz hasta el último momento, Danos fortaleza y consuelo en nuestras propias cruces y ayúdanos a encontrar sentido en el sufrimiento unido al de Cristo. Santa María Magdalena, Apóstol de los apóstoles, Fortalécenos en nuestra vocación de discípulos misioneros. Tú que fuiste elegida para anunciar a los discípulos la resurrección del Señor, Ayúdanos a ser valientes y audaces en llevar el Evangelio a todas las personas. Santa María Magdalena, Ruega por nosotros y por todos aquellos que necesitan tu intercesión.
Amén.
No pudo aguantar más y antes de que despuntara el sol, ya estaba en el sepulcro. Al llegar, vio con desconsuelo que la piedra que lo sellaba había sido removida y sin pensarlo tornó sobre sus pasos y al verla llorosa y confundida Simón Pedro le preguntó por el motivo de sus lágrimas y ella le dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Entonces Pedro y el otro discípulo, emprendieron carrera hacia la tumba y corroboraron las palabras de María Magdalena que los siguió de cerca y se sentó afuera de la sepultura. Tras recuperar el aliento, se asomó y sobre la losa en la que depositaron a Jesús, distinguió a dos ángeles vestidos de blanco que le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?” y ella les replicó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé en dónde lo han puesto”. A sus espaldas una nueva voz le inquirió: “Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?” y María Magdalena creyendo que era el hortelano le suplicó: “Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo iré a recogerlo” y se quedó mirando a esa figura que se le hacía muy familiar; no le quedaron dudas de que era Jesús, cuando éste la llamó por su nombre: “María”; al instante cayó de bruces ante él y trató de tocarlo, pero el Señor la apartó con ternura diciéndole: “Suéltame que aún no he subido al Padre”. Rebosante de alegría María Magdalena se fue en busca de los discípulos a los que les anunció la Buena Nueva de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
María Magdalena (o de Magdala, llamada así por el lugar de su procedencia), es una mujer que según san Lucas: unge los pies del Señor y en los demás evangelios sinópticos, aparece como aquella de la que fueron expulsados siete demonios o la identifican con María de Betania, se convierte en la sombra de Jesús y de sus discípulos durante el periplo de su vida pública. A la par, es el soporte de la Virgen María en el momento de la crucifixión y con ella permanece estoica y valientemente, mientras los apóstoles huyen por miedo a correr la misma suerte de su Maestro. Está pendiente del apresurado traslado a la tumba que José de Arimatea presta para depositarlo mientras pasa el sábado –día del reposo– y por eso al amanecer del domingo llega adelante de todos al sitio cargada de perfumes para embalsamarlo y tiene el privilegio de ser la primera persona –en ello concuerdan los cuatro evangelios– a quien Jesús se le aparece después de resucitar y por eso santo Tomás de Aquino la llama: “La apóstol de los apóstoles”.
A partir de ahí su rastro se pierde en las Sagradas Escrituras. La tradición afirma que se mantuvo junto a los apóstoles durante algún tiempo pero luego en compañía de la Virgen María y de san Juan, emigró a Éfeso, en donde adelantó una fructífera labor evangélica y allí murió. De hecho se dice que su tumba era muy venerada por las iglesias orientales y sus cenizas fueron trasladadas en el año 886 a Constantinopla. Otra vertiente sostiene que huyendo de las primeras persecuciones se embarcó hacia Francia con los hermanos Lázaro y Marta; en Provenza, pasó los últimos 30 años de su vida predicando y convirtió a toda esa región al cristianismo. Por supuesto, allí también se edificó una iglesia en su honor y en ella, dicen los habitantes de la comarca, todavía reposan los restos de santa María Magdalena. Lo cierto es que después de la Santísima Virgen, santa María Magdalena, es innegablemente la segunda figura femenina más representativa de la Iglesia Católica. Por eso hoy, 22 de julio, día de su festividad, pidámosle a santa María Magdalena, que nos conceda la valentía de ser leales –así como ella– a Nuestro Señor Jesucristo, aun cuando nuestras vidas corran peligro.