El Santo del día
14 de julio
San Camilo de Lelis
![](https://televid.tv/wp-content/uploads/2022/07/14-SAN-CAMILO-DE-LELIS-286x300.jpg)
Oración al San Camilo de Lelis
San Camilo de Lelis, humilde servidor de los enfermos y necesitados, hoy acudo a ti con fervor y confianza. Tú, que en vida fuiste ejemplo de caridad y entrega total, escucha mi oración y intercede ante Dios por mis súplicas. Te pido, amado San Camilo, que bendigas a todos aquellos que sufren física o emocionalmente. Derrama tu amor y consuelo sobre los enfermos, los heridos y los que luchan contra enfermedades graves. Implora la misericordia divina para que puedan encontrar alivio en su dolor y fortaleza en su debilidad. Te ruego también, bondadoso San Camilo, que mires con compasión a los que cuidan de los enfermos. Ayuda a los médicos, enfermeras y todos los profesionales de la salud a ejercer su vocación con entrega y excelencia. Inspírales a ser siempre instrumentos de amor y compasión, y protégelos en su labor diaria. Oh San Camilo, patrono de los hospitales y de los enfermos, te suplico que guíes a aquellos que trabajan en la atención sanitaria y en la asistencia social. Que encuentren en ti el ejemplo de entrega desinteresada y que sean capaces de brindar un servicio de calidad a todos los que lo necesiten. Intercede también por aquellos que luchan contra adicciones y vicios, por aquellos que se sienten solos o abandonados. Ruega por la paz y el consuelo de los corazones afligidos, y haznos sensibles a las necesidades de nuestros hermanos más vulnerables. San Camilo de Lelis, te suplico que, por tu intercesión, seamos capaces de amar y servir a nuestros semejantes con generosidad y ternura. Guíanos en el camino de la caridad, y ayúdanos a ser verdaderos instrumentos del amor de Dios en el mundo. Te lo pido en el nombre de Jesús, nuestro Señor.
Amén.
Ansioso de llegar al puerto luego de apostarse la vida en la guerra que libraba la cristiandad contra los musulmanes en Túnez, el gigantón Camilo de Lelis –mientras acariciaba su faltriquera llena de monedas–, solo pensaba en el banquete que habría de darse en Nápoles, en donde lo esperaban el vino, sus amigos, las cartas, las mujeres y uno que otro lance caballeresco con algún marinero pasado de copas. De pronto el barco empezó a zarandearse al influjo de las enormes olas levantadas por los fuertes vientos de una tempestad de verano e inclinado el navío estaba a punto de naufragar. En medio de su pánico, Camilo, arrepentido, prometió a Dios que si salía ileso, se haría monje franciscano e inmediatamente cesaron los vientos y el bajel pudo arribar sin novedad. Pero con los pies en tierra, Camilo de Lelis, olvidó su promesa y se fue de juerga. Al poco tiempo, semidesnudo –porque hasta la camisa se la jugó–, entró al hospital de San Giacomo, en Roma, para que le curaran la rebelde llaga que desde hacía años supuraba en su pierna izquierda y al ver a otros enfermos yaciendo abandonados en los pasillos, sintió una llamarada de compasión y decidió que pondría su vida al servicio de ellos.
Camilo de Lelis (nacido el 25 de mayo de 1550, en Bucchianico, Italia), era hijo de un militar mercenario y de una madre frágil que murió cuando él contaba 14 años. Entre la temprana desaparición de su mamá y las prolongadas ausencias de su padre creció al garete y dados sus 1.90 de estatura, se sintió apto para seguir los pasos de su progenitor, lo que en efecto hizo cuando cumplió 18 años y se enroló en el ejército veneciano para combatir a los moros, pero una herida recibida en una pierna lo sacó del frente de batalla y lo envió al hospital de San Giacomo de Roma del que a los nueve meses fue expulsado por su carácter revoltoso y su desmedida afición por los juegos de azar; entonces volvió a empuñar las armas pero de nuevo la llaga lo mandó de regreso al mismo hospital y así sucedió en varias oportunidades, hasta que en 1574 llegó semidesnudo y se condolió de los otros enfermos, entonces empezó a cuidarlos con tanto amor que se olvidó de su propia lesión y al poco tiempo dado su celo, fue nombrado mayordomo de la institución. En vista de que el personal que cuidaba a los pacientes era gente iletrada y carente de cualquier noción de caridad, decidió conformar un grupo de voluntarios que por amor a Dios se pusiera incondicionalmente al servicio de esos desamparados y así nació la Congregación de los “Hermanos Ministros de los Enfermos y Mártires de la Caridad”. A la par Camilo de Lelis adelantó sus estudios juiciosamente y a los 34 años, fue ordenado sacerdote, el 25 de mayo de 1584.
A pesar de la férrea oposición que su temeraria idea generó –aún entre sus más cercanos, como san Felipe Neri, que era su confesor–, la obstinación de Camilo de Lelis pudo más y se salió con la suya, olvidándose de las misérrimas condiciones en que vivía su comunidad, de la llaga siempre sangrante y de una implacable úlcera que no le permitía ingerir alimentos. Los “Camilos” –como los llamaban cariñosamente–, estuvieron en todos los frentes de batalla atendiendo y curando heridos, asistiendo a los contagiados de diversas pestes que periódicamente azotaban a Italia y todo ello –de acuerdo con la regla de oro instaurada por Camilo de Lelis–, con la convicción de que cada enfermo era Cristo mismo, porque según el mensaje de Jesús: “Lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis”. Olvidado de sí mismo y de sus propios dolores, murió en Roma el 14 de julio de 1614 y fue canonizado por el papa Benedicto XIV, el 29 de junio de 1746. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a san Camilo de Lelis, que nos ayude a olvidarnos de nuestros dolores, para calmar los de los demás.