El Santo del día
28 de diciembre
Los Santos Inocentes
Oración a Los Santos Inocentes
Oh Dios, que en tu infinita misericordia diste la corona del martirio a los Santos Inocentes, quienes murieron por Cristo aunque no lo conocían, te rogamos que, por la intercesión de estos santos niños, concedas a los inocentes de hoy protección y consuelo. Mira con compasión a todos aquellos que sufren a causa de la injusticia y la violencia, especialmente a los niños inocentes que padecen en el mundo de hoy. Concede, oh Señor, fortaleza a los que luchan por la justicia y la paz. Que la memoria de los Santos Inocentes nos inspire a cuidar y proteger la vida de los más vulnerables. Concédenos la gracia de trabajar por un mundo en el que reine el amor, la justicia y la paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Después de despedir a los tres sabios peregrinos y dando por descontado que regresarían con la ubicación exacta del sitio en el que moraba el pequeño rey, Herodes el Grande bebió hasta perder el sentido en el banquete que compartió esa noche con los notables del reino para celebrar el acontecimiento. Al día siguiente, en medio de la pastosa resaca, no cesaba de preguntar sobre el regreso de los tres magos y como no aparecían envió sus mejores espías a indagar por ellos sin que obtuvieran pista alguna de su paradero, era como si se los hubiera tragado la tierra; entonces al sentirse traicionado, Herodes montó en cólera y cual fiera enjaulada se paseó todo el día por los pasillos del palacio maquinando su terrible venganza alimentada por esa desmesurada paranoia que ya lo había impulsado a asesinar –por conspiradores– a su esposa Marianne, a su suegro el sumo sacerdote Hircano II, a su suegra Alejandra, a un yerno, a sus cuñados Kostobar, Aristóbulo y Alejandra y a sus hijos Alejandro, Aristóbulo y Antípatro.
Así las cosas, era lógico suponer que sería más despiadado con aquel pretendiente a su trono, del que en el versículo 17, del capítulo 24, de Números, se dice: “Una estrella se destaca de Jacob, surge un cetro de Israel”. Entonces decidió seguir la única señal dada (a petición de los reyes que acudieron a Herodes, cuando entrando a Jerusalén, perdieron de vista la estrella) por los doctores de la ley, quienes la tomaron de la profecía –anunciada en el primer versículo del quinto capítulo de Miqueas–: “Y tú, Belén Éfrata, la más pequeña entre los clanes de Judá, de ti me saldrá el que ha de reinar en Israel”.
Ante la imposibilidad de eliminar el árbol, entonces decidió talar todo el bosque y para el efecto escogió a sus esbirros más brutales quienes cercaron a Belén, requisaron todas las casas y en las que encontraban niños menores de dos años los traspasaban con la espada delante de sus impotentes padres. Una vez recibida la información sobre el exterminio de los infantes, Herodes pudo dormir tranquilo pues de acuerdo con su retorcida lógica, el sacrificio de una sola abeja ameritaba la aniquilación de todo el panal, pero esa sevicia fue inútil porque José y María, advertidos por un ángel del peligro que corría el Niño Jesús, huyeron con Él hacia Egipto poco antes de la matanza y la Sagrada Familia que permaneció allí varios años sólo pudo retornar a Palestina, al enterarse de la muerte del tirano, que –entre otras cosas– falleció con la certeza de que se había librado del “peligroso usurpador”.
La masacre de estos Santos Inocentes se perfiló como el preludio de lo que padecerían los cristianos en el nombre de Jesús y aunque su inmolación no fue voluntaria (dado que no eran conscientes de lo que estaba ocurriendo), por derecho propio, ingresaron al catálogo de los mártires elevados a los altares, hecho que fue determinante para que a finales del siglo IV, la Iglesia instituyera la Fiesta de los Santos Inocentes y decidiera celebrarla el 28 de diciembre (no, porque los hechos ocurrieran puntualmente en esa fecha, sino por su relación directa con la celebración de la Natividad).
A los Santos Inocentes se les veneraba desde los albores del cristianismo, hecho que facilitó la propagación de su devoción en Tierra Santa y Europa y a partir de la edad media se popularizó la tradición que concedía licencia a los fieles, ese día, para hacer toda suerte de bromas, justificadas por la ingenuidad de Herodes, quien murió creyendo que había logrado su cometido. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosles a los Santos Inocentes, que intercedan por nosotros cuando seamos amenazados por causa de nuestra fe.