El Santo del día
23 de julio
Santa Brígida
Oración a Santa Brígida
Santa Brígida, venerada y poderosa intercesora, imploro tu ayuda y protección en este momento. Tú, que fuiste una fiel seguidora de nuestro Señor, sabes de las dificultades y tribulaciones que enfrentamos. Con humildad y fervor, elevo mi voz hacia ti, pidiendo tu intercesión ante Dios Todopoderoso. Derrama tu gracia sobre mí, guíame en mi camino y acompáñame en cada paso que doy. Santa Brígida, protectora de los necesitados, te ruego que atiendas mi súplica y presentes mis peticiones ante el trono divino. Ayúdame a encontrar soluciones a mis problemas y a superar mis desafíos. Te encomiendo mi salud, mi familia y mis seres queridos, confiando en que tu poderosa intercesión traerá alivio y bendiciones a nuestras vidas. Fortaléceme en mi fe, para que pueda seguir los caminos de nuestro amado Salvador. Santa Brígida, te agradezco por tu amor incondicional y por escuchar mis oraciones con compasión. Confío en tu intercesión y en el amor y la misericordia de Dios.
Amén.
Cansada de que su primo el rey Magnus II de Suecia y su esposa Blanca de Namur –de la que por petición expresa del soberano, era la principal dama de honor– no escucharan sus consejos y reproches sobre la vida disipada que imperaba en la corte, Brígida decidió abandonar el palacio y emprendió con su esposo Ulf Gudmarsson, una peregrinación a Santiago de Compostela, que duró dos años y cuando regresaban, su marido enfermó gravemente en la ciudad de Arrás. Luego de examinarlo y agotar todos los recursos, fue desahuciado por los médicos. Entonces la abnegada esposa se encerró a orar, ayunar, hacer penitencia y al cabo de tres días, se le apareció san Dionisio, quien le aseguró que su cónyuge viviría y en efecto al otro día, se levantó tan sano como antes de emprender la romería. En acción de gracias por este milagro, los esposos se comprometieron a entregarle completamente sus vidas a Dios y para el efecto Gumarsson, ingresó al convento cisterciense de Alvastra.
Brígida Birgersdotter (nacida en Suecia en 1303), pertenecía a una aristocrática familia (cuyo padre era gobernador de la provincia de Uppland) y que a pesar de estar emparentada con la realeza, observaba una profunda piedad cristiana que la pequeña asimiló con entusiasmo y mucho más, luego del fallecimiento de su madre cuando ella contaba 10 años, tras lo cual fue puesta al cuidado de una tía suya que reforzó esos valores, aunque para entonces ya era sabido que a la niña frecuentemente se le aparecían la Santísima Virgen y Jesús Crucificado, visiones que fortalecían su vocación religiosa, pero su padre no dudó en entregarla en matrimonio a Ulf Gudmarsson, gobernador de la región de Närke, con quien tuvo ocho hijos en 28 años de matrimonio perfecto, pues su marido, también era un cristiano ejemplar. Tras la muerte de su esposo acaecida en 1344, Brígida, por fin pudo realizar su sueño de convertirse en religiosa.
Para el efecto fundó un monasterio en Vadstena, en el que congregó a sesenta monjas, trece sacerdotes (que simbólicamente representaban a los 12 apóstoles, más san Pablo) cuatro diáconos y ocho hermanos legos –que aunque vivían en el mismo edificio, estaban absolutamente separados y ni siquiera en los oficios religiosos se veían las caras–, lo que en principio generó mucha resistencia en la jerarquía de la iglesia y por eso tuvo que esperar 20 años para que su orden fuera aprobada. Para conseguir este objetivo se trasladó a Roma en 1349 a esperar al papa –que en esa época vivía en Avignon y en una aparición Nuestro Señor Jesucristo le dijo que aguardara su retorno–, hecho que se produjo en 1368 y por fin Urbano V, la aprobó con restricciones y cuatro meses después murió.
Durante su estancia en Roma, se dedicó con su hija Catalina de Suecia a atender a los pobres, a curar a los enfermos, a pedir limosna para auxiliar a los menesterosos y a vaticinar lo que habría de ocurrir a los reyes y países europeos –lo que siempre acontecía– pero no le creían cuando lo anunciaba. En 1371, emprendió con su hija y su séquito permanente, una peregrinación a Tierra Santa y en el camino les profetizaba a las autoridades llamándolas al arrepentimiento y a la caridad cristiana para con sus pueblos oprimidos y abandonados. A su regreso empezó a debilitarse y su salud fue empeorando, pero continuó con su labor evangélica hasta el momento de su muerte acaecida en Roma, el 23 de julio de 1373. Fue canonizada por el papa Bonifacio IX, en 1391; cinco años más tarde fue proclamada Santa Patrona de Suecia y san Juan Pablo II, la declaró Santa Copatrona de Europa en 1999. Por eso hoy, día de su festividad, pidámosle a santa Brígida, que nos dé paciencia para esperar las promesas de Dios, sin importar cuánto se tarde en concedérnoslas.