El Santo del día
18 de octubre
San Lucas Evangelista
Oración a San Lucas Evangelista
Oh San Lucas Evangelista, mensajero de la Palabra, Con pluma y corazón, difundiste la buena nueva, Tu Evangelio brilla como una luz clara, Guiándonos hacia Jesús, fuente de vida y prueba. En tus escritos, la compasión y el amor florecen, Testimonio de la misericordia divina que merecen, Intercede por nosotros, oh santo de los cielos serenos, Para comprender la fe y seguir los pasos que enriquecen. San Lucas, médico y evangelista fiel, Tu obra perdura como un tesoro sin igual, Con tu intercesión, alcanzaremos el cielo y su laurel, En Cristo encontraremos la verdad espiritual.
Amén.
Tras catorce días de navegación a la deriva a causa de una violenta tempestad que azotó sin tregua al barco y como los viajeros ya estaban resignados a su suerte, el apóstol Pablo (que viajaba en compañía del médico Lucas y era conducido a Roma como prisionero para ser juzgado allí), se levantó y los tranquilizó diciéndoles: “Lleváis ya catorce días esperando, en ayunas, sin comer nada; os aconsejo que comáis algo, que os vendrá bien para vuestra salud; pues ni un cabello de vuestra cabeza se perderá” y a continuación tomó pan, dio gracias a Dios, lo partió, comenzó a comer, todos los imitaron y una vez satisfechos, lanzaron al mar la reserva de trigo que había en la bodega para aligerar el buque que aún peligraba, pero tal medida no fue suficiente porque al amanecer divisaron una isla a la que con mucho esfuerzo dirigieron la nave, sin embargo en sus proximidades una fuerte corriente la empujó contra un banco de arena en el que encalló la embarcación y mientras el fuerte oleaje destruía la popa, los pasajeros ganaban a nado la playa cercana de la isla de Malta. Ayudados por los nativos, los doscientos setenta y seis pasajeros, ilesos, se reunieron alrededor de varias fogatas y para atizar el fuego de una de ellas, Pablo recogió un haz de leña del que surgió una víbora que se aferró a su brazo y lo mordió varias veces, pero al ver que el veneno no le hizo efecto, todos reconocieron que era un hombre de Dios.
Al oír la noticia, los lugareños enfermos –incluido el padre de Publio, dueño de la finca en donde estaban refugiados–, acudieron a él y fueron curados por sus oraciones e imposición de manos. Gracias a esta salvación milagrosa, de san Lucas, hoy podemos contar en el Nuevo Testamento con los dos libros más exquisitos y bien documentados históricamente, sobre la vida de Jesús y de sus discípulos: El Evangelio de San Lucas y Los Hechos de los Apóstoles, en el que precisamente consignó esta odisea suya y del Apóstol de los Gentiles.
Lucas nació en fecha desconocida –según la mayoría de los historiadores en Antioquía–, pero su educación básica y parte de su formación como médico y pintor, la recibió en Grecia y ello se refleja en el profundo conocimiento de la cultura griega y su impecable redacción en esta lengua, lo que de paso reafirma que fue el único escritor bíblico que no era de origen judío y su contacto con la fe cristiana –de acuerdo con la tradición– se produjo alrededor del año 40 DC, cuando conoció a san Pablo, quien en compañía de san Bernabé, predicaban por aquella época en Antioquía. Desde entonces se convirtió en su médico, secretario y confidente; en esa condición, lo acompañó en sus viajes apostólicos por Grecia y aunque por encargo del apóstol permaneció varios años predicando solo, en algunas ciudades de ese país, volvieron a unirse para regresar a Jerusalén, en donde al parecer, Lucas estuvo con varios de los discípulos de Jesús: Santiago el Mayor, Pedro y probablemente con la Virgen María, de quien habría recibido información directa sobre los hechos más sobresalientes de su vida y de la infancia del Niño Jesús. No desamparó a san Pablo en su cautiverio en Jerusalén y se unió a él en su tortuoso viaje a Roma, ciudad en la que se mantuvo a su lado durante los dos años que padeció en la cárcel san Pablo, antes de ser ejecutado en el año 67.
En todo ese tiempo y a partir de la información que recolectó entre los testigos de primera mano de la vida y muerte de Jesús, empezó Lucas a redactar el tercer evangelio (el más extenso y bien escrito) del Nuevo Testamento, en el que se decantó hacia la historicidad del Salvador y por eso en este libro, san Lucas, retrata de manera magistral, pulcra, amena y con rigurosidad investigativa, la personalidad de Nuestro Señor Jesucristo: hace énfasis en su misericordia, amabilidad, dulzura, compasión y ternura; resalta su inmenso amor por los más pobres y vulnerables; destaca la importancia que Jesús le concedía a la oración en sus momentos más difíciles; reconoce y encomia el papel de las mujeres en la vida pública de Jesús; es el único de los evangelistas que describe minuciosamente el papel protagónico de la Virgen María (narra con reverencia y devoción: La Anunciación, la encarnación, la concepción y alumbramiento de Juan el Bautista, la visita a su prima Isabel, el Magníficat, el nacimiento del Niño Dios, la adoración de los pastores, la profecía de Simeón, la circuncisión, la presentación en el templo, su desaparición a los doce años y su encuentro entre los Doctores de la Ley). Mejor dicho: la mitad del Evangelio de san Lucas, contiene hechos y palabras que Mateo, Marcos y Juan, no incluyen en los suyos. Por ejemplo: reseña la tercera parte de todos los milagros realizados por Jesús y refiere las tres cuartas partes de todas las parábolas usadas por el Maestro.
En los Hechos de los Apóstoles (que según el concepto de los expertos, es una continuación de su evangelio, pues este texto está escrito con la misma técnica narrativa y comienza por el final del libro anterior), san Lucas es testigo directo de los acontecimientos que siguieron a la muerte, resurrección y ascensión del Maestro. Describe con largueza el nacimiento, conformación y consolidación del grupo apostólico y narra con lujo de detalles la forma como los apóstoles se fueron disgregando en función de las misiones encomendadas a cada uno, pero se centra especialmente en las figuras más relevantes de la naciente Iglesia: Pedro y Pablo. Dada su cercanía con san Pablo –a quien sigue incondicionalmente hasta su muerte–, narra en primera persona y se incluye como protagonista de las peripecias que le tocó vivir a su lado y tras la ejecución del apóstol de los gentiles en el año 67, desaparece de la escena, pero –según san Ireneo, san Jerónimo, Eusebio de Cesárea, san Clemente de Alejandría y Orígenes–, continúa su labor apostólica evangelizando en Roma, La Galia, Dalmacia, Macedonia y en Beocia (Grecia). Dice la tradición que murió a los 84 años, como mártir. Por eso hoy 18 de octubre, día de su festividad, pidámosle a san Lucas, que a través de su evangelio, nos conduzca al Padre, por los caminos de Jesús.