El Santo del día
1 de junio
San Justino
Oración a San Justino
Oh San Justino, valiente defensor de la fe, Tú, que con sabiduría y elocuencia predicaste, Intercede por nosotros ante el Dios de bondad, Para que encontremos la verdad y la paz. En tus escritos y enseñanzas nos dejaste el legado, De buscar el conocimiento y la razón con humildad, Ayúdanos a comprender y discernir con claridad, Para enfrentar los desafíos de nuestra sociedad. San Justino, mártir de la fe y testigo valiente, Danos fortaleza para defender la verdad con amor, En momentos de duda y confusión, ilumínanos, Para que podamos ser fieles seguidores del Señor. Te pedimos, oh San Justino, que intercedas por nosotros, Ante el trono de Dios, nuestro Padre y Salvador, Que nuestras vidas reflejen tu valentía y convicción, Y que, como tú, podamos proclamar la fe con devoción.
Amén.
Aunque entre los estoicos, pitagóricos, aristotélicos y platónicos había encontrado esbozos de la verdad, su sed aumentaba frenéticamente y por eso se refugió en la orilla del mar para buscar en la soledad de su alma las respuestas a las preguntas que desde pequeño lo fustigaban sin descanso. Un día mientras paseaba ensimismado al compás de las olas, lo sorprendió la presencia de un anciano que decididamente avanzaba hacia él. Cuando llegó a su lado, Justino el filósofo, le preguntó de manera cortante: ¿Por qué me miras de esa manera? y el viejo le respondió, que al verlo tan solo, sintió curiosidad por saber qué cavilaba en ese paraje tan desolado. Al contarle que indagaba sobre la verdad, que no había podido encontrar en las escuelas filosóficas griegas y luego de exponerle sus dudas, el abuelo –que lo escuchaba pacientemente–, le dijo que hurgara entre las enseñanzas de Cristo; sin despedirse le dio la espalda, caminó unos cuantos metros y mientras Justino volvía fugazmente la vista al mar, el anciano desapareció. Justino se sintió iluminado y como niño estrenando su uso de razón, se marchó a Roma.
Nacido en el año 100, cerca de Siquem, la antigua capital de Samaria, en la actual Cisjordania, Justino, descendiente de un militar romano que tras el asedio de Jerusalén se quedó en Judea, fue educado en el pensamiento griego y se convirtió en un inquieto filósofo que desfiló por todas las doctrinas imperantes, pero ninguna calmaba su sed interior hasta que encontró al viejo en la orilla del mar. Entonces se sumergió de lleno en las enseñanzas de Jesús y mientras más ahondaba en el pensamiento cristiano, más se entusiasmaba, hasta que, Justino, convencido de que por fin había encontrado la verdad tan anhelada, se bautizó, abrió en Roma una escuela en la que catequizaba y a la par comenzó a escribir su obra (que lo encumbró como el primer apologista de los albores del cristianismo), en la que se destacan textos como: Un libro contra todas las herejías, Discurso contra los griegos –en el que demostraba la falsedad de sus dioses–, un tratado sobre La soberanía de Dios y otro sobre el alma, dos apologías contra los paganos y el más conocido: Diálogo con Trifón, escrito en el que discutía con ese sabio judío, sobre la legitimidad de Jesús como Mesías y le demostró el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, en Jesucristo.
Como su prédica multiplicó los adeptos de Cristo, en pocos años, Crescencio un filósofo de la escuela de los cínicos, se enzarzó con él en una acre disputa teológica con la que pretendía demostrar la falsedad del cristianismo, pero la elocuencia y el peso de los argumentos de Justino dejaron en ridículo a su adversario, por lo que éste se vengó acusándolo de idolatría y Junio Rústico, que era el prefecto de Roma lo hizo comparecer ante el tribunal que presidía y cuando le ordenó que hiciera sacrificios a los dioses romanos, Justino se negó tajantemente y proclamó con vehemencia a Jesucristo como el Mesías y Salvador del mundo, por lo que él y sus seis compañeros fueron flagelados y luego decapitados, el 1 de junio del año 165. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Justino, que nos conduzca por el camino verdadero hacia el encuentro con Jesús.