El Santo del día
3 de junio
San Juan XXIII
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Oración a San Juan XXIII
Oh San Juan XXIII, Papa de la bondad, Guía amado por tu humildad y caridad, Imploramos tu intercesión y cercanía, Para vivir con amor y alegría cada día. Tú, que con sabiduría guiaste a la Iglesia, Fomentando el diálogo y la paz con firmeza, Ayúdanos a construir puentes y unirnos en amor, Superando las diferencias con humildad y fervor. Oh San Juan XXIII, padre de ternura y compasión, Enséñanos a ver en cada persona una hermana o hermano, A valorar la dignidad de cada ser humano, Y a trabajar por un mundo más justo y humano. Confiados en tu intercesión ante el Señor, Te pedimos que nos acompañes en nuestro camino, Que tu ejemplo de sencillez y amor nos inspire, Y que sigamos tu ejemplo en nuestro diario vivir.
Amén.
Muchos de los judíos que lograron escapar de las garras de Hitler en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, generalmente se encaminaban a Israel y la ruta más expedita pasaba por Estambul, ciudad en la que se encuentran Europa y Asia, sin embargo allí todavía no estaban a salvo. A buena parte de ellos se les devolvía a Europa, o eran detenidos por agentes británicos y soviéticos, pues a sus gobiernos no les interesaba que alcanzaran la tierra prometida porque esa riada de refugiados era la futura papa caliente de la posguerra. A la sazón se encontraba en Turquía como delegado apostólico, el obispo Ángelo Giuseppe Roncalli, un avezado diplomático de la Santa Sede que se había ganado el respeto y la confianza de las autoridades turcas y acongojado por la magnitud del drama comenzó a adjudicar “visas de tránsito diplomáticas” y partidas de bautismo, a miles de judíos que así pudieron pasar a Israel y salvar sus vidas.
Desde muy pequeño, Ángelo Giusseppe Roncalli (nacido el 25 de noviembre de 1881, en Sotto Il Monte, Italia), decidió que sería sacerdote y era tal su inclinación por la vida religiosa, que el párroco de su pueblo, Francesco Rebuzzini, lo recibió como monaguillo cuando contaba seis años y al observar su devoción precoz, logró que en 1892, lo admitieran en el seminario de Bérgamo a los once años, algo inusual para su edad. De entrada se distinguió por su aplicación a los estudios y por ello le adjudicaron una beca para el Pontificio Seminario Romano en el que recibió la orden sacerdotal y el doctorado en teología en 1904 y ocupó la cátedra de teología en el seminario de Bérgamo, en el que conoció a monseñor Radini Tedeschi, que al ser nombrado obispo de esa diócesis, se lo llevó como su secretario particular; en ese cargo permaneció hasta la muerte de su mentor ocurrida en 1914.
Ese mismo año, cuando estalló la Primera Guerra Mundial, fue reclutado como capellán militar y tras el fin de la contienda, el papa Benedicto XV, impresionado por su trabajo pastoral de la preguerra, lo designó presidente de la Obra Pontificia para la Propagación de la Fe y cuatro años después en 1925, Pío XI lo nombró obispo y lo envió como delegado apostólico a Bulgaria. Desde 1934 su vida como legado papal transcurrió entre Turquía y Grecia, países en los que desarrolló una vasta labor que allanó las divergencias que existían con musulmanes y ortodoxos; se convirtió en el protector de los judíos y de los prisioneros de guerra de ambos bandos. Al terminar la segunda guerra, Ángelo Giusseppe Roncalli fue enviado a París, por Pío XII, como nuncio apostólico y allí recompuso las relaciones entre la Iglesia y el gobierno francés, que estaban rotas, por la supuesta colaboración del clero con los nazis.
Cumplida su misión, Pío XII le concedió la púrpura cardenalicia en 1953 y le encomendó el patriarcado de Venecia, en donde Ángelo Giusseppe Roncalli volvió a ser el cura de aldea que siempre soñó, pues catequizaba en las calles, visitaba enfermos, celebraba misa en las parroquias pequeñas y esa dicha le duró hasta 1958, cuando tras la muerte de Pío XII, subió al solio pontificio como Juan XXIII, el mismo nombre que había ostentado el último antipapa en 1415.
Por su avanzada edad, se suponía que sería un papa de transición, pero su llegada al trono de san Pedro fue una suave brisa que refrescó el rostro del cristianismo, pues conservó su actitud de cura de aldea y su bondad se esparció por todo el mundo, lo que le mereció el apelativo de el “Papa Bueno”; pero además tuvo arrestos para convocar el Concilio Vaticano II, que renovó el corazón de la Iglesia, aunque no pudo ver concluida su obra, porque después de lidiar con un cáncer de estómago que mantuvo en secreto para no poner en riesgo el concilio, murió el 3 de junio de 1963. Fue canonizado por el papa Francisco, el 27 de abril de 2014. Por eso hoy día de su festividad, pidámosle a san Juan XXIII, que nos dé la bondad suficiente para acoger y ayudar a los más necesitados y perseguidos, incondicionalmente.