El Santo del día
10 de junio
Beato Juan Dominici
Oración a Beato Juan Dominici
Oh Beato Juan Dominici, testigo fiel del amor de Dios, en tu vida encontramos inspiración para entregarnos por completo a nuestro Creador. Siguiendo la senda de la santidad con humildad y alegría, fuiste guiado por el Espíritu Santo. Te suplicamos que intercedas por nosotros, para que también respondamos con generosidad a la llamada divina que se nos ha hecho. Que tu ejemplo nos anime a vivir con pasión y compromiso en la vocación a la que Dios nos ha llamado, para que podamos llevar su amor y su mensaje de esperanza al mundo. Oh Beato Juan Dominici, confiamos en tu intercesión poderosa ante el trono de Dios. Ayúdanos a ser discípulos valientes y comprometidos, dispuestos a seguir los pasos de Cristo en todas las circunstancias de nuestra vida.
Amén.
Hubo un momento en que la Iglesia tuvo tres papas (por culpa del enfrentamiento de cardenales italianos y franceses) y para solucionar el problema, el papa Gregorio XII –obispo de Roma– se puso de acuerdo con ambos bandos y convocó en 1414, el Concilio de Constanza, al que llegó el cardenal Juan Dominici, como su delegado y prevalido de su autoridad moral y su fogosa oratoria, conminó a la asamblea a que le pusiera fin a esa disputa arrogante por el trono papal que tenía a la Iglesia desgarrada y a los feligreses sumidos en la confusión desde hacía 40 años. Y para abrir el camino de la reunificación, anunció que su representado estaba dispuesto a renunciar si los otros dos papas hacían lo mismo. Los contrincantes de todos los bandos creyeron que así eliminarían a los rivales y aceptaron la propuesta; Juan Dominici les cogió la caña y de su manga sacó la renuncia que Gregorio le había firmado, pero al ver que era en serio, Juan XXIII –que estaba presente– y los enviados de Benedicto XIII, se retractaron, entonces, el concilio en pleno los destituyó y eligió a Martín V. Con esta designación, terminó el Cisma de Occidente. En la misma sesión, Juan Dominici, después de salvar a la Iglesia, renunció al cardenalato y abandonó el recinto.
Juan Dominici nació en el año de 1356 en Florencia, Italia, poco después de que su padre muriera, por lo que su madre Paola Zorzi –viuda de 20 años– tuvo que encarar sola su formación y le transmitió su profunda piedad cristiana que fue creciendo al ritmo de su edad y aunque quiso abrazar la vida religiosa siendo aún adolescente, por su edad y su evidente tartamudez no lo recibieron y ante su insistencia, fue admitido a los 18 años en el convento dominico de Santa María Novella de Florencia, en el que se destacó por su insaciable devoción, su enorme capacidad para asimilar los conocimientos en poco tiempo y su humildad a prueba de fuego, lo que le mereció su rápida ordenación sacerdotal y gracias al milagro que le hizo santa Catalina de Siena, superó el tartamudeo y en adelante sus sermones fluidos, vivaces y plenos del amor de Dios, lo convirtieron en una celebridad y por eso le encomendaron los prioratos de varios monasterios en los que Juan Dominici adelantó una profunda renovación de las rigurosas reglas dominicas, dado que por la peste negra que asoló a Europa, a mediados del siglo XIV, los conventos estaban semivacíos y los monjes que permanecían en ellos, habían relajados sus costumbres y su fe. A la par fundó, en Cortona, otro cenobio para novicios y los conventos femeninos de Corpus Domini y San Pedro Mártir en Florencia.
Su ataque frontal contra la laxitud de las costumbres del clero y de la nobleza que evidentemente influían en el pueblo liso y llano, llamó la atención del papa Gregorio XII –obispo de Roma– que nombró a Juan Dominici, arzobispo de Ragusa y luego cardenal, cargos en los que se distinguió como líder de la restauración moral del catolicismo y gestor (en compañía del emperador Segismundo, el monarca más poderoso de Europa en ese entonces) del concilio de Constanza. Tras la elección de Martín V, este papa le restituyó al beato Juan Dominici, su capelo cardenalicio y lo envió como legado papal a Bohemia y Hungría, para combatir unas virulentas herejías que amenazaban la integridad de la Iglesia, pero murió en Budapest el 10 de junio de 1419 y fue beatificado por el papa Gregorio XVI, en 1832. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle al beato Juan Dominici, que nos enseñe a ser –en la luz de Cristo– los conciliadores que el mundo necesita.