El Santo del día
23 de junio
San José de Cafasso
Oración a San José de Cafasso
Querido San José de Cafasso, te pedimos que intercedas por nosotros en este día. Tú, que fuiste un sacerdote ejemplar y un padre espiritual para muchos, danos la gracia de vivir con humildad y amor en nuestro servicio a los demás. Ayúdanos a ser compasivos y misericordiosos, especialmente con aquellos que se encuentran en situaciones de dificultad y necesidad. Inspíranos con tu bondad y sabiduría para guiar a otros por el camino de la fe y el encuentro con Dios. ¡Ay, San José de Cafasso, ruega por nosotros!
Amén.
El padre José de Cafasso caminaba pausadamente musitando oraciones, mientras a su lado el temido bandolero Pietro Mottino (que incluía en su historial decenas de asesinatos, robos, violaciones y por lo tanto era el criminal más peligroso de Turín), avanzaba pesada y torpemente –por culpa de los grilletes atados a sus pies– mientras mantenía su mirada altiva y desafiante, a la par que le decía en voz baja al cura que ya no tenía sentido arrepentirse de sus fechorías. Al subir las escalas del cadalso, trastabilló y el sacerdote lo tomó del brazo para que no cayera y aprovechó el instante para indicarle que era Jesús quien en ese momento lo sostenía con su perdón para que no se hundiera en las profundidades del infierno. Como si se sintiera aliviado de sus pecados y aligerado de sus cadenas, el delincuente al llegar a la tarima se arrodilló ante el padre José de Cafasso, se confesó, besó el crucifijo que le presentó el clérigo y mansamente se dejó poner el dogal. Poco después expiró con una sonrisa luminosa.
José de Cafasso (nacido el 15 de enero de 1811, en Castelnuovo de Asti, Italia), por su compostura y su acendrada devoción a Jesús y a la Virgen María, desde la más tierna infancia, fue apodado “Santito”, pues solo salía de su casa a la iglesia y retornaba a sumirse en la oración hasta muy entrada la noche, cuando sus padres lo obligaban a irse a la cama. Por eso a nadie extrañó que ingresara al seminario a los 16 años y que luego de adelantar sus estudios de forma brillante, fuera ordenado sacerdote, en 1833 –mediante una dispensa especial, dada su edad– a los 22 años. Su comprobada piedad, sus vigorosos sermones y su vida ejemplar, le merecieron el ofrecimiento de varias parroquias, pero el padre José de Cafasso creía que debía prepararse mejor y se matriculó en el “Convitto” de San Francisco de Asís, un afamado instituto de Turín, en donde perfeccionó sus estudios de filosofía y teología, al término de los cuales y por sus sobresalientes notas, el padre José de Cafasso se quedó como profesor adjunto, luego reemplazó al titular de la cátedra, Luigui Guala y a la muerte de éste, en 1848, fue aclamado como rector y ahí se quedó de por vida.
José de Cafasso se dedicó a formar sacerdotes a los que preparaba especialmente para administrar el sacramento de la confesión, los impregnó de sabiduría y dulzura para predicar y reconciliar a los enemigos, les inculcó la evangelización amorosa y tolerante y la permanente disposición para el servicio a los pobres. Como alfarero de Dios, José de Cafasso amasó a varios portentos de la Iglesia, entre los cuales a Doménico Sartoris, fundador de las Hijas de Santa Clara y al más destacado: san Juan Bosco, a quien acogió desde pequeño, costeó sus estudios, lo forjó como maestro, orientó su trabajo hacia la atención y protección de los niños, financió su obra y fue su consejero, mentor, guía espiritual y protector, hasta el día de su muerte.
El resto de su tiempo lo invirtió, José de Cafasso, en la oración, el ayuno, la austeridad y especialmente en la atención y acompañamiento de los condenados a muerte, de quienes siempre obtuvo el arrepentimiento y al momento de morir los dejaba en la puerta del cielo y por eso lo llamaban “El Padre de las Horcas”. Aunque su vida fue muy corta –murió a los 49 años, el 23 de junio de 1860 y fue canonizado por el papa Pío XII, en 1947– su obra perdura en el tiempo, a través de los que forjó con amor. Por eso hoy día de su festividad, pidámosle a san José de Cafasso, que nos enseñe a disponernos para hacer lo que él mismo escribió: “Querer lo que Dios quiere, quererlo en el modo, en el tiempo y en las circunstancias que él quiere, y querer todo eso únicamente porque Dios así lo quiere”.