El Santo del día
11 de junio
San Bernabé, Apóstol
Oración a San Bernabé, Apóstol
San Bernabé, ardiente apóstol de Jesús, tu valentía y tu amor por la Palabra de Dios nos inspiran a seguir tu ejemplo. Atravesaste fronteras y superaste barreras para compartir el Evangelio con valentía y generosidad. Enséñanos a ser portadores de la Buena Nueva en medio del mundo, a amar sin límites y a construir puentes de unidad y reconciliación. Que tu intercesión nos fortalezca en nuestra misión de dar testimonio de Cristo en todo lugar.
Amén.
Como el mago Elimas se opuso a que le predicaran la palabra de Dios, al procónsul romano de la isla de Chipre, Sergio Paulo, los apóstoles Bernabé y Saulo, lo reprendieron y en el acto quedó ciego. A la vista de este prodigio, el funcionario romano se convirtió y les dio carta blanca para que continuaran catequizando en todo el país y en adelante su piedad, ecuanimidad y probidad en la administración fue tal, que Saulo tomó su nombre y a partir de ese momento se llamó Pablo. El rumor de este milagro y muchos otros que realizaron en ese periplo, llegó a oídos de los habitantes de Listra, adonde entraron levantando a un paralítico que salió corriendo para anunciar la llegada de ellos. Entonces el pueblo, liderado por sus sacerdotes paganos, creyó que Bernabé y Pablo eran las encarnaciones de Zeus y Hermes y quisieron sacrificar varios toros en su honor, pero los apóstoles se opusieron vehementemente argumentando que eran simples mortales y que los milagros los había hecho Jesucristo, el Dios Verdadero, de quien eran sus enviados. Airada la multitud que los tomó por impostores, los apedreó y Bernabé tuvo que arrastrar a su compañero –que por poco pierde la vida– fuera de la ciudad, pero al otro día, Pablo estaba sano y entonces sacudieron el polvo de sus sandalias y se alejaron de allí dando gracias a Dios.
Bernabé, que había nacido en Chipre en el seno de una tradicional familia judía de la tribu de Leví y por lo tanto estaba destinado a ser rabino, fue enviado desde muy joven a la prestigiosa academia de Gamaliel en Jerusalén y allí trabó amistad con otro alumno llamado Saulo, pero los caminos de los dos se bifurcaron, porque mientras el de Tarso se convirtió en judío ortodoxo y perseguidor de los seguidores de Jesús, Bernabé quedó subyugado por las enseñanzas del Salvador en la explanada del templo y se sumó al grupo de los 72 que lo acompañaron en sus tres años de vida pública.
Tras la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, se encontraron de nuevo en Jerusalén, cuando Pablo retornó de Damasco ya convertido, pero como por su pasado los apóstoles desconfiaban de él, Bernabé los convenció de su sinceridad y –por orden del Espíritu Santo– el colegio apostólico en pleno, los ungió apóstoles y los enviaron a Antioquía en donde cosecharon innumerables conversiones entre judíos y paganos y por eso la Iglesia los reconoce como los Apóstoles de los Gentiles y además porque ellos creían –en contraposición con otros miembros de la comunidad– que para los cristianos no era necesaria la circuncisión y su teoría fue aceptada universalmente.
Al cabo de algún tiempo, se volvieron a separar: Pablo partió con Silas al Asia Menor y Bernabé, se fue con su sobrino Marcos (el futuro evangelista) a Chipre, en donde su fecunda labor evangelizadora que llevó a los pies de Cristo a toda la isla, dejó vacíos los templos paganos y las sinagogas, por lo que surgió un complot en su contra y a través de una visión, Dios le anunció su pronto martirio y entonces Bernabé mansamente se preparó para ese aciago paso y ordenó a Marcos que se alejara y sólo retornara para sepultarlo.
En efecto, una turba exacerbada por sus enemigos, lo apresó y en las afueras de la ciudad de Salamina, lo lapidaron –según la tradición– el 11 de junio del año 70. Por la noche, su sobrino lo sepultó y en el 388, al obispo de Salamina, Antemo, le fue revelado en un sueño el lugar de su sepultura y al exhumarlo, san Bernabé, estaba incorrupto y con una copia de su puño y letra, del evangelio de san Mateo, en su pecho. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle al apóstol san Bernabé, que nos dé entereza para difundir el evangelio.