El Santo del día
26 de diciembre
San Esteban, Protomártir
![](https://televid.tv/wp-content/uploads/2021/12/26SAN-ESTEBAN-Protomartir-286x300.jpg)
Oración a San Esteban, Protomártir
Oh glorioso San Esteban, valiente testigo de la fe, protomártir lleno de amor y perdón, intercede por nosotros ante Dios. Tú, que en medio del sufrimiento mantuviste la fe inquebrantable, danos fortaleza para enfrentar las dificultades con esperanza. Enseñanos a perdonar a aquellos que nos hacen daño, a amar a nuestros enemigos y a seguir el ejemplo de Jesús en todo momento. San Esteban, ejemplo de entrega y valentía, ruega por nosotros y ayúdanos a mantener firme nuestra fe en Cristo.
Amén.
Confundidos los estudiosos de la ley mosaica por la elocuencia de Esteban, que les había demostrado en las ardientes discusiones –sostenidas en la Sinagoga de los Libertos, de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia–, que en Jesús se cumplían todas las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías, decidieron deshacerse de él porque sus consistentes argumentos atraían diariamente a un creciente número de judíos que terminaban convertidos al cristianismo –y como no encontraban fisuras en sus discursos que denotaran blasfemias, decidieron incriminarlo según la narración de san Lucas, en Los Hechos de los Apóstoles–, con testigos falsos, que sin sonrojarse dijeron ante el Sanedrín que lo juzgaba: “Este hombre no cesa de decir palabras contra este lugar santo (el templo) y contra la ley; le hemos oído decir que ese Jesús, el nazareno, destruirá este lugar (el templo) y cambiará las costumbres que nos transmitió Moisés” y entonces el Sumo Sacerdote le preguntó: “¿Es esto verdad?” y como respuesta, Esteban resumió magistralmente la historia del pueblo escogido probando con sutileza en su narración, que en efecto, Jesús, era el anhelado Mesías y remató su arenga acusándolos de ser: “Hombres de cabeza dura e incircuncisos de corazón y de oídos, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como fueron vuestros padres, así sois también vosotros. ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Mataron a los que predijeron la venida del Justo, del cual vosotros ahora sois los traidores y asesinos” y agregó: “Veo los cielos abiertos y al hijo del hombre de pie a la derecha de Dios”. Esa frase fue la gota que rebosó el vaso, porque al oírla, sus enemigos –que la consideraron la peor de las blasfemias–, se abalanzaron sobre Esteban, lo arrastraron fuera de la ciudad y lo apedrearon hasta la muerte, mientras un joven de rostro adusto, llamado Saulo –a quien los verdugos le dejaron en custodia su ropa–, lo veía morir sin dejar entrever la más mínima emoción.
De san Esteban solo se sabe que era judío de origen griego y se vinculó al cristianismo en vida de Jesús, pero solo después de Pentecostés asumió un papel protagónico, pues su elocuencia y el profundo conocimiento que tenía de las Sagradas Escrituras, le permitía confrontar con autoridad a los escribas y sacerdotes del templo, lo que despertó la animadversión de los guardianes de la ley mosaica y la admiración y respeto de la incipiente comunidad cristiana. Por eso, cuando un grupo de descontentos se quejó por la forma en que se repartían los fondos comunes entre las viudas hebreas en detrimento de las griegas, los apóstoles le pidieron a la congregación que eligiera a siete diáconos, que deberían ser varones de vida irreprochable para que administraran y distribuyeran las ayudas equitativamente.
El primero en ser nombrado fue Esteban (descrito por Lucas en los Hechos de los Apóstoles, como: “hombre lleno de fe y del Espíritu Santo”), que se encargó de liderar intachablemente la misión encomendada: se destacó por su celo apostólico con el que defendía y difundía el mensaje de Cristo y –como se afirma en Los Hechos de los Apóstoles–: “lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y milagros en el pueblo”, sucesos admirables que sus enemigos no pudieron soportar y entonces urdieron una conspiración en su contra, sustentada en testimonios fraudulentos sobre supuestas blasfemias suyas, que a la hora de la verdad no fueron necesarias para condenarlo porque al afirmar –durante el juicio amañado–, que veía: “al hijo del hombre de pie a la derecha de Dios”, firmó su sentencia de muerte y mientras lo apedreaban –según el libro de Los Hechos de los Apóstoles–: “Esteban oró así: ‘Señor Jesús, recibe mi espíritu’.”
Y puesto de rodillas, gritó con fuerte voz: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado”. Y diciendo esto, expiró, cerca de la Puerta de Damasco, en el norte de Jerusalén, que simbólicamente (tras el sacrificio de Esteban, llamado Protomártir, por ser el primer mártir cristiano de la historia) se abrió de par en par a la feroz persecución que contra los seguidores de Jesús, protagonizó Saulo, ese joven que presenció inconmovible, su ejecución y que paradójicamente meses después tras ser derribado de su caballo, por Nuestro Señor Jesús, cerca de otra puerta de Damasco (la de la actual capital de Siria), se convirtió en san Pablo y emprendió su propio camino hacia el martirio en defensa de aquel que persiguió con saña. Por eso hoy 26 de diciembre, día de su festividad –declarado así porque en esa fecha del año 415, un sacerdote llamado Luciano, encontró sus restos en Gamala, Palestina– pidámosle a san Esteban que nos dé valentía para pregonar sin miedo, que Jesús es nuestro Señor y Salvador.